Una venganza bailable
El baile, novela corta de Irène Némirovsky sobre una adolescente y los nuevos ricos

En momentos de desesperación, Antoinette se siente acorralada, fastidiada, sin afectos. Se siente “miserable y sola como un perro extraviado”.

La infancia, ese estado de gracia en la mayoría de los humanos, puede acaudalar serios tropiezos y sentimientos malévolos o de fastidio frente a los progenitores. Quizá se puedan acarrear miedos y otras aprensiones, incluso si la infancia ha sucedido en un ambiente de comodidades y riquezas, o, como pudiera ser obvio, con mayor razón si transcurrió en medio de dificultades y desventuras a granel. Quizá no sea un asunto de clase, en exclusiva. La escritora Irène Némirovsky, ucraniana y devenida francesa, odió con ácido rencor a su madre, mujer baladí, apegada al dinero y a los placeres de cama con otros sujetos distintos a su marido, un millonario que, además, se jugaba su fortuna en el azar de los casinos.

Nacida en Kiev, una ciudad que en tiempos de los zares tuvo cotidianos pogromos contra la judería, la muchacha, que fue criada por un aya, cultivó un odio enfermizo hacia su madre, como se dijo, una vacua señora que temía a la vejez y se representaba en la hija una suerte de negación de su juventud y la declinación de la feminidad, con un agregado: la obsesión compulsiva por mirarse casi todo el tiempo al espejo en busca de arrugas y otros avisos perentorios de la decadencia física.

La hija, que desde niña aprendió francés, además de otras lenguas como el finlandés, el inglés, el polaco y el idish, acumuló una aversión sanguínea contra su mamá, de la que siempre quiso vengarse. Y esa vindicta sería en el plano de la ficción, como acaece con la novela corta El baile (también en otras como Jézabel), en la que una adolescente es capaz de arrojar por la borda la superficialidad y arribismo de su madre, posuda y desdeñosa, que cree que con el dinero puede comprarse todo, hasta el reconocimiento interesado de la clase aristocrática y de alto turmequé en Francia.

El baile, una noveleta de alto voltaje, es un retrato de los ricos emergentes, en este caso a través de la familia Kampf. El matrimonio —compuesto por Alfred y Rosine— tiene una hija de catorce años, Antoinette, con institutriz inglesa, con profesora de piano, pero relegada por su madre, que expresa un trato rudo y hasta despectivo por la muchacha. Habitan en un departamento de lujo, con amplios salones, lámparas colgantes de fino cristal, criados y unas ganas de reconocimiento social de parte de otros sectores encopetados, que eran ricos tradicionales, y no como los Kampf, que, de golpe, consiguieron dinero en negocios bursátiles.

La obra, con una versatilidad en la caracterización de personajes, de situaciones tirantes, de pequeños diálogos, muy contundentes, y de reflexiones y pensamientos, además de intencionalidades y resentimientos en especial de la chica, es una muestra del enorme talento de la escritora que murió en un campo de concentración (Auschwitz) en 1942. Está atravesada por las mentalidades de su tiempo, en la década del veinte, con sutilezas en las referencias musicales, literarias, de vestuario, que se engarzan y engastan para crear una joya.

La señora Kampf, que piensa más en apariencias que en esencias, tiene la idea de atraer a sectores sociales muy distinguidos mediante una fiesta, un baile, con doscientas invitaciones. Se aspira a que sea un baile sensacional, con platos exquisitos, entradas de delicia, licores, orquesta y otras atracciones tanto gastronómicas como de ornamentación y gala. “Se bailará en los dos salones y en la galería”, dice la doña, y habrá canastillas con flores y un bar con variedad de bebidas. Un baile pomposo.

Y, por supuesto, la chiquilla no podrá asistir al baile, se tendrá que quedar en la pieza de la ropa blanca, como tampoco podrá participar su institutriz. Esas son las indicaciones, mejor dicho, las órdenes de la engreída señora Kampf. Y no hay tutía. Será como dice y planea la mandona, que amenaza incluso con no celebrar los quince años de su hija Antoinette. La madre está imbuida, hipnotizada, en estado extático por la fiesta que va a dar, a la que espera lleguen gentes muy estiradas. Tarea en la que, desde luego, también está embarcado el señor Kampf.

La chica, “una jovencita alta y plana”, que seguro ya sentía los pálpitos de la sexualidad recién desenroscada, había adquirido, quizá por la negatividad de su madre, una animadversión por las personas mayores (recuérdese que sucede en los tiempos en que a los niños y adolescentes se les prohibía mezclarse en asuntos de adultos). La madre, la señora Rosine, la mantiene “seca” de regaños y críticas, o porque no sabe coger los cubiertos, o porque no se endereza, o porque sí o porque no.

Antoinette, en edad de los despertares, ya soñaba con caricias, con ser una mujer amada. Tal vez sobre ella influían las lecturas, como las de novelas como Il Piacere, de Gabriel D’Anunzzio, o como Romeo y Julieta, y poco le importaba la voz de su mamá que le echaba en cara que no se olvidara de que “ahora somos ricos” y le hacía advertencias de que no fuera a contar a los criados sobre el pasado que era poco prometedor.

En esta novela corta sobre la adolescencia de una niña en cierto modo maltratada por su mamá, ya se advierten en la protagonista, Antoinette, los cambios de personalidad de esa edad, los catorce años, cuando se inician transformaciones hormonales, físicas y mentales y cuando se encienden los deseos. Además, es un tiempo de rebeliones contra la autoridad, sea paterna, materna o de la escuela.

La chica, que se siente acosada y cercada por su madre, verá, de pronto, en un evento social de su propia casa la oportunidad de desquite. La novelista muestra su habilidad en abordar aspectos de la alta sociedad parisina mediante las tarjetas de visita o las cartas de invitación que la señora Kampf debe enviar. Así sabemos incidencias de varios de los doscientos convocados al baile. Así, con sutileza, se puede saber de los estirados que son, por ejemplo, el señor y la señora Ostier D’Arrachon (“con dos erres, Antoinette”) y se conocen famas de algunos que han sido estafadores, o de señoras de baja cama, de gigolós y de gentecitas encumbradas que han comprado títulos nobiliarios.

El baile es una novela sobre los “años felices”, tiempos de posguerra en Europa y Estados Unidos, en los que ya hay nuevos ritmos festivos como el charlestón, y donde en las altas alcurnias se baila el tango en salones en penumbra. Y está en boga una estrella de la canción, la actuación y la danza como la francesa Josephine Baker, de origen afroamericano, en días en que aún no se vislumbran muchas señales de la conflagración mundial que llegará más tarde.

En momentos de desesperación, Antoinette se siente acorralada, fastidiada, sin afectos. Se siente “miserable y sola como un perro extraviado”. “Los muy ciegos e imbéciles no veían que ella era mil veces más inteligente, más refinada, más profunda que toda esa gente que osaba criarla y educarla. Nuevos ricos groseros e incultos”, son parte de los planteamientos que se hace la chica frente a sus padres e institutores.

La muchacha, en sus estados de soledad y tensiones, quiere morirse y comienza a despreciar, o, por lo menos, a cuestionar vírgenes y creencias religiosas. Se siente prisionera, despreciada, vestida como criada para que en la calle no pongan ojos conquistadores y concupiscentes sobre ella. Su aversión por la madre va en crescendo.

El baile es una pieza en que la tensión va aumentando en tanto se acerca el momento cumbre de la gran fiesta, y en el que se van narrando con suficiencia los preliminares, la actitud de los criados, la presencia de los músicos, las distintas viandas y entremeses. La tirante relación madre-hija tendrá un desenlace que puede semejar una tormenta, un cataclismo, una marejada. Las palabras finales de El baile, sin embargo, son una manifestación de lo inevitable, de lo consumado con sabrosas relamidas y sin nada de sentimentalismos.

Baile en los años locos y felices

Reinaldo Spitaletta para La Pluma, (Escrito en Medellín el 9 de octubre de 2021).

Editado por María Piedad Ossaba