Negociar es cuestión de método, embolatar es cuestión de trampa/Carta a la gente de bien

… esto no es una marcha vieja con gente nueva, esto es algo nuevo per se. Si no entendemos esto, no entenderemos el resto…Pero la idea de “gente de bien” no es de una camisa blanca (y me acuerdo de las camisas negras del fascismo) sino que es una vieja historia

Quizá muchos no sabemos si se dice envolatar o embolatar, pero caer en esa discusión es embolatarnos. Y eso es lo que hace el Gobierno colombiano cuando negocia el paro, cuando negocia los problemas de la pandemia y cuando negocia con las comunidades.

Desbordando al Esmad. Resistencia desde el bordado en Medellín.

En otras palabras, el Gobierno engaña, miente, enreda, enmaraña, embrolla, demora, dilata, entretiene, extravía, desvía el debate; mejor dicho: hace trampa. Bueno, otra precisión semántica para salir de eso de las palabras y entrar al fondo del debate: los Gobiernos colombianos, en plural.

El general presidente Rojas Pinilla firmó la paz con las guerrillas de Guadalupe Salcedo y les incumplió. Desde esa época hasta hoy, todas las negociaciones con las guerrillas están llenas de trampas. De hecho, ya sobrepasan los 270 firmantes del proceso de paz FARC-Gobierno que han sido asesinados.

Trabajando en Catatumbo, los campesinos me contaron que tienen más de un centenar de acuerdos firmados con el Gobierno e incumplidos por las autoridades. Después comenté ese dato a los indígenas de Cauca y me dijeron que, en su caso, los acuerdos incumplidos superan el millar.

Pero tal vez la mayor embolatada fue al acuerdo más cercano a un contrato social: la Constitución Política de 1991, escrita en letras de molde y traicionada desde su no aplicación, su violación o simplemente su reforma.

La negociación del paro

El Gobierno colombiano ha usado las mismas gastadas estrategias: negar la legitimidad del paro y de sus agendas, criminalizar la protesta, tratar de resolver los conflictos sociales con policía, poner en duda las vocerías, y, en el mejor de los casos, enviar emisarios de tercera.

El Estado cuando se sienta trata es de dar una conferencia, de explicarles a los pobres lo que es la pobreza, de imponer requisitos para la negociación, de amenazar con el Código Penal. El Gobierno no quiere entender que negociar es ceder un poco, si no pues estamos es ante una claudicación que firma un derrotado; y las fuerzas del paro no están derrotadas.

El Estado tratará de dividir incluso apelando a agendas nacionales versus regionales; enfrentará legitimidades, tibios y radicales, sindicalistas y otros sectores, partidarios y contrarios a los bloqueos, jóvenes y viejos.

Hay muchas más cosas en el paro que bloqueos: hay marchas, cacerolazos, fiestas, desfiles, batucadas, obras de teatro, performance, conciertos, ollas comunitarias, campeonatos de fútbol, asambleas populares, arreglos de parques, velatones y un largo etcétera. El reto del sector popular es pasar de la poética a la política (sin con esto denigrar de la poética).

Desbordando al Esmad. Resistencia desde el bordado en Medellín.

En mi opinión, hay dos cosas esenciales: uno, el barrio popular resurgió como espacio político, y dos, la gente ahora relaciona muy fácil el desempleo y las políticas. Ya el cuento de que “el pobre es pobre porque quiere” y de que “trabajo sí hay” quedó superado en un sector de la sociedad gracias a su capacidad de enlazar políticas neoliberales e inequidad. Con ese paro es con el que el Gobierno tiene que negociar y claramente no quiere hacerlo. Y la dicotomía que veo esta mañana de pesimismo es que tiene dos caminos: negociar o masacrar, y mi temor es que se esté inclinando seriamente hacia la segunda opción.

Por otro lado, resulta risible que quienes no han tenido coherencia manejando el Estado, sorteando los desafíos de la pandemia, gerenciando la desigualdad, administrando la represión y embolatando la negociación, salen ahora a pedirle a la sociedad lo que ellos no tienen, como si la sociedad tuviera que demostrar algo para exigir respeto a sus derechos.

En otras palabras, el cuento (sí el cuento) ese de: “No preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país”, frase del señor John F. Kennedy, es otra trampa  porque los pobres que se están quejando son los que han construido el país (no los ricos como nos quieren hacer creer), porque al comprar cada pan de la esquina los pobres pagan impuestos. Y es un cuento porque los derechos humanos no incluyen un concepto de mérito: no hay que portarse bien para tener derecho a la salud, o para no ser torturado.

Por qué este paro no se puede negociar tan fácil

En Bogotá, desde noviembre de 2019 y más ahora, las marchas “se mandan solas”, la gente no va detrás de una única vanguardia, no. Es más, ya no se marcha, como en una procesión de Semana Santa, detrás de una pancarta principal, sino que cada persona hace sobre cualquier material un cartel con sus ideas.

En Cali, en mayo de 2021, llegué a un punto de resistencia donde me autorizaron entrar, pero debía pedir un nuevo permiso para el área conexa porque no hay un mando único, sino círculos interdependientes unidos más en la causa que en la estructura. Buscar una organización piramidal es simplemente no entender.

En otro punto de Cali, al preguntar quién era el coordinador me dijeron: “todos y ninguno”. No era sino una constatación de lo dicho: el paro no es una orden dada desde una estructura a un rebaño pasivo, sino una expresión generalizada de hartazgos.

En Medellín, en los barrios populares, se han dado desde conciertos hasta campeonatos de fútbol, pasando por reuniones de costura para hablar del paro y del país. ¿Alguien puede razonablemente creer que no tienen agenda propia o, peor aún, que obedecen como borregos a una conspiración?

Claro que el Comité Nacional de Paro representa una parte de estas agendas, pero no todas y tiene que entenderlo e interiorizarlo. Por eso, se tiene que ampliar o será rebasado, el comité tiene que entender que no se está discutiendo un pliego (eso ya se superó) sino que la gente está cuestionando el modelo mismo. Si no lo entiende, pues no podrá negociar lo que no le pertenece.

Esa complejidad no es culpa de la gente, sino del sistema. Esa larga lista de exigencias no son ganas de fastidiar, sino fruto de una lista igual de larga de incumplimientos. Esa demora en el paro no es por ganas de estar en la calle, sino porque el Gobierno no quiere entender de qué se trata, lo mismo podemos decir de los partidos políticos y la academia.

Repito lo que he dicho en varios escenarios, esto no es una marcha vieja con gente nueva, esto es algo nuevo per se. Si no entendemos esto, no entenderemos el resto.

Víctor de Currea-Lugo ,  31 de mayo de 2021

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Carta a la gente de bien

Yo soy un levantado y un resentido. Eso no es bueno ni malo, solo es. Alguna vez, por unos segundos, sentí vergüenza de haber crecido en Bosa, Palestina, pero se me pasó rápido. Viviendo en Europa aprendí a tener orgullo de ser latinoamericano, y mucho antes había aprendido a la dignidad de ser de un barrio pobre. Ahora, con total descaro escribo esta carta para la gente de bien.

Eso que ustedes llaman odio yo lo llamo indignación, sin embargo, le seguiré diciendo odio en esta carta para que ustedes me entiendan. Yo conocí el odio entre clases cuando era niño, recuerdo a mi mamá limpiando en una cocina de una casa de ricos, esa cocina era muy grande, algunas cosas colgaban de las paredes (más que como objetos para cocinar, como demostraciones de lujo). A petición de la dueña de la casa yo debía quedarme quieto, y me quedé quieto en una silla mientras mi mamá limpiaba.

Eso para ustedes puede parecer tonto, pero para mí no, porque el mensaje de ustedes es que nosotros siempre debemos quedarnos quietos, inmóviles, resignados por orden de ustedes.

No es que vivamos en países diferentes, es que tenemos presupuestos diferentes. Para ustedes la pandemia fue una incomodidad y el paro un obstáculo para ir a un campo de golf. Para otros la pandemia fue un rebusque mayor y el paro la posibilidad de gritar juntos que nos están matando.

Ahora ustedes salen vestidos de blanco. Ya habían salido en Cali vestidos de blanco y armados a dispararle a la minga. Ya habían salido antes a advertirnos que plomo es lo que hay y plomo es lo que viene. Ya lo habían dicho en Pereira y en Cúcuta y están regados por todo el país.

Ustedes se sienten orgullosos de haber elegido al mismo por tanto tiempo. A veces los miro, más que con desprecio, con algo de lástima porque algunos tienen unas economías tan precarias y unas vidas tan pobres que no entiendo su voto por el verdugo. Ustedes no solo votan por él sino que lo idealizan, lo vuelven el mesías.

Pero la idea de gente de bien no es de una camisa blanca (y me acuerdo de las camisas negras del fascismo) sino que es una vieja historia; de lo que ustedes no se han dado cuenta es que hay diferentes tonos de blanco: los blancos de verdad, los dueños del país, como Luis Carlos, Julio Mario; otros como Álvaro e Iván, simplemente los capataces de una finca; y están los jefes de los peones, que ganan como peones, viven como peones, pero se creen capataces. Así nació el paramilitarismo, así se consolidó la extrema derecha, y, como El Cóndor, rezan de día y ordenan masacres de noche.

Ya me sé toda su retahíla de que pagan impuestos, y asumen que los que están en Siloé o Ciudad Bolívar no pagan impuestos cada vez que consumen en Colombia.

Ya me sé su retahíla de las instituciones, esas mismas que he visto cómo abandonan a la gente o solo se acercan a los territorios en nombre del Estado para masacrar y desplazar.

Ya me sé su cuentico de que la violencia solo engendra violencia y de que el camino es la paz, al mismo tiempo que engrasan sus pistolas para matar impunemente a quienes se les ocurra.

Ya sé que corren a refugiarse en las normas, con las mismas que pisotean a la gente; en las leyes, las mismas que han expropiado por generaciones; y en los tribunales, los mismos que siempre los han declarado inocentes.

También hay algo que debo reconocerle a algunos y es que están dando la cara. Hay otros de blanco que, por el contrario, están agazapados, los neutrales, que llaman a la tolerancia, para los que toda la violencia es igual, los que no miran el contexto y quieren sonreír hacia todos los lados para quedar bien con el mundo, pero les recuerdo que nadie es monedita de oro.

Ustedes están metidos en el paro, no a favor, sino en contra. Son esos que obligan a sus trabajadores a llegar a tiempo a pesar de los trancones o serán sancionados, los que les quitaron el 10% del salario a los trabajadores de la salud en la mitad de la pandemia, los que miran a otro lado cuando cae un joven, los que aprendieron a decir que la víctima no estaba cogiendo café. También son los que están encapuchados incendiando cosas para culpar a los manifestantes, como ya se ha demostrado. Son también esos de blanco que se visten de verde, porque sabemos que hay unos de verde que se visten de blanco.

Y claro, los timoratos y los tibios me dirán que no debo polarizar. En una sociedad económicamente polarizada, socialmente polarizada, políticamente polarizada, yo no puedo polarizar, según ellos. ¡Qué ironía de la vida y qué hipocresía!

El problema, para ustedes, es que la gente se despertó. A ustedes les molesta que una reforma tributaria de blanco, para la gente de bien, haya sido tumbada; y que una reforma a la salud, para la gente de bien, también haya sido retirada. Y yo sé que les molesta que al ministro de Hacienda, que hace parte de la gente de bien y que dejó sin agua a varios millones de los que no son la gente de bien, le haya tocado perder su puesto.

No sé si es una coincidencia de colores, pero la gente de bien se viste de blanco y los timoratos de bien, algunos, invitaron a votar en blanco.

Ya sé qué me van a decir mis amigos, algunos de ellos muy cercanos a la gente de bien, tanto que parecen parte de ellos, que mi postura llama al vandalismo. Me dirán también que no puedo tomar todo tan personal, pero lamento informarles que recordar a mi mamá limpiando en esa cocina me enseñó que no hay nada más personal que la injusticia y que no hay nada más personal que la indignación, sobre todo cuando tiene nombre propio, se llama la gente de bien.

Lamento informarles que ya tomé partido, y es posible que perdamos, pero si estamos acostumbrados a perder por qué no vamos a luchar para tener un juego en condiciones un poco más justas, entre iguales; por qué vamos a preocuparnos porque ustedes duerman bien, cuando nos han dañado los sueños.

Nos veremos por ahí en las calles, me mirarán con desprecio, dirán que soy poco académico, que siendo médico debería estar con la gente de bien, que el resentimiento no ayuda, que el pasado es el pasado y que juntos tenemos que abrazarnos para construir un mejor país. Esa última frasecita la he escuchado por décadas sin que ustedes hayan puesto un grano de arena para que esto mejore.

Me despido, debo irme a tomar fotos en otra marcha, a echar una mano en una asamblea popular. Y, como buen hincha de Santa Fe, no me preocupa la derrota, me preocupa la deslealtad. Buen día.

PD: Si usted no se considera gente de bien, no tiene por qué sentirse ofendido.

Víctor de Currea-Lugo, 30 de mayo de 2021

Editado por María Piedad Ossaba

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