La Legión Colombiana en Cuba

Entre Colombia y Cuba hay hechos literarios y musicales notables en una historia que es oportuno destacar en estos tiempos cuando hay una extensa ola de solidaridad con el pueblo colombiano que, en la calle, va replanteando su presente y el porvenir.

La relación de Colombia en lo musical no se limita a Cuba ni a una etapa de la historia cubana, pero la travesía de Pelón y Marín y de la Legión Colombiana fortalecen el horizonte de un pueblo que tiene mucho que decir, y que cantar.

¿Sabía usted que hubo colombianos peleando en la independencia de Cuba? ¿Sabía que la música cubana contiene unos cuantos aportes de Colombia?

Entre Colombia y Cuba hay hechos literarios y musicales notables en una historia que es oportuno destacar en estos tiempos cuando hay una extensa ola de solidaridad con el pueblo colombiano que, en la calle, va replanteando su presente y el porvenir.

Hay conexiones entre países que son prácticamente desconocidas, casi invisibles, porque  las han tratado de ocultar, de desdibujar en aras de separar a pueblos que tienen algo en común en lo histórico y en lo cultural.

Parecieran conexiones anónimas y fragmentadas a la manera del famoso poema del venezolano Aníbal Nazoa, “Punto y raya”: “Entre tu pueblo y mi pueblo hay un punto y una raya. La raya dice no hay paso, el punto : vía cerrada…” 

La musicalidad de Colombia es variada, sorprendente y rica. Su música interiorana es diversa. Guabinas, Valses, Canciones, Pasillos, Joropos y Bambucos son soporte muy importante aunque no el único, pero en ese soporte hay unos cuantos detalles que conviene apuntar. No se dice en vano que la música y sobre todo la canción popular es un espacio de privilegio para enmarcar la historia.

De Bambucos

El Bambuco, por ejemplo, fue el primer  género musical popular suramericano que accedió a un estudio de grabación, y lo hizo en México en 1908, con una diferencia corta de meses en relación a la grabación que hiciera en 1907 el dueto mexicano Ábrego y Picazo (Jesús Ábrego y Leopoldo Picazo) de “Tristezas” primer bolero americano, de José Pepe Sánchez, de Cuba. Por cierto, no lo titularon “Tristezas” sino “Un beso” y alteraron partes de la letra original.

Un beso. Dueto Ábrego y Picazo

Tristezas, Trio Embajadores de Cuba

El investigador cubano Rodolfo de la Fuente Escalona ha estudiado con detalle la trayectoria caribeña del Bambuco. Él y los colombianos Hernán Restrepo Duque y Fabio Betancur han aportado datos muy esclarecedores, al igual que Helio Orovio, Argeliers León y Leonardo Acosta, de Cuba.

Por el esfuerzo de todos ellos, y de muchos más, fundamentalmente en Colombia, sabemos hoy que el Bambuco incidió en el desarrollo de la Trova Tradicional Cubana y en la obra de autores como Miguel Matamoros, Gumersindo “Sindo” Garay, María Teresa Vera, Manuel Corona, Alberto Villalón y Rosendo Ruiz, quien compuso mas de 20 de ellos.

“El enterrador”, interpretada por Antonio Jijón. Ecuador 1912

El primer Bambuco grabado fue “El enterrador” el cual se ha atribuido a una cantidad importante de autores y compositores que van desde Francisco Garas a Victoriano Vélez, pasando por Julio Florez.

La primera grabación del legendario bambuco la hizo el dueto “Pelón y Marín”, conformado por Pedro León Franco (Pelón) y Adolfo Marín, ambos de Medellín, y ambos sastres, como sastre era el trovador santiaguero Pepe Sánchez.

“El enterrador” se grabó en 1908 pero en 1907 Pelón y Marín habían llegado a Santiago de Cuba, pasando a La Habana y posteriormente a México, nación a la que arribaron en compañía de Alberto Villalón y Luis Casas Romero. Por cierto, en esa época, según las exhaustivas investigaciones del hombre de radio, investigador y escritor cubano Oscar Luis López, se habla de la influencia del Bambuco colombiano en la Criolla cubana creada por Casas Romero, la cual, a su vez tiene que ver con el complejo de la Clave en tanto que instrumento, coro, canto y baile. En esa investigación hay constancia del viaje de Casas Romero a México, aunque López no dice en compañía de quienes.

Aporte de Pelón y Marín fue cimentar en Cuba y en México el bambuco, el cual con algunas modificaciones dio como resultado ritmos de raigambre cultural en cada uno de esos pueblos. Al respecto el estudioso Hernán Restrepo Duque, decía: “Entre 1907 y 1908, Pelón y Marín se fueron a la Habana llevándose pasillos y bambucos que fueron un éxito y que grabaron luego en México y circularon en toda América”. 

Hasta el momento se conocen 39 grabaciones de Pelón y Marín.  Jaime Rico Salazar y  William Ponce se han preocupado en su difusión, el primero las documentó en su libro La Canción en Colombia y el segundo, un coleccionista, por poseer en pastas originales dichos títulos. 

Los Legionarios

Como una gran paradoja que se nos cruza en el camino para reafirmar cómo nos vamos nutriendo de lo mismo, la música interiorana de Colombia, y sus personajes protagónicos tienen mucho que ver con la historia musical de Cuba, la isla clave del Caribe.

Por ejemplo, se sabe que en 1854 estuvo en Santiago de Cuba el músico colombiano Santiago Pujols, quien llegó a ser Maestro de Capilla de la Catedral de la ciudad, y lo fue en dos oportunidades: de 1845 a 1854 y luego de 1858 a 1861.

Pablo Hernández Balaguer, en su estudio acerca de la música de Capilla en la catedral de Santiago de Cuba afirma: “Los más antiguos testimonios sobre la presencia de la música en Cuba proceden todos ellos de la catedral de Santiago. Y aunque no todos han podido ser documentalmente demostrados, como son algunas noticias del siglo XVI, hemos de aceptarlas hasta tanto se realice la investigación a fondo que permita distinguir lo cierto de la leyenda”. 

Se sabe también que en 1870, en los albores de 1871, llegó a Cuba un barco llamado “Hornet”, cargado de voluntarios colombianos que iban a luchar por la independencia cubana. Fue la llamada “Legión colombiana”, y  el hecho está narrado en documentos de Defensa de España de la siguiente manera: “Había partido a las seis de la tarde del 31 de diciembre del puerto de Colón (Panamá/ Colombia), desde el que se dirigió a Nassau para aprovisionarse de carbón. Unos días más tarde se trasladó a aguas cubanas, donde consiguió desembarcar en Punta Brava, en la bahía de Manatí, uno de los mayores contingentes de expedicionarios y armas de toda la contienda. El vapor bordeó prácticamente toda la costa oriental de la isla en busca de las señales acordadas para efectuar el desembarco, y en su travesía fue avistado por el cañonero español Yumurí, hacia las cinco de la tarde del día 7, frente a Punta Guinchos, a unas dos millas de Puerto Padre. Tras una corta persecución, en la que el cañonero llegó a hacerle dos disparos de cañón que no le alcanzaron, el Hornet consiguió escapar y dirigirse a la bahía de Manatí, en cuya ensenada entró hacia las once de la noche del mismo día 7. Tras un primer desembarco de reconocimiento, realizado en un bote por los dirigentes Agüero, Mosquera, Castrillón y el colombiano José Rogelio Castillo, una hora más tarde se comenzó a efectuar el desembarco de toda la tropa y el material transportado, compuesto por 60 colombianos, cuatro cubanos y un teniente de artillería alemán, que componían la denominada Legión Colombiana, mandada por el conocido General OʼRyan…” https://publicaciones.defensa.gob.es/media/downloadable/files/links/r/h/rhn_suplemento-n-22.pdf (página 29).

Por su parte EcuRed, con base en documentos militares de Cuba, indica: 

El vapor “Hornet”, había sido buque de guerra de las fuerzas del Sur durante la Guerra de Secesión de Norteamérica, con el nombre de “Lady Sterling”, y  fue adquirido en 1869 por la entonces Junta Republicana de Puerto Rico y Cuba, de Nueva York, a un costo de $60 000. 

Se intentó armarlo en corso y realizar varias misiones con el mismo, pero todas fracasaron. Era un vapor de 240 pies de eslora, 26 de manga, 24 de calado, con una capacidad de 1800 toneladas y una velocidad de 16 nudos; tenía 2 máquinas con 4 calderas y 2 chimeneas; desarrollaba 400 caballos de fuerza; poseía ruedas de paletas móviles y 2 palos aparejados para velas, por lo que era un barco moderno de gran velocidad. El costo de la expedición fue de $ 163 000. 

Trajo un cargamento compuesto por 100 fusiles remington, 1000 carabinas spriengfield, 200 fusiles sharp, 200 revólveres con su parque, 2 cañones de montaña, de bronce, un millón de tiros, 24 espadas, 20 cajas de machetes, 2 toneladas de pólvora, 200 monturas, ropa, zapatos, medicinas y otros pertrechos. 

El “Hornet” salió de Nueva York el 9 de diciembre de 1870 rumbo a Nassau, en las Bahamas y luego siguió hasta Colón, en Panamá, donde recogió la expedición. De allí zarparon rumbo a Cuba el 31 de diciembre de 1870, atravesaron el Paso de los Vientos. Cuando estaban al Norte de Puerto Padre, en la costa Norte de Oriente, fueron atacados por la cañonera española Yumurí, de la que logró evadirse por su mayor velocidad. 

Llegaron a Punta Brava, al Norte de Manatí, en la costa Norte de Oriente, el 7 de enero de 1871 desembarcaron sin contratiempos, y el alijo se realizó entre las 01:00 y las 05:00h del día 8. El coronel Ryan al no encontrar apoyo en tierra, decidió no desembarcar él, por lo que la responsabilidad militar en tierra la asumió el comandante Melchor. 

Posteriormente, los expedicionarios fueron atacados por tropas españolas y cayeron en poder de estas parte de los mismos y gran parte del cargamento; el resto del personal, 34 hombres, logró incorporarse a las fuerzas del general Vicente García. El “Hornet” logró retirarse pero tuvo que refugiarse en Port au Prince, Haití, vigilado por los españoles. En enero de 1872 fue vendido en los Estados Unidos por $25 000. Cambiaría su nombre por “Cuba”.

https://www.ecured.cu/Expedicion_Hornet_de_Melchor_Aguero

José Rogelio Castillo

Nacido en Popayán, Colombia, el 19 de marzo de 1845, José Rogelio Castillo alcanzó el grado de capitán en el ejército de su país natal al cual sirvió hasta 1867. Sería en un viaje que hizo a Panamá donde conocería a Francisco Javier Cisneros, quien le invitó a unirse a la causa cubana. En el Ejército Libertador cubano alcanzaría el grado de general. Falleció en La Habana el 21 de septiembre de 1925. 

Vinculado a José Martí, Carlos Manuel de Céspedes (llegó a ser su escolta), Calixto García y Máximo Gómez, entre otros, José Rogelio Castillo ( o del Castillo como también aparece registrado) estuvo presente en la histórica protesta de Baraguá. Participó en las tres guerras de Independencia de Cuba, e incluso en una de ellas fue hecho prisionero y llevado a África, de la que retornó en 1883.

La importancia de este colombiano en la historia independentista cubana puede medirse por los escritos que José Martí le dedicó.

Este payanés, colaboró intensamente con José Martí en la organización de los clubes de emigrados, la recaudación de dinero y la comunicación entre los jefes cubanos del exterior. En esta labor acompañó a Gómez y Maceo para reunirse con Martí en Nueva York (1884). El tono de estos párrafos de una carta de Martí es bien diciente del aprecio del Apóstol:

Diciembre 9 de 1893. Sr. Rogelio Castillo.

“Mi querido Rogelio: Habré parecido a Vd. descuidado. No ha sido descuido sino angustia, y un abatimiento -por fortuna ya pasado— que Vd. mejor que nadie debe comprender […] (a quién atenderé yo, sin excepción alguna, con más estimación y cariño de hombre a hombre, que a Vd.? ¡Ojalá me sea dado, en campo abierto, mostrármele digno de quererle así, y revelarle las condiciones que me permiten entender sus méritos y premiárselo como se lo premio! Callo por no parecer verboso”.

En Patria, bajo el título “Dolor injusto”, Martí se refiere a del Castillo:

“No tuvo Cuba en sus días verdaderos, en los días únicos de su historia que puedan recordase sin rubor, hijo más fiel que el que nos vino de Colombia y echó raíces en Cuba por su sangre y por su matrimonio, que el teniente coronel José Rogelio del Castillo. Por su fidelidad y serena bravura, por su desinterés y juicio lo amaron sus compañeros de batalla; por el decoro del hogar que con su trabajo levantó en el destierro, por el tesón y la pureza singulares de su vida, por el calor de su corazón, y su abnegación de sencillez sublime, lo aman como a un hermano los que lo ven vivir en esta tregua desasosegada. Ahora en el Cayo, afligido, ha cerrado los ojos la pobre compañera. Las hijas, casi recién nacidas, no quedarán sin madre. El que ayudó a hacer un pueblo es dueño de todas sus casas”.

José Rogelio del Castillo Zúñiga (Popayán, 1845-La Habana, 1925).

Pues bien, José Rogelio Castillo, el internacionalista que llegaba a Cuba procedente de Popayán era músico y músico cultor del bambuco.  Rogelio Castillo llegó a fundar en Santiago de Cuba una Banda de Música a la que llamó “La Libertad”, que tocaba recaudando fondos para la guerra de Independencia.

Se sabe también que para 1897 ya había Bambucos y Pasillos impresos en la Revista Musical de Cayo Hueso.

Hay pruebas que señalan cómo en Cuba para 1914 se componían temas en aire de “colombianas“ ( o Bambuco). 

El Bambuco de Colombia prendió en Yucatán, México, con tal fuerza que todavía hay en Mérida un Festival Internacional del Bambuco. Por lo mismo resulta interesante conocer que para la primera década de 1900 viajó a Cuba la cantante mexicana Esperanza Iris y cantó algunos bambucos, y que en 1907 Cuba recibió con júbilo a Julio Flórez, el reconocido poeta colombiano, autor de “Mis flores negras” .

De la música colombiana más allá del Bambuco es mucho lo que hay que decir y que escuchar, tanto como el afecto demostrado por los músicos de todas las latitudes hacia el único país suramericano con costas en los dos océanos.

La relación de Colombia en lo musical no se limita a Cuba ni a una etapa de la historia cubana, pero la travesía de Pelón y Marín y de la Legión Colombiana fortalecen el horizonte de un pueblo que tiene mucho que decir, y que cantar.

Lil Rodríguez

Editado por María Piedad Ossaba

Fuente: teleSur, 28 de  mayo de 2021