El monedero presidencial

“Cubrámonos, pues, con las máscaras. Utilicemos las mentiras”

“Gobernar es robar” se le escucha decir a Calígula, en la obra de teatro del mismo nombre del emperador romano, escrita por Albert Camus. Y más adelante, en la escena II del Acto III, el extravagante soberano que quiso poner como cónsul y sacerdote a su caballo Incitatus, dice: “Un tirano es un hombre que sacrifica pueblos a sus ideas o a su ambición”. El megalómano emperadorcito, que aspiró a tener una estatua en el Templo de Jerusalén para ser adorado por todos, también aparecía en monedas y se creía la reencarnación de Júpiter.

Leer obra completa formato PDF

A Calígula, como a muchos otros emperadores, reyezuelos, presidentes, dictadores, en fin, los enloqueció el poder. Y ni hablar de los figurines de por estas candentes tierras del trópico, donde hemos padecido desde folclóricos sátrapas hasta “mesías” a caballo. De ellos han dado buena cuenta novelistas, historiadores y otros cronistas.

Y aunque al presidente actual de Colombia (otros lo reducen a subpresidente y no le han faltado los apelativos de títere, marioneta, fantoche y decenas más) no lo afectan tantos delirios (¿o sí), o a lo mejor esté pensando en que le erijan estatuas en distintos parques y plazas, quién sabe, sí ha dado muestras fastidiosas de burlarse de sus súbditos, cuando no de ignorar sus protestas y desaprobaciones. Porque, como es vox populi, la antipatía alcanzada por este seudoestadista sí es monumental.

Lo que se ha notado es que parece afectarse poco por el desprecio que el pueblo le ha concedido. Y desdeña las revueltas provocadas por su pésimo gobierno. Tanta es su indiferencia por la gente sufrida y desahuciada de este país infernal, que no se sonrojó siquiera al nombrar como codirector del Banco de la República al tipo más detestado por las turbas airadas de Colombia, el exministro de Hacienda Alberto Carrasquilla, a quien precisamente los indignados del país obligaron a renunciar.

Y así, burla burlando (como el lobo se le iba acercando al asno), y tal vez como vindicta ante el retiro forzoso de la antipopular reforma tributaria, la misma que el paro nacional derrotó, el hombre de las “cabecitas” y el “surrungueo” electorero, el que igual, como sus antecesores, parece que muchas cosas acaecen a sus espaldas (como, por ejemplo, el que el Archivo Nacional quisiese sacar la autobiografía de la primera dama), digo que Duque se ha ido desquitando de la que él, sottovoce, seguro llama la plebe.

Qué pereza tanto pobretón —dirá para sí— que quiere oponerse a sus descaches y fantasías megalómanas. Y por no ser “monedita de oro”, que le guste a todo el mundo, seguirá amparándose en su posición y cargo para pasar a la historia, no por sus aciertos (¿tendrá alguno?), sino por sus actitudes de farándula vacua y su indiferencia ante los graves problemas del país, como son los de la riqueza mal repartida, el galopante desempleo, la aplicación de las “recomendaciones” del Fondo Monetario y la Ocde y un extenso catálogo de desventuras que afectan a casi todos los colombianos.

Si todos sus antecesores han mandado a acuñar monedas con su nombre, por qué él no, caramba. Y de ese modo sigue “pelando el cobre”. La elaboración de 1.409 monedas protocolarias, para efectos de relaciones públicas y recordatorio de eventos presidenciales, produjo un chispero. Moneditas de bronce con reborde de oro de veinticuatro quilates, con el nombre y firma del doctor presidente.

Y como se dijo desde el comienzo de su circense mandato, el ejercicio del poder de esta ficha neoliberal y oligárquica ha producido, además de rabias y desaprobaciones, muchas risotadas y chistes. Un programa de tv, un libro, tal vez continuará con la grabación de algún disco con su guitarreo insulso y otras barrabasadas han cultivado el humor popular, en medio de la represión, la sangre y los muertos en las manifestaciones.

Las moneditas de Duque despertaron ingeniosidades en redes sociales y en los corrillos. “Las monedas de Duque solo tienen bronce y oro porque la Dra. Karenabudi se robó la plata”, dijo el twittero Ferchofacho. Las monedas del presidente han sido calificadas como las “más devaluadas de la historia de la numismática” y como una “pigcoin”. Atentado contra la austeridad y apología del despilfarro.

Los memoriosos recordaron palabritas del entonces candidato Duque, cuando le dijo al diario La República, en 2018: “Lo primero que tenemos que hacer para recuperar la economía es eliminar el derroche del gobierno. Acabar con los gastos innecesarios, empezando por los suntuosos gastos en publicidad y eventos”. Demagogo y mentiroso el señor.

En la escena VI del Acto III, Calígula le dice a Querea: “Cubrámonos, pues, con las máscaras. Utilicemos las mentiras”. El poder suele usar antifaces, acostumbra a disfrazarse, utiliza artimañas a granel. Y miente. Tiene abrigos de piel de oveja para ocultar su “lobería”. Y como acontece por estas coordenadas, no solo roba y desgobierna, sino que hace lo que se le viene en gana. Hasta sacar moneditas. Muy devaluadas, por lo demás.

Reinaldo Spitaletta para La Pluma, 21 de septiembre de 2021

Editado por María Piedad Ossaba