Afganistán, el Vietnam de Biden

Los tiempos han cambiado, el enemigo es diferente, los viejos métodos se han vuelto obsoletos y los flujos de petrodólares que los financiaban se han agotado o se agotarán pronto.

La retirada de USA de Afganistán es una admisión de la derrota en una guerra inganable

Finalmente, tras 20 años de guerra en Afganistán, los USA ha izado la bandera blanca de la capitulación, manchada con la sangre de sus 2.400 muertos y 21.000 heridos. El anuncio del presidente Joe Biden de que todas las fuerzas usamericanas y de la OTAN se retirarán del país antes del aniversario de los atentados del 11 de septiembre es una admisión oficial de la derrota.

Se trata de un éxito considerable, comparable a la derrota usamericana en Vietnam, y que ha sido posible gracias a la incansable y persistente resistencia afgana a la ocupación usamericana, con el apoyo de los países vecinos, especialmente Pakistán.  Ha sido la guerra más larga de los USA, que costó a sus contribuyentes unos dos billones de dólares. Los paralelismos con Vietnam son convincentes. El Vietcong entró triunfalmente en Saigón tras la partida de los últimos soldados usamericanos, y podríamos ver a los talibanes hacer lo mismo tras la salida de las fuerzas usamericanas y de la OTAN, marchar hacia Kabul y proclamar su emirato islámico de Afganistán.

Biden señaló que era el cuarto presidente que supervisaba la guerra y que no pasaría esa responsabilidad a un quinto. Pero no dijo si se había dado cuenta de algo que sus tres predecesores se negaron a reconocer: que la guerra siempre ha sido inganable y que la ocupación no puede mantenerse contra la voluntad del pueblo ocupado mediante misiles, mercenarios y masacres de inocentes.

La retirada de los USA y de la OTAN creará un vacío que, casi con toda seguridad, será llenado por un conflicto civil. El gobierno del presidente Ashraf Jani luchará para conservar el poder apoyándose en los 300.000 soldados afganos entrenados y armados por los USA y la OTAN durante los últimos 20 años. Sin embargo, es posible que esas fuerzas no puedan mantenerse por mucho tiempo sin la vigilancia y la cobertura aérea de los USA y la OTAN. Los talibanes ya controlan efectivamente el 70% del país y podrían repetir su primera toma de Kabul en el otoño de 1996.

Durante sus negociaciones con los usamericanos en Doha, los talibanes prometieron hacer respetar los derechos humanos y, especialmente, los derechos conquistados por las mujeres en los últimos 20 años, permitiéndoles ser ministras, jueces, periodistas, locutoras y profesoras. Pero una cosa es hacer promesas y otra mantenerlas después de la partida de los últimos soldados usamericanos. Es de esperar que los talibanes cumplan sus compromisos. Los derechos de las mujeres están plenamente defendidos por el Islam, y los talibanes harían bien en aprender de Pakistán en este sentido.

La maldad yanqui en el mundo islámico ha recibido un duro golpe en Afganistán, así como graves reveses en Irak, Siria y Yemen. La era usamericana está llegando a su fin a medida que surgen nuevas potencias que desafían la tiranía mundial de los USA y su dólar.

Afganistán y Yemen son dos países que a los invasores les resultó fácil ocupar, pero imposible mantener: no sólo por su difícil terreno montañoso, sino también por el orgullo, la resistencia y la determinación de sus pueblos para resistir. Los imperios británico y otomano lo aprendieron a sus expensas, pero no todo el mundo lee o aprende historia.

Después de haber viajado a Afganistán y haber conocido a una amplia gama de sus habitantes, siempre me ha parecido absurdo que la propaganda usamericana muestre a las mujeres quitándose el velo o a los hombres afeitándose la barba ante las cámaras de televisión y lo presente como el amanecer de una nueva era para el país. Sólo podemos preguntarnos cómo habrían sido las cosas si esos dos billones de dólares se hubieran utilizado para construir hospitales, escuelas y universidades, o para financiar proyectos de desarrollo destinados a proporcionar alternativas a la producción de droga (que ha aumentado exponencialmente desde la invasión usamericana).

Los USA obligaron a los rusos a abandonar Afganistán utilizando el islam político de línea dura como arma y reclutando “muyahidines” musulmanes. Así vengaron su derrota en Vietnam y clavaron un gran clavo en el ataúd de la Unión Soviética. Ahora intentan reproducir este escenario en China. Pero no tendrá éxito. Los tiempos han cambiado, el enemigo es diferente, los viejos métodos se han vuelto obsoletos y los flujos de petrodólares que los financiaban se han agotado o se agotarán pronto.

Los líderes árabes -especialmente en Ramala y en Gaza- harían bien en entender el mensaje: el costo de la resistencia es mucho menor que el de la capitulación, y para los Usa ha sonado la hora de la retirada.

Abdelbari Atwan عبد الباري عطوان

Original: أفغانستان ، فيتنام بايدن

Traducido por María Piedad Ossaba para La Pluma y Tlaxcala

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