García Moreno y la educación universitaria

El primer presidente que se preocupó por la educación en la naciente República del Ecuador fue Vicente Rocafuerte (1835-1839). Ante el impresionante analfabetismo nacional, la carencia de escuelas y colegios y una rudimentaria universidad, Rocafuerte estuvo claro en la necesidad de un sistema educativo público e integral, que debía partir de la primaria, a la que dedicó sus esfuerzos, incluso procurando extenderla en los campos, donde la clase terrateniente se resistió.
 
Debió llegar Gabriel García Moreno (1860-1865 y 1869-1875) para que se retome seriamente el tema educativo. El presidente y caudillo conservador tenía una sólida formación e incluso una rígida autoeducación, que cultivó desde su juventud. Obtuvo el doctorado en Jurisprudencia en la Universidad Central. Llegó a ser senador, presidente (alcalde) del Concejo Municipal de Quito y Rector de la misma universidad en la que se graduó. También tuvo la oportunidad de vivir y estudiar en Europa. En París hizo estudios en ciencias destacándose en matemáticas y química, siendo reconocido en academias científicas. Gracias a su formación, supo comprender el escandaloso atraso del país y, por tanto, como gobernante, dirigió sus acciones para sacarlo del estado de postración en el que se hallaba.
 

En materia económica, el “garcianismo” fortaleció las capacidades estatales y los recursos públicos, vigilados escrupulosamente; se construyeron caminos principales y secundarios, puentes, edificios, incluyendo el ferrocarril (abandonado en años posteriores y reiniciado por Eloy Alfaro); se autorizó el funcionamiento de los primeros bancos privados, a fin de sanear el régimen monetario existente; se fomentó el desarrollo del sector agrícola, que continuaba rudimentario y “colonial”; e incluso se pensó en la industria, que no debía ser materia del Estado, pero que nunca llegó a un país dominado por hacendados, comerciantes y banqueros.
 
El otro eje que el presidente consideró siempre como determinante y hasta prioritario para los cambios y el avance que requería el Ecuador fue la educación. García Moreno aseguró el fortalecimiento de un sistema público. Observó la necesidad de superar la formación clásica, basada casi exclusivamente en las humanidades, la filosofía y la teología. Ante la carencia de maestros, incluso laicos, puesto que los sueldos no atraían a nadie, optó por el respaldo de los Hermanos Cristianos para atender la primaria y de los jesuitas para hacerlo con la secundaria. Contrató profesores colombianos porque el país no tenía los suficientes. Por primera vez se introdujeron materias como ciencias naturales, química o física en la secundaria. Además, creó granjas agrícolas, un normal para indígenas en la Sierra a cargo de los Hermanos Cristianos y otro en la región amazónica a cargo de los jesuitas. Se preocupó por renovar la Escuela Militar. Y, desde luego, incluía la visión conservadora y religiosa, pues el presidente, por propias convicciones, consideró a la religión católica como un factor central para la identidad y unificación del país, tan dividido por razones geográficas, económicas, sociales y culturales.
 
El presidente García Moreno consagra Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús
 
Pero la reforma más importante ocurrió en la educación superior. Bajo la consideración de que la universidad (la única existente era la Central de Quito) solo entregaba médicos y una cantidad incontenible de abogados, García Moreno dispuso su disolución (las facultades pasaron a ser Escuelas Superiores) y en su lugar estableció la Escuela Politécnica, fundada el 27 de agosto de 1869, “destinada exclusivamente a formar profesores de tecnología, ingenieros civiles, arquitectos, maquinistas, ingenieros de minas y profesores de ciencias”. Se trató de una institución pública, gratuita y complementada con becas para estudios. El presidente estaba personalmente convencido que, sin educación universitaria rigurosa, sin la promoción de las ciencias, sin investigación científica, Ecuador no progresaría. Tenía una concepción adelantada frente a la visión usual de los ecuatorianos, encerrados en una geografía y un sistema social cuasi aislado del mundo, en el cual no solo el trabajo manual era despreciado por las elites dominantes sino los estudios sobre la naturaleza, considerados “poco nobles”.
 

La Politécnica se inauguró con una pléyade de jesuitas, cuya obligación no fue solo la enseñanza, sino la investigación científica. Entre ellos estuvieron los alemanes J. B. Menten, T. Wolf, J. Kolberg, E. Müllendorf, L. Dressel, A. Wenzel, C. Boetzkes, J. Epping, E. Brugier, L. Heiss, A. Clëssen, C. Honstteter, P. C. Faller, J. Elbert; y los italianos P. Sechi y L. Sodiro. Debían producir al menos 5 monografías (hoy diríamos “papers”), pero varios profesores avanzaron mucho más, pues dejaron para el Ecuador estudios pioneros sobre su geografía, minas, agricultura y suelos, zoología, botánica e incluso descripciones sobre las realidades sociales. En un país que, al decir de J. Kolberg, había estudiantes “no acostumbrados al trabajo”, la rigurosidad se impuso: alumnos a tiempo completo y exámenes de grado pormenorizados; no más de 15 faltas injustificadas en el año; exámenes finales públicos sobre todas las materias; para el grado de doctor o la recepción del diplomado, un tema a desarrollar, sin libros, en seis horas, y una vez aprobado, examen oral de grado por dos horas; para las carreras prácticas un problema a resolver; y para los doctores una disertación elaborada en dos meses. Era un contraste impactante frente a la otrora “libertad de educación” que decretó (1853) el general José María Urbina, que facultaba a los estudiantes no solo a escoger su carrera sino a asistir a clases libremente, lo cual solo trajo fracasos a la educación universitaria de la época.  
 
Con la presencia de los profesores extranjeros, fue posible el establecimiento del Observatorio Astronómico, único entre los países latinoamericanos. Además, en forma paralela, se fundaron: el Conservatorio Nacional de Música, la Escuela Nacional de Bellas Artes y Escultura, la Academia Ecuatoriana de la Lengua, la Escuela de Artes y Oficios.
 
 
 

 Observatorio astronómico, Quito
 
García Moreno fue el primer presidente que encaró el desarrollo del Ecuador en los términos de una modernización material, cultural y científica. Realizó una obra inédita y gigantesca para la época, que, sin embargo, se impuso con una tiranía represiva. Pretendía lograr orden, progreso y autoridad, de acuerdo con el pensamiento conservador del momento. Sin duda, el Concordato con el Papa, que hizo de la iglesia un aparato de Estado y convirtió a la religión católica en ideología nacional, así como la Constitución de 1869 que exigía “ser católico” para ser ciudadano, despertaron la reacción radical del liberalismo, que consideró que la soberanía se había entregado a una potencia extranjera y que las libertades habían sido aniquiladas. Un grupo de jóvenes liberales urdió el complot y García Moreno fue asesinado el 6 de agosto de 1875. El 15 de agosto de 1876 la Escuela Politécnica fue cerrada por el gobierno de Antonio Borrero. El país otra vez se estancó por años y se desarticuló la obra garciana. La nueva recuperación y progreso llegó con la Revolución Liberal (1895), que hizo otra transformación con la educación pública laica. Sin embargo, la Escuela Politécnica Nacional solo fue reinaugurada por el presidente José María Velasco Ibarra en 1935.
 
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Un siglo y medio atrás, un presidente conservador, ultrareligioso, autoritario y promotor del primer esfuerzo nacional por el desarrollo del país, tuvo clara la visión sobre el sistema educativo y en particular sobre la vida universitaria. El contraste con el presente se impone. No existe más una visión de conjunto, ni un proyecto educativo nacional y se perdieron las orientaciones sobre el papel de la educación universitaria. Desde 2017, bajo el inédito retroceso histórico que vive Ecuador, se ha consolidado un bloque de poder de tradicionales elites económicas y políticas, orientadas por la imposición de sus intereses privados en el Estado y sobre el conjunto de la sociedad, cuyas condiciones de vida y trabajo solo se han deteriorado.  
 
Juan J. Paz y Miño Cepeda para La Pluma, Ecuador 30 de agosto de 2021
 
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