Entrevista al “buen opositor” Alejandro Gaviria, posible candidato presidencial

Tiene que haber un cambio radical en Colombia, de raíz, y como no lo hubo, pues la gente lo está imponiendo con furia pero con todo el derecho que le asiste, en las calles y plazas. #QueSeVayanTodos

En esta entrevista, Alejandro Gaviria, ex ministro de salud del gobierno de Juan Manuel Santos (2010-2018), académico, economista y actual rector de la Universidad de los Andes, presenta su visión del paro, la crisis y la posible solución.

Su lenguaje es sencillo, al estilo del “buen” burgués ilustrado, pero lleno de significados políticos dobles, códigos que apuntan en una dirección política.

Origen y contexto. Alejandro Gaviria es hijo de Juan Felipe Gaviria, ex ministro, académico, ex rector de la Universidad Eafit, humanista al buen estilo del gran burgués, quien también fue gerente de EPM y conoció e impulsó la privatización de la misma de espaldas a la gente y los verdaderos dueños de EPM, aliado y vocero del Grupo Empresarial Antioqueño (GEA) en la gran empresa pública que ha sido EPM. Así que no estamos hablando de cualquier personaje de la vida política, académica, histórica de Antioquia y de Colombia.

Alejandro Gaviria es considerado por algunos sectores económicos poderosos, la gran burguesía colombiana, como un posible candidato presidencial que “lideraría” la salida a la gran encrucijada histórica, “de los últimos cien años”, como el mismo lo dice en la entrevista.

La entrevista empieza con un vocablo bastante común, muy usado a propósito del Paro Nacional indefinido, que hoy se ha convertido en un estallido social: el odio que arrastra a Colombia al abismo.

Por supuesto, el pequeño burgués ilustrado Gaviria, no va a corregir al entrevistador y reconocer que lo que se está dando en Colombia es una lucha de clases abierta y descarnada en las calles y en todos los ámbitos de lucha por el poder, la cultura, los símbolos, la política, la economía, las redes sociales; y el papel que están cumpliendo los medios de comunicación alternativos, sobre los que entrevistado y entrevistador no disimulan su postura.

El rector de la Universidad de los Andes interpreta muy bien el pensamiento de un sector de clase, la gran burguesía ligada al capital industrial, comercial, financiero y transnacional, que hoy ve en un aliado histórico suyo – la vieja oligarquía tradicional, liberal-conservadora que se alió los últimos treinta años con el narcotráfico para gobernar a sangre y fuego al país – un peligro para la continuidad como clase en el poder.

El “odio es una falla de nuestra democracia”, afirma Gaviria. Es fácil entender que, la gente de abajo, los marginados, los más pobres, los odia como clase porque la democracia que ellos administraron fue más de papel que real, más retórica que de derechos para todos; y no solo falló sino que está agonizando, eso es una verdad de perogrullo hace décadas.

La gente, las nuevas ciudadanías, la clase media desengañada y millones de jóvenes de estratos sociales uno, dos y tres, salieron masivamente a las calles a protestar el 28 de abril, porque no aguanta más ni la pobreza, el desempleo masivo, la corrupción, la represión, el exterminio sistemático de líderes sociales, la traición al acuerdo de paz con las FARC y el acumulado de injusticias que les toca padecer.

La paciencia de millones se acabó y estalló, se rebosó la copa, porque hay un acumulado histórico de injusticias tan grande, de varias generaciones, que hizo estallar el volcán. Y es tan profunda la digna rabia que lleva por dentro, que sigue botando fuego de sus entrañas y no hay quien lo apague ya, ni Gustavo Petro, y ese es otro error de lectura del ex ministro de salud.

Ya esto lo advertía hace un tiempo en vida Carlos Gaviria Díaz, constitucionalista, ex-magistrado y ex-miembro del Polo Democrático Alternativo. Tiene que haber un cambio radical en Colombia, de raíz, y como no lo hubo, pues la gente lo está imponiendo con furia pero con todo el derecho que le asiste, en las calles y plazas.

Habla además, el entrevistado, de la “razón política”, en lugar de la Razón de Estado para explicar el estallido social en Colombia. Es probable que haya confundido el concepto clásico de las ciencias políticas, que se refiere a la Razón de Estado como el argumento político y el nivel de máxima decisión de quienes ejercen el poder y dominio de clase, a la hora de darle respuesta a los problemas que desafíen su monopolio del poder, acudiendo a figura política tan vieja como los imperios, monarquías, democracias, naciones y dictaduras. Lo usó tanto Napoleón, como Hitler, lo esgrime tanto Erdogán como Biden, lo usa cualquier jefe de Estado a la hora de hacer valer el tipo de Estado que conducen.

Hubo un monarca, Luis XIV (1654) de Francia, que incluso afirmó, el “Estado soy yo”, ciento cincuenta años antes de que la Revolución Francesa y la Guillotina le corrigieran y entregaran el poder del Estado en manos de la monarquía despótica, a la burguesía revolucionaria en 1789.

Llama Gaviria en la entrevista bien preparada como para un futuro candidato presidencial como él el “buen” opositor, al fin de los bloqueos, invocando la falsa dicotomía de que es la protesta y manifestación ciudadana, hastiada de los malos gobiernos y las injusticias acumuladas durante décadas de gobiernos oligárquicos, la que debe ceder ante el régimen que comanda Iván Duque.

No cita cifras, el connotado economista, de los desaparecidos, heridos, torturados, violadas y asesinadas por las armas de la nación, usadas contra sus ciudadanos en una clara violación de la constitución, no, eso no lo registra su brillante pero selectiva mente.

Le incomoda, como al entrevistador, el papel de los medios de comunicación alternativos y el uso de las redes sociales, canales de comunicación inmediata y en sitio que tiene la gente, para enfrentar la represión, brutalidad policial y el discurso hegemónico de la clase dominante y sus medios prepagos.

Les arde que la gente use el celular/móvil para registrar lo que están viviendo y sufriendo en directo, civiles armados al servicio de un régimen criminal, que no solo detiene injustamente, golpea, gasea casas de familias con niños, saca ojos y dispara contra los que se manifiestan sino que desaparecen jóvenes en todas las ciudades que después aparecen en los ríos de Colombia, torturados y desmembrados.

Propone, en materia de seguridad social, la renta básica o ingreso mínimo vital como una medida urgente de un gobierno nuevo que gane las elecciones, para evitar un escenario de confrontación peor al que hoy existe; reconociendo que la debe recibir aquel segmento más pobre de la población (el quintal más pobre, esto si lo citó).

Habla, igualmente, de cobrar un impuesto al patrimonio, algo que cualquiera con sentido común entendería, se necesita una reforma tributaria que genere inmensos recursos a la caja del Estado. Y que lo reconozca el posible candidato del centro y un sector de la burguesía a la presidencia, es meritorio y muestra lo grave de la situación, pués a Alejandro Gaviria hay que leerlo como la voz de quienes se sienten acorralados por el precariado masivamente en las calles, ejerciendo poder soberano como constituyente primario, quien al tiempo que destituye lo viejo, constituye lo nuevo, un nuevo país, una nueva manera de entender la política, la relación con la naturaleza, la economía, los derechos y la vida digna.

A la oposición, sobre todo la que encabeza Gustavo Petro en la Colombia Humana, la llama una mala oposición y la compara con el pésimo gobierno de Iván Duque, diciendo que son dos caras de la misma moneda. “El mal gobierno y la mala oposición son dos caras de la misma moneda”, afirma orondo.

Es decir, no se trata de una lucha de clases, sino de una lucha de buenos y malos que, idealmente, resolvería una tendencia de “buenos” opositores como por ejemplo el llamado centro o los tibios, (Fajardo-Alejandro Gaviria, Verdes y Coalición de la Esperanza), los bien hablados, profesores universitarios, académicos, cuidadosos de no incurrir en lenguajes cargados de sentidos que refieran a la guerra de clases, ellos son los llamados a salvar la vieja y caduca narcoligarquía que da coletazos violentos y agoniza, ellos, el centro, serán el gobierno que va a sacar al país de la peor crisis de los últimos cien años.

Tampoco nos dice porqué no es comparable esta crisis a la del año 1948, tras el magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán, tal vez, la ruptura más grande que ha provocado la oligarquía tradicional liberal-conservadora, que lanzó al país a una guerra civil no declarada, a partir del advenimiento al poder del conservadurismo de Laureano Gómez y Mariano Ospina Pérez, que dieron inicio a la política de la muerte y al exterminio que la restauración conservadora del Uribato intensificó desde hace tres décadas.

Al finalizar la entrevista, nos habla del nuevo “Contrato social” que Colombia necesita, reconoce que se deben redefinir las reglas que han guiado el gasto público hasta hoy, que ha priorizado, eso no lo dice, una economía aperturista, basada en el modelo neoliberal que ha otorgado los máximos beneficios al gran capital, la banca, la industria y la inversión extranjera.

Nos cuenta, además, que hay muchos liderazgos jóvenes hoy que están en las calles (sic), y que serán los que ayuden a hacer el tránsito de este estado de cosas, a un nuevo escenario de gobernabilidad. Dentro de estos nuevos liderazgos, por supuesto, está el suyo que no sabe disimular ante la insistencia del inocente periodista de Caracol Radio, el lorito, Juan Robero Vargas.

Como conclusión, la entrevista nos acerca ante un verdadero debate ideológico, donde el entrevistado encubre hábilmente en un lenguaje muy medido, académico, de profesor, convincente pero ambiguo; evitando incurrir en el “crispamiento y odio” que ha asaltado las calles y como un volcán lleno de un magma de digna rabia, acumulada en décadas de opresión de clase, estalló y sigue ardiendo.

Falta mucho por ver si Alejandro Gaviria llega a ser la voz que apague las bocanadas de fuego de un estallido social que ya no se contenta con la ganado hasta ahora, sino que grita furioso Que se vayan todos.

Oto Higuita para La Pluma, 22 de mayo de 2021

Editado por María Piedad Ossaba