“ AL OTRO LADO DEL MIEDO ESTÁ EL PAÍS QUE SOÑAMOS”: Mujeres y feministas en el Paro Nacional del 2021

Otro asunto importante que se suma a las exigencias del comité de paro y de las feministas es la renta básica universal, priorizando a las mujeres que sufren con más fuerza el desempleo y la desigualdad.

En esta gran movilización se identifican claros signos del renacer y fortalecimiento de la protesta social y del protagonismo que han asumido varios sectores poblacionales. Los más visibles son los/las jóvenes: muchachos/as de sectores populares, des-empleados, sin formación académica o con precaria instrucción para el trabajo y que proceden de hogares con múltiples precarie-dades; aquellos vinculados a la economía informal y que tienen empleos mal remunerados, sin acceso a la seguridad social y es-casa estabilidad laboral; los politizados que cuentan con experiencia en organizaciones de base, estudiantiles y sindicales o en movimientos que promueven las identidades étnicas, de género, que defienden el medio ambiente y aquellos que se reincorporaron con el proceso de la Habana y que mantienen su filiación política con el partido y las organizaciones conformadas por varios de ellos. Un grupo no menos importante lo constituyen los milicianos de diferentes grupos armados, ya sea con ideología política o con otros intereses.

No obstante, en este artículo nos interesa identificar los principales cambios y continuidades de la participación de las mujeres en la “explosión social” (1) que ha vivido Colombia, desde el 28 de abril de 2021. A ellas también las moviliza la rabia, la indigna-ción y el deseo de cambio que se expresa en esta coyuntura y, por eso, acompañan “la rebeldía y la resistencia del pueblo”. Somos conscientes de que un sector importante de mujeres no ha parti-cipado del paro y ha desplegado su influencia en cargos de poder y medios de comunicación para expresar su oposición a esta ex-plosión social. Varias de ellas defienden posturas conservadoras y tradicionales y continúan sosteniendo el statu quo, a pesar de sufrir las mismas discriminaciones de sus congéneres. Esta contra movilización es fundamental para comprender el apoyo que tiene la represión que han sufrido los manifestantes por parte de la fuerza pública, pero en esta oportunidad dedicamos atención al activismo que emerge en apoyo al paro nacional y que ha generado gran expectativa en el mundo.

Por lo anterior, se hará énfasis en los rasgos de ese protagonismo en las acciones colectivas que tienen lugar en el espacio público de diferentes ciudades del país y se presentarán evidencias de la constitución de las mujeres y las feministas como un actor fundamental para la continuidad del paro. Aclaramos que las re-flexiones sociológicas que presentamos en este artículo incluyen las observaciones de sus autoras, algunas presentaciones públicas realizadas en varios eventos académicos y percepciones y opiniones de 25 personas consultadas para esta indagación, vía WhatsApp. Entre estas hay estudiantes universitarios/as de pregrado, maestría y doctorado en Cali y en el exterior (España, Alemania, Estados Unidos, Inglaterra), además de integrantes de todas las líneas de diferentes puntos de concentración de Cali.

Entre los/as profesionales consultados hay sociólogos/as vinculados a ONG, el sector público, centros de investigación y profesores/as universitarios/as que ejercen en Bogotá, Medellín, Cartagena y Cali; enfermeras, comunicadoras sociales, economistas, ingenieras ambientales, biólogas, además de personas dedicadas a diferentes oficios en Colombia y en el exterior. Varios de ellos/as son activistas y están muy vinculados/as a diferentes actividades del paro. Respecto a sus edades, algunos apenas llegan a la mayoría de edad mientras otros superan los 60 años y cuentan con una experiencia organizativa en sindicatos y otras organizaciones sociales, redes, alianzas y movimientos sociales. En este universo hay mujeres y varones cis género, mujeres trans, lesbianas y hombres homosexuales. A todos/as les agradecemos sus opiniones porque resultaron fundamentales para la comprensión de lo que ocurre en Colombia.

Las preguntas que respondieron los/as entrevistados fueron:

1) En la movilización de los últimos días, las imágenes que circulan en las redes sociales muestran el protagonismo de las mu-jeres, ¿en su opinión, en qué actividades se destacan más? 2) Si pudiera identificar algunos rasgos del liderazgo de las mujeres en el paro nacional, ¿cuáles serían? 3) ¿cómo la organización en la que participas está vinculada a las movilizaciones? 4) Solo para las feministas: ¿cuáles son las reivindicaciones o demandas de las mujeres que más se recogen en la explosión social de los jóve-nes manifestantes? Sus respuestas fueron enviadas en audio o en mensajes de texto y se procesaron de forma artesanal, dado que la muestra no está configurada y atiende a intereses académicos por captar percepciones sobre la coyuntura, utilizando contactos personales de las investigadoras.

El artículo está estructurado en tres partes. En la primera identificamos las principales intersecciones entre la utopía femi-nista que se expresa en el ciclo de protesta que viene desde 2019, que tiene raíces en la campaña global contra el acoso sexual Me Too y la acción internacional contra el feminicidio Ni una más y la rebeldía juvenil que se ha expresado en la última explosión social del mismo período (noviembre de 2019 y abril-mayo de 2020). En la segunda parte se describen los escenarios donde tie-nen protagonismo las mujeres durante esta movilización. Se re-salta la especificidad de sus repertorios de acción, sobre todo de aquellos que derivan de la experiencia organizativa de mujeres y feministas y que aprovechan el reconocimiento y el estatus de las madres. La tercera parte muestra la construcción de una hipótesis de trabajo que resulta del análisis de esta coyuntura (abril-mayo de 2021) y de las conexiones que se pueden establecer con las movilizaciones de 2019 y 2020, en las que fue central la denuncia de las feministas para visibilizar la violencia contra las mujeres y, principalmente, el acoso, el abuso sexual y los feminicidios. Aquí también se presentan las principales conclusiones del trabajo.

1. Intersecciones entre la utopía feminista y la rebeldía juvenil en la explosión social que detonó el paro nacional en Colombia

Desde sus inicios el movimiento feminista global se ha opuesto al militarismo porque lo considera el principal soporte del sistema patriarcal. En el caso colombiano esta oposición se expresa en la condena de la violencia sexual y otras prácticas de los militares que convierten el cuerpo de las mujeres en botín de guerra; en su insistencia para que se reduzca el presupuesto militar y en el rechazo del reclutamiento forzado y del servicio militar obligatorio. Al tiempo, este movimiento ha respaldado los diálogos y la negociación con actores armados, incluyendo la perspectiva de género en los acuerdos de paz. Todas sus acciones para lograr estos objetivos les han permitido renovar y fortalecer el currículo feminista, sobre todo en la explosión social que empieza en 2019 y se prolonga hasta el Paro Nacional de abril y lo corrido de mayo de 2021.

Para la construcción de una sociedad en paz, democrática, justa y equitativa el movimiento feminista ha convocado a otros actores que también rechazan el belicismo y las prácticas asociadas a la militarización. Trabaja de la mano con las víctimas del conflicto armado, que exigen verdad, justicia y reparación; con las organizaciones de afrocolombianos e indígenas, que defien-den la autonomía en sus territorios; con las víctimas de violencia sexual, que reclaman justicia y seguridad para vivir sin miedo y disfrutar del espacio público. Con las demás organizaciones de mujeres se vincula para ampliar los derechos sexuales y re-productivos y para condenar el sexismo, la violencia contra las mujeres y la demanda por mayor seguridad para vivir sin miedo; eliminar la discriminación basada en género en el empleo y para ampliar la participación política formal, además de exigir la ga-rantía de los derechos fundamentales.

En concordancia con las solicitudes de otros manifestantes, para ellas es central la reducción de las brechas de desigualdad socioeconómica y de los privilegios de clase, los étnico-raciales y de género, así como la protección del medio ambiente y la ri-queza cultural de nuestro país. Por ello, exigen al Gobierno que formule un plan nacional de rescate social y económico de la juventud, que garantice los derechos a la educación y la salud de calidad, a la vivienda y el empleo dignos, que desarrolle un modelo tributario progresivo y equitativo y que respete el acuer-do final para la terminación del conflicto firmado en 2016. Ante la sistemática violación de los derechos fundamentales por parte de la Fuerza pública, exigen protección para los ciudadanos que protestan y, por ello, proponen la desmilitarización de las ciuda-des, el desmonte del Esmad y la reforma civilista de la Policía.

Juntos/as están elaborando pliegos en los barrios alrededor de las ollas comunitarias, en asambleas populares y otros espa-cios de diálogo, pero como actor político autónomo reclaman la inclusión o la conciliación de las reivindicaciones feministas históricas. Por lo anterior, en sus acciones colectivas se vislumbra la fuerza y el ímpetu de sus activistas, de organizaciones sociales, culturales y políticas de diferentes sectores (estudiantes, artistas, populares-comunitarias, afrocolombianas e indígenas, reincorporadas, feministas, profesionales, jóvenes; de diversida-des sexuales y trans, defensoras de derechos humanos, consejeras territoriales, ediles, trabajadoras domésticas, víctimas del conflicto armado, trabajadoras sexuales, sindicalistas, adultas mayores, mujeres privadas de la libertad y discapacitadas, entre otras) que, sistemáticamente, exigen cambios sociales, culturales y políticos al Estado y a la sociedad.

Así mismo es evidente el apoyo y la solidaridad que han lo-grado las mujeres no organizadas para sostener acciones colectivas y participar en la protesta. En su análisis de este tipo de movilización Fraser (2009) encontró que lo que se inicia como un movimiento contracultural radical pasa, en la actualidad, a convertirse en un fenómeno social de masas de base amplia, que atrae a mujeres no organizadas pero que también moviliza inte-reses de clase, étnicos, nacionalistas y de ideología política. Para esta autora, las ideas feministas se han difundido con amplitud global desde los años 1970 y con particular fuerza en las últimas décadas, lo que ha sido facilitado por el internet y las redes so-ciales. Así, “el efecto no sólo fue el de ampliar enormemente las filas de activistas, sino también remodelar las percepciones lógicas de la familia, el trabajo y la dignidad” (p.96).

Ahora bien, la negociación que proponen las feministas con los demás manifestantes del Paro Nacional no ha sido fácil. Los/ as líderes tradicionales se resisten a incorporar sus demandas, bien porque las consideran radicales, peligrosas, desviacionistas, utópicas, inmorales o porque, según ellos, son inapropiadas para el momento político.

Sin embargo, los sucesos de estos días en Colombia revelan una interesante intersección de temas que es-tán siendo debatidos por varios actores, que refleja la influencia del feminismo en la construcción de esa agenda de negociación y, sobre todo, en el modo en que se negocia con el Estado, se estructura un movimiento social diverso, incluyente, legítimo y democrático. Esto es inédito en el país y las evidencias permiten constatar esa novedad en el uso de repertorios con los que se manifiestan. Pero esto lo desarrollamos en el siguiente punto, donde se presentan evidencias del fortalecimiento de este actor político clave en la explosión social que emerge en Colombia y que se constata por los medios de comunicación y, principalmente, por las redes sociales.

Para retomar la reflexión sobre la intersección de las agendas de feministas y de jóvenes es preciso señalar que las primeras tienen una amplia experiencia organizativa y han integrado en su proceso político repertorios de acción y símbolos que marcan un avance hacia una sociedad más equitativa y justa para la diversidad de hombres y mujeres en el país. Cuando gritan “las mujeres no parimos ni forjamos hijas e hijos para la guerra”, exigen ser tratadas como ciudadanas y denuncian que no son botín de guerra, expresan su rechazo a la militarización de las ciudades y a la represión de la protesta. Antes denunciaban las violencias contra los cuerpos femeninos y feminizados en el marco del con-flicto armado y ahora se oponen a aquella que ejercen miembros del Esmad y la Policía contra los manifestantes. Bajo esta idea demandan más seguridad y cuidado colectivo que se refleja en la consigna “el Estado no me cuida, me cuidan mis amigas”.

Su marco de significado no ha variado, pero a este le han sumado varias insignias que las identifican, que son visibles en las marchas, los bloqueos, los plantones y concentraciones. El pañuelo morado, el símbolo de venus y las camisetas con alusiones a los derechos de las mujeres engalanan a las participantes de los espacios promovidos en el Paro Nacional. Estos símbolos y el lenguaje incluyente se trasladan a murales, proyecciones y comunicados; lo que no es un dato menor, dado que estos guardan relación con sus exigencias. Sus luchas por la justicia de género, los derechos humanos y por una vida libre de violencias, etc. encajan y se sintonizan con las demandas de los/as manifestantes responsables de la efervescencia social que hoy se expresa en las calles.

Este fortalecimiento de la agenda feminista también guarda relación con su participación en las movilizaciones nacionales de los últimos años, en especial las del 25 de noviembre de 2019 en varias ciudades del país, donde se hicieron virales los performances ‘Un violador en tu camino’ elaborado por LasTesis, un colectivo universitario chileno. Este escenario permitió visibilizar las violencias contra las mujeres, el miedo y la zozobra que sufren en la calle y el espacio público. Así mismo, puso en la agenda pública sus necesidades y exigencias en torno a la formulación de políticas públicas diferenciadas y la creación de instituciones públicas que garanticen sus derechos.

Ahora bien, las feministas saben “capotear” las prácticas de estigmatización que han utilizado las élites masculinas o aquellos grupos con poder para descalificar sus reivindicaciones y, en este momento, aportan esa experiencia a los manifestantes para que no desistan de sus ideales y continúen insistiendo en de-rrumbar los cimientos patriarcales que sostienen las inequidades, las injusticias y mantienen los privilegios de los varones, de los ricos y de los blancos. El feminismo parte de un proyecto emancipador más amplio, en el que la lucha contra las injusticias de género está ligada a la lucha contra el racismo, el imperialismo, la homofobia y el clasismo, que exige transformar las estructuras profundas de la sociedad (Fraser, 2009). Por eso esperan que esta oportunidad aseste un golpe fuerte al patriarcado y empiezan a darlo al ampliar y cualificar su participación como delegadas en los comités de paro y a partir de allí han integrado las demandas de género al pliego general. En el punto 5 de este se incluyó la “No discriminación de género, diversidad sexual y étnica”. Sin embargo, como en otros espacios políticos, en este están infrarrepresentadas.

Para hacer frente a esta baja representatividad, cerca de 500 feministas de 173 organizaciones construyeron sus propuestas para aportar a la situación social que atraviesa el país basándose en los planteamientos de Nancy Fraser sobre la redistribución, el reconocimiento, la representación y la igualdad como medidas para proteger y garantizar una vida libre de violencias. Señalan que el Comité de Paro “no es suficiente para representar a las feministas” (Peláez, 2021). Por ello, complementan y plantean demandas propias basadas en el diálogo, el fortalecimiento de la democracia y el cuidado de la vida. Dentro de sus exigencias se encuentra la negociación con todas las fuerzas sociales y po-líticas del país, una renta básica universal que priorice a las mu-jeres, la reducción de las desigualdades y las brechas de género, la justicia ante las violaciones de DDHH en el marco del Paro Nacional, especialmente violencias contra las mujeres y la refor-ma a la seguridad.

Situación similar ocurrió en noviembre de 2019 cuando se produjo un documento con enfoque de Derechos Humanos de mujeres diversas, que complementaba las demandas expuestas por el Comité de Paro. En este se exigía el acceso a los derechos humanos de forma diferencial para las mujeres, su participación en la implementación del acuerdo de paz firmado en 2016 y la eliminación de las violencias sexuales y de género (Gaitán, 2019).

2. Tránsitos femeninos y feministas hacia nuevas formas de acción colectiva y repertorios de acción

Desde hace varios años las mujeres y las feministas exponen sus demandas con prácticas disruptivas, formas alternativas y contenidos que politizan la esfera privada y movilizan prácticas culturales, de cuidado y artísticas, que fortalecen sus apuestas como movimiento. En este paro esa riqueza de los repertorios de acción que están ensayando se amplía para contribuir a la redefinición de espacios políticos y a la transformación de las instituciones tradicionales.

Las mujeres y feministas que están en las principales ciuda-des son las que han tenido mayor eco en el desarrollo de accio-nes colectivas y en la construcción de agendas propias, dadas las condiciones geográficas donde se desarrolla con mayor fuerza el paro nacional. Sin embargo, las mujeres rurales (indígenas, afrodescendientes y campesinas) que hacen parte de los procesos so-ciales y comunitarios, también participan en esta coyuntura y se manifiestan en sus territorios y en las carreteras. Los liderazgos comunitarios tienen presencia sobresaliente de mujeres que han venido formándose en escuelas políticas y de empoderamiento con enfoque feminista, por lo que cuentan con gran cualificación para liderar en escenarios de diálogo y negociación con actores institucionales.

Todas ellas aportan en la organización de acciones colectivas que permiten aprovechar la estructura de oportunidades políticas: gestionan apoyos y consiguen recursos, fortalecen o crean relaciones con aliados poderosos, hacen visibles las reivindica-ciones y exigencias del paro ante nuevas audiencias, toman la vocería en los diálogos con el gobierno local y nacional, denuncian la victimización que sufren los manifestantes y contrarrestan la estigmatización de la que estos son objeto por parte de los medios tradicionales y las autoridades.

A continuación enunciamos los espacios de participación más importantes en esta coyuntura, que involucran la creación de acciones colectivas y repertorios de acción o la renovación y ajuste de otros que permiten tejer alianzas y redes, entre la diversidad de organizaciones que conforman los movimientos feministas y de mujeres.

a) Soporte emocional y material. El trabajo de cuidado se traslada de la casa a la barricada

La protección de la vida de los jóvenes de la primera línea se ha convertido en una de las tareas fundamentales para las madres biológicas y para aquellas que asumen el maternaje, en el sentido propuesto por Sara Ruddick (1990), en Maternal Thinking. Toward a Politics of Peace para referirse a los cambios en la forma en que se vive la maternidad. En los puntos de concentración, ellas asu-men sacrificios emocionales y exponen su propia vida por sus hijos y vecinos. Reconocemos que también hay padres cuidando a sus hijos, no obstante, es visible la autoridad que tienen las madres para organizar el trabajo de cuidado: cocinar, limpiar, ordenar, atender enfermos, dar ánimo, contener la angustia y la rabia, disminuir las tensiones, etc. Ellas deciden el menú del día, definen tareas para la preparación de los alimentos, distribuyen equitativa y oportunamente la comida y la hidratación indispen-sable para los/as muchachos/as de la primera línea. También se encargan de la recolección de alimentos e insumos médicos y proporcionan primeros auxilios para los lesionados durante los enfrentamientos con el Esmad y la Policía.

Los medios resaltan su labor porque con estas tareas siguen representando los roles domésticos feminizados, que responden a las virtudes de obediencia, castidad y amor. Sin embargo, man-tener el fogón, tomar decisiones para alimentar a los/as manifes-tantes y proporcionarles confianza adquiere un sentido político trascendental. Alrededor de la olla comunitaria se conversa sobre la vida nacional, se aconseja y se aprende sobre la situación social y política colombiana y de otros países. Estas ollas son impulsa-das por mujeres adultas y adultas mayores de barrios aledaños y desarrollan una importante labor de contención emocional con la palabra, los consejos, el llamado a la prudencia y la paciencia.

b) Maternidad politizada

Cuando nos referimos a la politización de la maternidad alu-dimos a la fuerza con la que actúan las madres durante la protes-ta, aprovechándose de su estatus simbólico y del reconocimiento que la sociedad les otorga. Sus acciones están orientadas a exigir el respeto por la vida, la búsqueda de los/as desaparecidos/as y la justicia para quienes fueron asesinados. Este rol es diferente al que expusimos en el punto anterior, porque aquí la condición maternal no está referida, necesariamente, a las virtudes de abnegación y sacrificio que se exigen a las mujeres, sino que se ha ido forjando en la práctica política, en algunos casos mientras politizan el dolor y hacen el duelo colectivo por las víctimas. En la consigna “No parimos, no sangramos, no sufrimos, para que el gobierno nos arrebate nuestra razón de ser” se percibe bien esa politización.

Entre las acciones emprendidas en este paro destaca la mar-cha de las madres y comadres de Cali y el Pacífico realizada en Cali. En esta participaron mujeres diversas, disidencias sexuales y de género, acompañadas de otros sectores sociales; emplearon sahumerios para armonizar, entonaron cánticos, lanzaron manifiestos y se protegieron con mándalas.

También sobresale su participación en la primera línea (véase Foto 1), identificándose como madres. Lo han hecho a partir de los atropellos y la violencia policial que sufren los y las jóvenes en las barricadas. Los/as jóvenes se encapuchan, pero su papel es más de defensa que de confrontación. En algunos carteles se reconoce su labor con la consigna: “El Estado no me cuida, me cuidan las madres de primera línea”, en estas acciones asumen un rol maternal de cuidado de la vida de los y las manifestantes sin que, necesariamente, tengan una filiación familiar con ellos. Aunque se ha vuelto viral el caso de las madres de primera línea del Portal de las Américas en Bogotá, que usan escudos de madera para proteger a la multitud que participa de las manifestaciones, hay madres de primera línea en varias ciudades.

Foto 1. Las madres de la 1ª línea en Pasto. Foto tomada por Alberto Acevedo

c) Mujeres en las primeras líneas, alineadas con la resistencia

Hay mujeres jóvenes que hacen parte de la primera línea y asumen los mismos roles de los varones. Dada la diferencia con la acción que emprenden las madres es importante aclarar que las jóvenes de la primera línea avanzan adelante en las marchas, están detrás de las barricadas en los puntos de resistencia y se encargan de enfrentar los ataques de la Policía y el Esmad. Esta línea está conformada, sobre todo, por hombres pero las mujeres también participan en la construcción de barricadas, con los elementos que tienen a la mano; hacen labores de vigilancia y de protección de los puntos, se arman de piedras, sostienen un escudo y repelen la acción del Esmad. En varios puntos toman la iniciativa y no esperan órdenes, actúan de acuerdo con las circunstancias.

d) “Si tocan a una, respondemos todas” No más violencias contra las mujeres

Como señalamos en el primer punto, las acciones que las feministas emprenden en esta coyuntura están ligadas al ciclo de protestas que inició en 2019 cuando tuvieron gran protagonismo al denunciar los abusos de la Fuerza pública, en los casos de una niña indígena violada por varios soldados y el acoso y abuso sexual contra una mujer policía por parte de sus superiores, entre otros. También cuando volvieron virales las campañas Me Too y Ni una más o Ni una menos que crearon una protesta global contra el acoso, el abuso sexual, el feminicidio y otras formas de violencia contra las mujeres, que a pesar de las denuncias seguían en aumento y sin justicia para las víctimas. En ese momento tomó fuerza el performance que convocaba a más mujeres a dramatizar “Un violador en tu camino”. Una denuncia de la violencia sexual y su perpetuación como práctica machista auspiciada por el silencio estatal (“El Estado opresor es un macho violador”) y la mojigatería de una sociedad que justifica el acoso sexual, por-que supuestamente las mujeres lo propician (“El patriarcado es un juez que nos juzga por nacer, y nuestro castigo es la violencia que no ves”).

En el marco del paro nacional de 2021 las feministas retoman la Canción sin miedo de Vivir Quintana, que se ha convertido en un emblema del feminismo, y la acondicionan a cada contexto, señalando hechos, nombres de víctimas y agrupaciones locales reconocidas. Esta canción se ha interpretado en diferentes lenguas, con voces de mujeres variopintas. Las frases de la canción se han convertido en consignas pegajosas que se repiten en todos los eventos para denunciar la desmesura con la que han actuado varios miembros de la Fuerza pública. Las más reconocidas son “Hoy a las mujeres nos quitan la calma. Nos sembraron miedo, nos crecieron alas”, “Cantamos sin miedo, pedimos justicia. Gri-tamos por cada desaparecida”. “Que resuene fuerte “¡nos queremos vivas!” Que caiga con fuerza el feminicida”, “Ya nada me calla, ya todo me sobra”, “Si tocan a una, respondemos todas”.

Dada la brutalidad policial y la escasa investigación de los casos de violencia contra las mujeres, las organizaciones de mu-jeres y feministas han elaborado recomendaciones para las manifestantes; han activado líneas telefónicas y de WhatsApp (la violeta), protocolos, rutas seguras, pautas de autocuidado (Sisma Mujeres) etc., e imparten clases de defensa personal como una forma de protección para las mujeres en espacios públicos.

e) El arte y cultura como potencia política para la movilización de las mujeres

Desde que se desencadenó esta explosión social en Colombia se ha pasado progresivamente de las acciones colectivas tradicionales a las disruptivas, que utilizan el arte para hacer pedagogía, atraer aliados, convencer audiencias y mantener a la ciudadanía en las calles, sosteniendo como principios feministas al antimilitarismo, el pacifismo, el llamado al diálogo amplio y diverso y las prácticas políticas orientadas al fortalecimiento de la demo-cracia.

Las mujeres han sido protagonistas en el desarrollo de actividades lúdicas, recreativas, pedagógicas y deportivas, que motivan a los ciudadanos a permanecer y acompañar a la primera línea en los puntos de resistencia y a marchar por las ciudades arengando en contra del Gobierno y de la Fuerza pública, principales oponentes de este estallido social. Se vinculan como gestoras culturales o participan en las obras de teatro, compiten en concursos de baile, dirigen juegos recreativos para niños y adultos, cuentan, cantan, imprimen consignas en camiseta, promueven discusiones políticas y clases en la calle, etc..

El desarrollo de estas acciones les permite demostrar sus habilidades y destrezas, visibilizar su arte y adquirir un mayor reconocimiento en el ámbito social. Además, buscan reivindicar desde lo simbólico su competencia y el lugar que ocupan las mujeres en el espacio público como lugar privilegiado de la política que se construye en contraste y oposición con lo privado (Castro, 2018). Esto es posible porque el movimiento feminista ha logrado politizar temas, espacios y modos de hacer que son considerados cotidianos para apropiarlos e incorporarlos al debate público.

En este sentido las distintas acciones artísticas y culturales han dotado de potencia política la acción de las mujeres, favoreciendo la producción de otros sentidos y la construcción de relaciones horizontales y de sororidad. En los puntos de concentración se realizan clases de tejido, que unen a hombres y mujeres para dialogar alrededor del círculo. Si bien esta es una práctica feminizada, el traslado del acto privado a las calles es usado para protestar y tejer consignas feministas y de apoyo al paro. Desde aquí se recupera la intervención artística como un acto político en sí mismo, que trastoca los estereotipos tradicionales. El muralismo también ha sido usado en varias ciudades como forma de denuncia frente a las violencias sufridas, como es el caso del mural realizado en Bucaramanga que denunciaba “Estado feminicida, ni perdón ni olvido”.

Otra acción muy divulgada fue el performance de tres mujeres trans en Bogotá, a través del baile Vogue, en la Plaza de Bolívar y varias estaciones de Transmilenio en apoyo al paro nacional. Este es un gesto subversivo en el que se desafían las normas heteropatriarcales, al usar el baile como estrategia de lucha y resis-tencia bajo la presencia y desconcierto de policías que se encontraban alrededor.

En estos espacios también convergen las acciones de mujeres con identificación étnico-racial. Especialmente en Cali, las mujeres y hombres afrocolombianos, son actores clave de las movilizaciones en el oriente de la ciudad, que exigen mejores condiciones de vida. Las mujeres cantadoras del Pacífico alzan su voz durante las marchas refiriéndose a los/as jóvenes muertos, desaparecidos/as y los abusos sufridos en durante las protestas. Así mismo, participan de espacios de baile y performance para visibilizar las violencias en sus cuerpos. Por su parte, las muje-res indígenas usan el tejido, los rituales de sanación, la música y el baile andino como aporte a las diversas acciones desarrolladas. En la cotidianidad del espacio público apropiado durante el paro, ellas realizan rituales de protección y mándalas.

En Puerto Resistencia, la Loma de la Dignidad y otros puntos de concentración han acondicionado bibliotecas populares con libros recolectados de la propia comunidad, hacen trueques y se dedican a la lectura colectiva como forma de resignificar los lugares donde estaban situados los CAI (Centro de Atención Inmediata) de la Policía.

f) “Si no luchamos juntas nos matan por separado”. Coordinación, gestión y representatividad, mujeres en la tercera y cuarta línea de resistencia

Las mujeres han asumido, progresivamente, espacios de representación y coordinación en el paro nacional. Este cambio en los roles tradicionales se debe al largo proceso que han desarro-llado y al relevo generacional que ha tenido el feminismo en la lucha por los derechos políticos y sociales de las mujeres a nivel nacional y latinoamericano, lo cual trae mayores compromisos, desarrollo de agendas y la inclusión de demandas en pliegos más amplios como los que está elaborando el Comité de Paro a nivel nacional. Como señalaron varios/as entrevistados, el ímpetu de las jóvenes rompe barreras, crea redes y forja lugares de participación y representatividad en la toma de decisiones, a pesar de los obstáculos que todavía les imponen los líderes tradicionales.

En cuanto a coordinación, tienen un papel fundamental en la organización de eventos, en la elaboración de comunicados públicos y de denuncia, el desarrollo de estrategias comunicativas y de difusión, gestión de recursos, entre otras. Son las cabezas visibles en cada punto de resistencia y aportan su gestión en espacios locales del Comité de Paro. Estas acciones dan cuenta que jóvenes y adultas van copando espacios de gobernanza, que se están construyendo a nivel local. Así mismo, se destaca la acción de mujeres que desde su profesión y experticia apoyan la defensa de los derechos humanos y ponen en funcionamiento redes de apoyo psicosocial. Las primeras acompañan el proceso de denuncia, seguimiento y sistematización de los casos de violaciones a DDHH; se encuentran en los puntos de concentración y aportan a la protección de las y los manifestaciones. Las segundas hacen parte de grupos mixtos y de mujeres que, como profesionales de trabajo social y psicología, crean canales virtuales y presenciales de acompañamiento para hacer atención en crisis y contención emocional, con el objetivo de aportar a la situación social que enfrenta el país.

En esta tarea de gestión y coordinación sobresale la labor de las colombianas en el exterior, que trabajan o están realizando estudios de postgrado. Aunque no pertenezcan a una organización social o tengan escasa formación política, los/as migrantes constituyen un “agente” muy relevante para ampliar alianzas y redes internacionales que mantienen la vigilancia sobre el Estado colombiano.

Tal como comprobamos con las entrevistadas que residen en Alemania, Inglaterra, Italia, Estados Unidos, España y Brasil, entre los/as colombianos/as residentes en el exterior hay muchos colombianos comprometidos con el Paro Nacional. Su trabajo con las redes que han armado refuerza la transmisión de mensajes, el llamado a la organización, la solicitud de permiso a las autoridades locales para realizar plantones, concentraciones, marchas, foros, performances y expresiones artísticas y culturales, entre otras acciones que estimulan la movilización en Colombia. Han logrado comunicados públicos de autoridades políticas y académicas de los países donde residen, que denuncian la violación de DDHH, la estigmatización de los jóvenes. Ellas recopilan información y la divulgan casi en tiempo real a todos los lugares del planeta, asumen la vocería y animan a los colombianos a “continuar en la calle, a no desfallecer, a aumentar las fuerzas para resistir”. Reconocen que sus acciones generan empatía con la resistencia que expresan los jóvenes y propician la conmoción de los colombianos, que antes no tenían interés por la política.

La “Mona”. Foto tomada por BBC Mundo.
Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-57110382.

En Colombia las mujeres asumen la vocería y representación de los manifestantes en los puntos de resistencia, comparten sus demandas a los medios de comunicación comunitarios, locales, nacionales e internacionales y llevan las exigencias colectivas a los espacios de diálogo con el gobierno local, regional y nacional. Ellas lideran un nuevo esquema político-organizativo que prescinde de las estructuras jerárquicas y verticales, cambiándolos por espacios democráticos y horizontales. En este sentido, se caracterizan por el trabajo colectivo, amplio y no centralizado.

Un rasgo de esta vocería es la que asumen las mujeres jóvenes y que ha sido visible en varios eventos con funcionarios del Estado. Por ejemplo, en el foro “los jóvenes tienen la palabra”, organizado por representantes a la Cámara de diferentes partidos en Cali, las mujeres negras fueron determinantes; también lo fueron en el encuentro con el Alcalde de Cali en el Coliseo María Isabel Urrutia. Allí una mujer sentenció que no se negociaría ese día y alentó a los participantes a retirarse y la reunión se interrumpió. Si bien las vocerías se asumen de forma tranquila y bien argu-mentada, han aparecido posiciones radicales que sorprenden a los asistentes de los diferentes espacios de concertación. Algunos funcionarios, empresarios y líderes de opinión las han catalogado como violentas cuando no ceden la palabra, porque no hablan pausado y en tono bajo o no se dejan imponer el silencio. Es decir, el nuevo rol no está libre de prejuicios, sobre todo cuando su comportamiento no se ajusta a los estereotipos de género.

Lo anterior es un cambio sustancial en la figura de vocería, al menos en los espacios comunitarios y locales donde logran ser delegadas para dialogar con actores institucionales. Se reconfi-guran los estereotipos tradicionales en los que las mujeres son participantes pasivas de reuniones y actividades públicas. Es po-sible que esto ocurra más en el nivel local que en el central porque la mayoría de los espacios de representación política están ocupados por hombres, por ejemplo, en el Comité Nacional de En Colombia las mujeres asumen la vocería y representación de los manifestantes en los puntos de resistencia, comparten sus demandas a los medios de comunicación comunitarios, locales, nacionales e internacionales y llevan las exigencias colectivas a los espacios de diálogo con el gobierno local, regional y nacio-nal. Ellas lideran un nuevo esquema político-organizativo que prescinde de las estructuras jerárquicas y verticales, cambiándo-los por espacios democráticos y horizontales. En este sentido, se caracterizan por el trabajo colectivo, amplio y no centralizado.

Un rasgo de esta vocería es la que asumen las mujeres jóvenes y que ha sido visible en varios eventos con funcionarios del Estado. Por ejemplo, en el foro “los jóvenes tienen la palabra”, orga-nizado por representantes a la Cámara de diferentes partidos en Cali, las mujeres negras fueron determinantes; también lo fueron en el encuentro con el Alcalde de Cali en el Coliseo María Isabel Urrutia. Allí una mujer sentenció que no se negociaría ese día y alentó a los participantes a retirarse y la reunión se interrumpió. Si bien las vocerías se asumen de forma tranquila y bien argu-mentada, han aparecido posiciones radicales que sorprenden a los asistentes de los diferentes espacios de concertación. Algunos funcionarios, empresarios y líderes de opinión las han catalogado como violentas cuando no ceden la palabra, porque no hablan pausado y en tono bajo o no se dejan imponer el silencio. Es decir, el nuevo rol no está libre de prejuicios, sobre todo cuando su comportamiento no se ajusta a los estereotipos de género.

Lo anterior es un cambio sustancial en la figura de vocería, al menos en los espacios comunitarios y locales donde logran ser delegadas para dialogar con actores institucionales. Se reconfi-guran los estereotipos tradicionales en los que las mujeres son participantes pasivas de reuniones y actividades públicas. Es posible que esto ocurra más en el nivel local que en el central porque la mayoría de los espacios de representación política están ocupados por hombres, por ejemplo, en el Comité Nacional de paro la única representante es Jennifer Pedraza, líder estudiantil, miembro de la Asociación Colombiana de Representantes Estudiantiles ACREES. Bajo estas apreciaciones, la diversidad del movimiento feminista y de mujeres en Cali y a nivel nacional vienen transformándose e impactando de forma más amplia las estructuras patriarcales. En este momento de ebullición social, se visibilizan y fortalecen las apuestas de las mujeres como se verá en el siguiente apartado.

3. Crece y se fortalece el feminismo colombiano en el paro nacional. Reflexiones inconclusas

Este trabajo fue realizado a partir de la observación directa y, sobre todo, del conocimiento de la trayectoria del movimiento de mujeres y feminista en Colombia y de los diferentes ciclos de acción colectiva en los que participan. Se alimentó de las apreciaciones que proporcionaron las entrevistadas y de abundantes fuentes documentales (audios, videos, declaraciones) que circularon en las redes durante el desarrollo del paro. El análisis de esta información requiere un procesamiento más riguroso y quizás con la distancia que proporciona el tiempo, más adelante podamos confirmar algunas de las intuiciones que dejamos plas-madas en esta sección.

Sabemos que la sororidad entre feministas y mujeres se viene afianzado en Colombia, desde que luchan juntas para denunciar los efectos del conflicto armado en la vida y el cuerpo de las mujeres victimizadas por actores armados legales e irregulares. Sus caminos son concomitantes, pero mantienen la independencia en diferentes campos y todavía es visible la distancia en varias de sus apuestas. Mientras las primeras siguen reivindicando intereses estratégicos que modifiquen las estructuras culturales que sostienen el patriarcado. Las mujeres siguen atadas a la búsqueda de objetivos prácticos que mejoren sus condiciones de vida, las de sus familias y comunidades, sobre todo, y lo hacen apegadas a la formulación de políticas públicas y sociales (Molineux, 2003), que siguen convirtiéndolas en sujetos carentes, o en clientes que requieren servicios de emergencia.

En este ciclo de protesta las une la denuncia por el incremen-to de los hechos asociados a la violencia contra las mujeres. La sistematicidad de los casos cometidos por la Fuerza Pública (militares y policías) ha impulsado su “juntanza” para exigir justicia, garantías para la vida y los DDHH. Un ejemplo fue la gran movilización en Popayán producida por la indignación de colectivas feministas y comunidad en general, después del suicidio de una menor de edad que sufrió una agresión sexual por uniformados de la Policía. Así mismo, el movimiento de mujeres de Cali convocó a una rueda de prensa para referirse a las violencias contra las mujeres en el marco del paro nacional. En este espacio las víctimas denunciaron ante medios locales y nacionales la violencia y la represión vivida en la ciudad. Todo esto fue acompañado con acciones artísticas que reivindican la búsqueda de justicia.

Feministas y mujeres combinan repertorios simbólicos y culturales, acuden al performance, que tiene gran repercusión cuan-do se hace de manera simultánea y se vuelve viral en sus amplias redes sociales nacionales e internacionales, que se han converti-do en el principal medio de difusión para ampliar la conciencia social respecto a la violencia que se cierne sobre las mujeres, por el solo hecho de serlo. En ese sentido es fundamental destacar la continuidad que tiene esta reivindicación con lo que aconteció en el mundo a partir de las denuncias emprendidas por artistas y deportistas en la campaña Me too y Ni una menos, que permitió visibilizar y reconocer el acoso y el abuso sexual como prácticas masculinas que victimizan a mujeres de todas las clases sociales, etnias, religiones, edades, etc. Su cercanía y articulación ha permitido una transición de los pequeños colectivos a un movimiento amplio y diverso donde confluyen mujeres de diversas características sociológicas. Esto genera mayor ebullición en las protestas, potencialidad en sus exigencias generales y en las dife-renciadas, además de las acciones de defensa y protección de la vida de los jóvenes, de la ciudadanía movilizada y en particular de las mujeres. También se constata que, en medio de la explosión social, ellas continúan erosionando las formas tradicionales de pensar la política y la función de sus instituciones.

Luchas compartidas, logros parciales

Durante un mes de protestas se han producido varios logros, conseguidos a partir del sostenimiento de la acción colectiva politizada, artística y pacífica desde los/as manifestantes: el retiro de la reforma tributaria, motivo principal de las protestas; se archivó el proyecto 010 de la reforma a la salud y dos altos funcionarios renunciaron, el Ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla y el Alto Comisionado para la Paz, Miguel Ceballos.

La difusión de la situación nacional ha desencadenado una amplia solidaridad internacional expresada a nivel individual por colombianos/as que viven fuera del país y a nivel colectivo por centrales sindicales europeas, congresistas estadounidenses, organismos internacionales de DDHH, el Vaticano, universidades, asociaciones académicas y demás actores políticos que si-guen con detenimiento las violaciones de DDHH en el país. En este marco, las organizaciones feministas y de mujeres han gana-do habilidad para reunirse, acordar e incidir en los pliegos que se construyan para las negociaciones con el gobierno nacional, que posibiliten la participación real y efectiva de las mujeres en tanto no se subordinan a simples espectadoras, sino a agentes con lide-razgo y disputa de poder, que se traduzcan en mejores condiciones de vida para las familias y las poblaciones más vulnerables que tienen un gran porcentaje de jefatura femenina.

Las demandas y exigencias históricas del movimiento feminista y de mujeres empiezan a tener asiento en los espacios políticos, empezando por la forma en que se nombran. El uso del lenguaje inclusivo en comunicaciones verbales y escritas de los puntos de resistencia y comités de paro se ha convertido en una oportunidad para el reconocimiento de las mujeres como actoras políticas, que proponen, escriben y divulgan los pliegos. Acorde con esto hay una visibilización a nivel nacional e internacional de la situación de los derechos humanos de las mujeres, que ha posibilitado la denuncia, seguimiento, sistematización y divulga-ción de documentos para constatar la sistematicidad de los casos en el marco de las protestas por parte de la Fuerza Pública. Las ONG y redes de DDHH presentan casos e informes detallados que evidencian un avance en el reconocimiento de las violencias, las diferencias en el marco de la protesta social y el llamado a la justicia de género.

Unido a lo anterior se ha activado una importante discusión académica, política y jurídica promovida por las universidades y en la que participan líderes/as sociales, funcionarios/as e investigadores/as en foros, paneles y propuestas audiovisuales que buscan identificar la participación de las mujeres y los/as jóvenes en los puntos de resistencia, reconocer las violencias diferencia-das sufridas en el paro y exponer el pliego de negociación con el gobierno. Así mismo se perfilan análisis sociológicos y políticos para comprender el estallido social en el país, sus causas, oportunidades de diálogo, entre otras.

No obstante, esta intensa actividad, a un mes del inicio del paro nacional no hay una mesa de diálogo establecida entre los distintos actores, por ello persisten las exigencias de los/as manifestantes hacia el gobierno nacional. Estas pasan por la desmilitarización de las ciudades, la reforma civilista a la policía donde la vida sea una prioridad. También se exige justicia frente a las graves violaciones de derechos humanos por parte de la Fuerza Pública; todo bajo la garantía de una vida libre de miedo y de violencias. Otro asunto importante que se suma a las exigencias del comité de paro y de las feministas es la renta básica universal, priorizando a las mujeres que sufren con más fuerza el desempleo y la desigualdad.

Nota:

(1) “explosión social”: Nos referimos a esta noción, acuñada por Manuel Castells (2019), porque refleja el carácter de la movilización contemporánea, que no corresponde propiamente a los movimientos articulados y en torno a proyectos que intentaban cambiar ciertas formas de las instituciones. Las acciones colectivas que presenciamos en el Paro Nacional reflejan el agotamiento de la gente, que se manifiesta de manera pacífica en algunos lugares, pero también con violencia limitada y, en otros casos, con violencia más extrema. Como reconoce Castells, en la protesta hay infiltrados y hay vándalos, pero lo esencial está en la movilización democrática, pacífica.

Referencias:

Castells, M. (2019). Intervención en el seminario Explosiones sociales: una visión global. Santiago de Chile, en https://www.youtube.com/ watch?v=h97emCUyMf0

Castro, A. (2018). El lugar del arte en las acciones políticas feministas.
Configurações 22: 11-30.

Fraser, N. (2009). El feminismo, el capitalismo y la astucia de la histo-ria. New Left Review 56: 87-104.

Gaitán, L. (2019). Ninguna lucha vale más que la otra: las mujeres en el paro. En: https://pares.com.co/2019/12/16/ninguna-lucha-va-le-mas-que-otra-las-mujeres-en-el-paro/

Molineux, M. (2003). Movimientos de mujeres en América Latina. Estudio teórico comparado. Madrid: Cátedra.

Peláez, L. (2021). Qué proponen los colectivos feministas en el Paro Nacional en Colombia. En: https://www.nodal.am/2021/05/ que-proponen-los-colectivos-feministas-en-el-paro-nacional-en-co-lombia/Ruddick, S. (1990). Maternal Thinking. London: Women Press.

María Eugenia Ibarra Melo y Stephanía García

Este artículo forma parte del libro: Pensar la resistencia: mayo del 2021 en Cali y en Colombia. Libro Libre , p.67

Editado por María Piedad Ossaba