¿El James Bond sionista? Cómo un agente del Mossad ayudó a consolidar el régimen brutal de Noriega en Panamá

La naturaleza completa de la actividad de Harari en Panamá solo quedará clara cuando el Mossad y los censores militares de Israel permitan que se hagan públicos más detalles. Nadie se hace ilusiones de que esto suceda pronto.

Documentos desclasificados del Ministerio israelí de Asuntos Exteriores arrojan luz sobre los lazos secretos que tejió un empresario israelí y agente del Mossad con la dictadura militar que gobernó Panamá durante 20 años.

Mike Harari, empresario israelí y agente del Mossad, “el James Bond sionista”, detrás del general Noriega, a la derecha, en Israel. De 1972 a 1979 dirigió la unidad “Kidon” (Bayoneta) del Mossad, responsable de llevar a cabo la operación “Cólera de Dios”, que consistió en la ejecución de 14 palestinos y árabes en Europa y la cuenca mediterránea, para vengar la muerte de los atletas israelíes en Munich, debida sobre todo al descontrol de la policía alemana durante la toma de rehenes.

Hugo Spadafora* fue secuestrado a plena luz del día en septiembre de 1985. Médico local en una pequeña ciudad del este de Panamá, el Dr. Spadafora había estado durante mucho tiempo en la mira del régimen militar por las feroces críticas que se atrevió a lanzar contra dicho régimen. El desmesurado líder del régimen, el general Manuel Noriega, ordenó que Spadafora fuera secuestrado y torturado hasta la muerte; partes de su cuerpo decapitado se encontraron pudriéndose en un saco de correos. Los resultados de la tortura que había sufrido eran claramente evidentes. Nunca se encontró su cabeza.

Sin embargo, algunos dirían que la familia Spadafora tuvo suerte. A diferencia de la larga lista de opositores a la junta militar en Panamá que acabaron “desaparecidos”, al menos tenían un cuerpo que enterrar. La tortura, los secuestros, los asesinatos y las desapariciones habían sido parte integral de la realidad cotidiana en Panamá desde el golpe militar de octubre de 1968. El régimen tiránico retuvo el poder hasta que cayó en desgracia con su patrón estadounidense. Cuando Noriega se negó a ceder el poder, Estados Unidos invadió Panamá y lo depuso por la fuerza. Esto sucedía a finales de 1989.

La dictadura duró en Panamá 22 años gracias al apoyo estadounidense, pero Estados Unidos no fue el único país que respaldó el brutal gobierno militar. Israel también tenía intereses de seguridad en el país centroamericano y mantenía estrechos vínculos con el gobierno, ignorando sistemáticamente sus violaciones de derechos humanos y su arraigada corrupción.

Incluso hoy en día, siguen sin conocerse la mayoría de los hechos sobre las relaciones estadounidenses e israelíes con la junta panameña. El Ejército de los Estados Unidos está en posesión de un archivo de miles de cajas de documentos clasificados relacionados con el general Noriega. Del lado israelí, los documentos relevantes del Mossad de ese período siguen también estando inaccesibles para el público. Lo que está claro es que en ese momento tanto Israel como Estados Unidos tenían intereses políticos y de seguridad no solo relacionados con Panamá y su famoso canal, sino con toda América Central y del Sur. Un ejemplo de esto es el asunto Irán-Contra de mediados de la década de 1980, durante el cual Noriega ayudó a Estados Unidos y a Israel a armar a las fuerzas rebeldes que intentaban derrocar al gobierno socialista en Nicaragua.

Los documentos del Ministerio de Relaciones Exteriores recientemente desclasificados por los archivos del Estado de Israel arrojan algo de luz sobre los lazos que Israel mantenía con los gobernantes despóticos de Panamá. Las docenas de archivos incluyen cables de la embajada de Israel en la ciudad de Panamá, poniendo al día de los desarrollos locales al Ministerio en Jerusalén. ¿Cuáles eran exactamente los intereses de Israel en Panamá? Los documentos no lo dicen. Lo que sí dejan claro de manera inequívoca es que los lazos militares y políticos de Israel con Panamá estuvieron en manos del Mossad durante las décadas en cuestión, con total exclusión del Ministerio de Relaciones Exteriores israelí.

Por lo tanto, muchos de los cables presentan una figura central: Michael “Mike” Harari, un destacado agente del Mossad que creó la unidad de asesinatos de la agencia de espionaje y fue apodado el “James Bond sionista” por los periodistas israelíes. Harari mantuvo estrechas relaciones con los líderes de la junta militar en Panamá mientras esta se mantuvo en el poder. Poco antes de su muerte en 2014, Harari le dijo al periodista Ronen Bergman en una entrevista que Noriega había sido un colaborador principal al servicio del establishment de la defensa de Israel.

Harari se retiró oficialmente del Mossad en 1980, pero continuó actuando en Panamá mucho tiempo después: a primera vista, era un hombre de negocios con estrechas conexiones con el régimen que ejerció de eminencia gris como hombre fuerte Noriega aunque, en paralelo, continuaba trabajando en Panamá en nombre del Mossad. Los documentos revelan que la embajada en ciudad de Panamá estaba furiosa por el doble papel que desempeñaba. Sencillamente, ignoraban en ocasiones qué era lo que le motivaba: ¿estaba actuando en nombre del Estado de Israel o promoviendo sus propios intereses comerciales?

El material autorizado para que se publique en los últimos meses describe los medios que utilizaba Harari para ayudar a Noriega a conservar el poder. Parece ser que el agente nacido en Tel Aviv figuraba como actor destacado en un esquema político destinado a inclinar unas elecciones a favor de su cliente panameño. Como parte de este complot, Harari distribuyó un libro inventado en el que se acusaba al rival de Noriega, el Dr. Arnulfo Arias, de perpetrar la masacre de la comunidad judía del país. A Harari se le percibía de tal forma como un personaje tan significativo en Panamá durante los últimos años del régimen militar, que Washington exigió que Israel lo expulsara del país. Los estadounidenses estaban convencidos de que solo librando al país de Harari sería posible poner fin al gobierno de Noriega y, al parecer, no dudaron en amenazar a Israel en pos de tal objetivo.

El general Noriega sale del palacio presidencial del Elíseo en Paris tras una reunión con el presidente francés François Mitterrand, 19 julio 1984Foto: Hervé Merliac/Associated Press

Los cables recién publicados enviados por la embajada en la ciudad de Panamá a lo largo de los años de la dictadura pintan un vívido retrato del régimen dictatorial que se fraguó. Revelan un ciclo continuo de violaciones de derechos humanos, corrupción, protestas populares y supresión brutal de la disidencia. En un cable fechado el 25 de noviembre de 1969, un año después de que el golpe militar encabezado por Omar Torrijos tomara el poder por primera vez, la embajada informó al Ministerio de Asuntos Exteriores sobre una nueva ley promulgada recientemente. “El gobierno puede arrestar a una persona sin una orden judicial”, escribió el embajador Yehiel Eilsar, y agregó: “Las personas tienen prohibido expresar críticas negativas sobre el gobierno, un ministro o un funcionario”. Un cable fechado el 21 de octubre de 1970 señalaba que se estaba expulsando a estudiantes políticamente activos de las universidades y escuelas secundarias; además, se había establecido una unidad secreta de seguridad y espionaje dentro de la Guardia Nacional de Panamá. Pocas semanas después: “No hay duda de que la red de la Guardia Nacional está desplegándose en cada evento, actividad, actuación o fenómeno civil, a veces de forma abierta, a veces clandestinamente”.

En mayo de 1971, Eilsar comenzó a informar a Jerusalén sobre el secuestro y desaparición de un sacerdote local, Héctor Gallego Herrera, un incidente que provocó las protestas de la gente y de la Iglesia católica. Eilsar no tenía ninguna duda de quién estaba detrás del evento: el coronel Noriega, entonces jefe de la policía secreta. “El coronel Noriega es conocido por ser ambicioso, astuto e inteligente, y una persona a la que le gusta hacer cosas por iniciativa propia, como secuestrar al padre Gallego”, escribió el embajador posteriormente ese año.

Las actividades de Noriega y Torrijos de aquel momento no afectaron a sus abiertas relaciones con Israel. Un documento biográfico sobre Noriega elaborado por el Ministerio de Asuntos Exteriores afirma que había realizado un curso de inteligencia y defensa en Israel, así como entrenamiento en paracaidismo. Según los cables enviados por la embajada en la ciudad de Panamá, los dos funcionarios visitaron también Israel en varias ocasiones. En mayo de 1970, Torrijos -quien fue de facto jefe de Estado del país hasta 1981, aunque nunca fue nombrado presidente oficialmente- realizó una visita oficial, seguida unos meses más tarde por la de Noriega. Este último también visitó Israel en 1984. Yitzhak Rabin, exjefe en aquel momento del Partido Laborista, visitó Panamá y se reunió con Noriega en diciembre de 1983; el ministro de Relaciones Exteriores, Yitzhak Shamir, se reunió allí con él un año después.

Tras la muerte de Torrijos en un misterioso accidente aéreo en julio de 1981, estalló una lucha por el liderazgo de la Guardia Nacional de la que Noriega salió triunfante. Tras lo cual trató de afianzar aún más su posición nombrando un presidente-títere llamado Nicolás Ardito Barletta, al que hizo presentarse a las elecciones de 1984.

Sin embargo, ese plan se topó con un gran obstáculo: Arias, el líder de la oposición, que había sido presidente tres veces antes del golpe militar. Arias era extremadamente popular y se le percibía como la única persona que podía provocar el fin de la junta. Todos los pronósticos apuntaban a que ganaría las elecciones.

La valoración que ofreció la embajada de Israel en Panamá fue que el general Noriega no aceptaría una victoria de Arias. Según un cable fechado el 15 de marzo de 1984, enviado por el embajador Yosef Hassin: “Muy pocos comentaristas pueden creen que las elecciones vayan a ser libres e impolutas. Todos piensan que el general Noriega hará todo lo posible para evitar la elección de un presidente que no sea de su agrado, incluido un golpe de Estado o la falsificación de los resultados electorales”.

¿Qué es lo que sucedió? Que el hombre fuerte actuó para liquidar políticamente a su rival orquestando una campaña de falsedades y difamación, y, en ese esfuerzo, contó nada menos con la ayuda del tipo aparentemente retirado del Mossad, Mike Harari.

Harari. El subsecretario de Estado adjunto de Estados Unidos recomendó que abandonara Panamá y agregó: “Por el bien de Israel, esa persona debe irse de inmediato” Foto David Bachar

En los documentos del Ministerio de Relaciones Exteriores no queda claro cuándo llegó Harari a Panamá por vez primera. El primer cable que lo menciona está fechado el 25 de julio de 1980. Escrito por el entonces embajador, Chanan Olami, señala, en relación a las actividades propalestinas en Panamá: “Mike Harari, del Mossad, puede ayudarnos debido a sus vínculos con Torrijos”.

A Harari se le menciona por segunda vez, en agosto de 1983, en la correspondencia de Olami hacia Jerusalén, en la que informa sobre la ceremonia en la que Noriega se convirtió en jefe de la Guardia Nacional: “El curriculum vitae del general Noriega, leído en la ceremonia y distribuido entre el público, señala que siguió cursos en Israel y, entre sus invitados privados  extranjeros, uno de los que estuvo presente en la audiencia fue el general Mike Harari de Israel”.

El plan pergeñado por Harari y Noriega para derrotar a Arias se describe lúcidamente en los cables enviados por el embajador Hassin. Y para ello fue fundamental la redacción y distribución de un libro titulado “Holocausto en Panamá”, que inventaba un capítulo del pasado del candidato presidencial Arias. Según el libro, el líder opositor había ordenado el asesinato de los judíos de origen alemán que habían emigrado a Panamá durante su primer mandato como presidente, en 1941.

La redacción y distribución del libro fueron financiadas por la Guardia Nacional y, según el embajador israelí, “los derechos de distribución del libro fueron adquiridos por Mike Harari”. Los ejemplares del libro fueron almacenados en el edificio de la legación de Israel en Panamá, sin la autorización del embajador, mientras Harari esperaba “luz verde del ejército para comenzar a distribuirlos entre el público”.

Aunque las acusaciones del libro eran falsas, se basaban en un período oscuro del pasado de Arias. En la década de 1930, sirvió como embajador de Panamá en la Italia de Mussolini. Se sentía fascinado por el fascismo y simpatizaba con el régimen nazi. Más tarde se supo que el Ministerio de Relaciones Exteriores de Jerusalén le había perdonado esta historia. “Hasta donde sabemos, Arias fue de hecho enviado en Europa durante el período del nazismo, y como muchos otros de la misma clase (como el argentino Juan Perón), sentía simpatía por ese régimen”, escribió Herzl Inbar, director del departamento para Latinoamérica del Ministerio de Exteriores, en marzo de 1983. “Sin embargo, no conocemos declaraciones o hechos antisemitas y antiisraelíes durante su actividad política en Panamá”.

La misma impresión tenía la comunidad judía de Panamá. Tras un encuentro que Arias sostuvo durante su campaña a la presidencia con representantes de la misma, esta salió con la sensación de que se había tratado de “un hecho en una historia remota cuando estaba de moda el nacionalismo extremo. Pero que ahora no alberga sentimientos antijudíos y desea estar cerca de ellos, y les desea lo mejor”, escribió Hassin el 14 de marzo de 1984.

El embajador informó en un cable un mes después que la distribución generalizada del libro tenía como objetivo no solo disuadir a la pequeña comunidad judía de 5.000 almas y otros de apoyar a Arias, sino también poner en marcha “una campaña de terror frente a su política racista. Y, en función de la misma, expulsar de Panamá a todos los chinos, negros, judíos e indios”.

Arnulfo Arias. Foto Ralph K. Skinner/AP

El complot tuvo éxito: “Holocausto en Panamá” generó titulares sensacionalistas y fue ampliamente cubierto por todos los medios locales. En un cable a Jerusalén fechado el 5 de abril de 1984, Hassin señalaba: “La prensa está llena de titulares y descripciones detalladas del derramamiento de sangre judía y del asesinato de niños judíos por Arnulfo Arias”.

La inventada historia, agregó, estaba causando mucha incomodidad entre la comunidad judía: “Hay ira y vergüenza entre los judíos porque están siendo utilizados en un asunto que, en su opinión, está falseado en forma y contenido. Una petición con 50 firmas de judíos de la comunidad declara que nunca hubo antisemitismo, discriminación o asesinato de judíos en Panamá, y que no tienen información ni evidencia alguna sobre el asunto”.

Hassin no solo aceptó las enérgicas negaciones de Arias de cualquier participación personal en los presuntos asesinatos, sino que también estaba convencido de que nunca había ocurrido tal atrocidad.

“Es cierto que había una comunidad germano-suiza en la región de Chiriquí [al oeste de Panamá], sobre la cual no está claro si estaba total, parcialmente o en absoluto compuesta por judíos”, escribió el embajador el 26 de abril. “No se sabía bien qué les sucedió a lo largo del tiempo, si regresaron a Europa, murieron de enfermedades, fueron asesinados o se desperdigaron por otras ciudades de Panamá”.

Las elecciones tuvieron lugar el 6 de mayo. El 22 de mayo, Hassin informó que se habían oído preguntas en el sentido de que, “Si todas las acusaciones contra Arias se documentan en el libro, ¿por qué el gobierno de Panamá no lo enjuicia por asesinato?, y ¿por qué el gobierno de Israel no presiona para que le castiguen?”.

El embajador estaba muy preocupado por las posibles implicaciones del asunto en las relaciones entre Israel y Panamá. “¿Por qué era necesario permitir que un empresario privado, que también posee estatus oficial estatal, involucrara a la embajada en un tema cuyo único objetivo era la intervención en unas elecciones internas?” escribió en un cable. “El episodio puede colocar a la embajada y a Israel en una posición incómoda y causarnos complicaciones”, afirmaba en otro cable. “Arias podría ganar las elecciones, y cuando se entere de que un empresario israelí echó una mano en la batalla contra su elección como presidente, no vamos a salir bien parados de esto”. Agregaba, en un cable distinto: “Será muy difícil subsanar el daño que se ha hecho”.

Posteriormente, el embajador israelí se enteró de que esta no había sido la única participación de Harari en las elecciones. Como parte de la campaña, Harari también le había prometido a Noriega que se iba plantar un bosque en Israel en memoria del general Torrijos. Hassin estaba indignado. “No conozco ningún otro país que haya conmemorado a Torrijos”, escribió. “Tienen muy claro que las donaciones que se recolectaron para el ‘Bosque de Torrijos’ con la intercesión del Sr. Harari no son el resultado de una amistad espontánea hacia Israel, sino consecuencia de una orden explícita de Noriega”. (Todavía no está claro si el bosque llegó a plantarse alguna vez.)

Para Hassin era evidente que uno de los principales beneficiarios de los esfuerzos de intromisión no era otro que el propio Harari, el “hombre de negocios con estatus oficial del Estado”, como él mismo había expresado. “Mientras tanto, solo Israel, un país extranjero, ha asumido una posición en la campaña electoral”, escribió en un cable de abril de 1984, y agregaba irónicamente: “A diferencia del daño que el ‘Bosque de Torrijos’ y el libro ‘Holocausto en Panamá’ va a causarnos, al menos aseguraremos excelentes relaciones personales continuadas entre un general panameño y un general ‘israelí’”.

Un tanque usamericano en la ciudad de Panamá, 1987. Foto Borea Robert/AP

A pesar de las críticas formuladas por el embajador, de sus comentarios se desprende que creía que la intervención en las elecciones no respondía a una iniciativa privada de Harari, sino a un movimiento deliberado de Israel. “En mi opinión, todo ese asunto forestal estaba de más”, señaló. “Solo espero que se estén guiando por consideraciones gubernamentales con las que no estoy familiarizado, que no necesito conocer, y que los frutos del bosque de Torrijos se estén recolectando ya o den frutos pronto. Si es así, me retracto de mi crítica y pido perdón a todos los que operan en secreto con éxito”.

Pero las estratagemas no funcionaron: Arias ganó las elecciones de mayo de 1984 por una pequeña mayoría. Sin embargo, fue al candidato de Noriega al que declararon vencedor. Israel, Estados Unidos y la comunidad internacional tenían claro que se habían falseado los resultados.

En un informe fechado el 11 de septiembre de 1984, en el que resumía su mandato en Panamá, el embajador Hassin describió la consumación de la toma de posesión del país por parte de Noriega: “El centro del poder en el país es el ejército, y dentro del ejército la persona que está al frente, y ese es hoy el general Noriega”, escribió. “Hay instituciones y organizaciones, sindicatos y oficinas, una Asamblea Nacional y un consejo legislativo, pero su importancia es insignificante”.

Hassin abordó también las actividades problemáticas de Harari: “Un oficial de seguridad israelí mantiene vínculos estrechos con el jefe del ejército en cuestiones de seguridad y también en el marco de los negocios privados”, informaba. “Ese personaje israelí tiene el monopolio exclusivo de los vínculos comerciales con el gobierno panameño, y la embajada no recibe información sobre sus asuntos comerciales. Ese individuo también sirve como enlace directo con Israel, en el contexto de sus vínculos con panameños oficiales y privados, en asuntos político-diplomáticos”.

Hugo Spadafora*

El brutal asesinato del Dr. Hugo Spadafora conmocionó a Panamá y provocó amplias protestas contra las autoridades gobernantes. La oposición cobró fuerza y ​​hubo cada vez más llamamientos a destituir a Noriega. Paralelamente, también se intensificaron la opresión y la tortura, se incrementó la censura de prensa y se prohibieron las manifestaciones.

El siguiente embajador de Israel en Panamá, Shaul Kariv, señalaba en el informe que resumía su mandato (1984-88), que las relaciones de Israel con Panamá “no han sido muy felices, e incluso problemáticas, si tenemos en cuenta que estas relaciones se están llevando a cabo con un régimen corrupto aborrecido por gran parte del pueblo de Panamá, o, más precisamente, con un dictador militar cuya destitución exige gran parte de la nación”.

Por esa época aumentaron también las tensiones entre Estados Unidos y Panamá: la administración de Ronald Reagan emprendió acciones para derrocar a Noriega. El Departamento de Estado comenzó a acusar al dictador de incurrir en prácticas corruptas, violar los derechos humanos, fomentar el narcotráfico y transferir tecnología estadounidense a manos cubanas. El Senado de los Estados Unidos aprobó una resolución en la que pedía a Noriega que dimitiera y, en julio de 1987, la administración anunció que iba a suspender la ayuda militar a Panamá.

Protesta antigubernamental en la ciudad de Panamá tras un intento de golpe de Estado sofocado por el presidente Noriega, 16 de marzo de 1988. Foto Diana Smith/AP

Pero Noriega se aferró al poder y se negó a dimitir. Aquí también Harari jugó un papel importante. El 7 de agosto de 1987 se envió un documento desde Panamá a la embajada de Israel en Washington. El documento esbozaba un plan de trabajo interno destinado a mantener a Noriega en el poder. Entre otros elementos, el plan incluía reprimir reuniones y manifestaciones mediante el despliegue del ejército; difundir rumores sobre intenciones de arrestar o incluso asesinar a líderes de la oposición y empresarios en Panamá y en el exterior; intensificar la actividad de las milicias para generar sensación de terror; eludir las sanciones económicas de la administración Reagan presionando directamente a los políticos estadounidenses; y una mayor supervisión de los medios y periodistas panameños.

Los estadounidenses, por su parte, estaban convencidos de que el documento “no respondía a una ocurrencia de Noriega, sino de Mike Harari”. Creían que Harari estaba trabajando para mantener el gobierno de Noriega a cualquier precio, y estaban decididos a hacer que el israelí se fuera del país.

El 6 de julio de 1987, el subsecretario de Estado de los Estados Unidos, Elliot Abrams, se reunió con Oded Eran, un representante israelí en Washington. La posterior conclusión del Ministerio de Relaciones Exteriores fue inequívoca: “Los estadounidenses quieren poner fin a la conexión Noriega-Mike Harari”. Según el resumen de la reunión transmitido por Yitzhak Shefi, quien trabajaba en el departamento de Latinoamérica, Abrams recomendó que Harari saliera de Panamá y agregó: “Por el bien de Israel, ese hombre debe irse de inmediato”.

Shefi dedujo de la reunión que “los estadounidenses están convencidos de que la contribución de Harari a la posición de Noriega es crucial y que ‘desarmar el paquete’ acelerará la caída del general y abreviará significativamente la agonía del régimen actual”. El 29 de julio, el propio Shefi habló con Harari y descubrió que no estaba impresionado por las advertencias de los estadounidenses. “El propio Mike se identifica con el gobierno y con Noriega”, escribió el funcionario. “No tiene intención de abandonar a su amigo precisamente en este período crítico”.

En marzo de 1988, el subsecretario adjunto de Estado Bill Walker se reunió con el general Noriega. La reunión tuvo lugar en la casa de Harari; un cable fechado el 22 de marzo relata lo sucedido. Walker le sugirió a Noriega que se trasladara a España y le prometió que Estados Unidos no exigiría su extradición y que su familia saldría ilesa. El cable afirma que Noriega rechazó esta idea “con una retórica [en una conversación] que se prolongó durante unas cuatro horas y que se puede resumir en ‘vete al infierno’”.

Un cable enviado a Jerusalén por la embajada de Israel en Washington el 14 de septiembre de 1988 decía: “Un panameño que tiene estrechos vínculos con la oposición en Panamá, y que trabaja en su nombre en Washington, llamó mi atención a lo que considera el grave daño que la actividad de Harari en Panamá está causando a Israel. Sostiene que la oposición atribuye las acciones de Harari a Israel, y que las relaciones [de Israel] con Panamá se verán seriamente afectadas si se diera un cambio de gobierno”.

En mayo de 1989, se celebró otra elección presidencial en Panamá. Ganó el candidato de la oposición; Noriega declaró nula la elección. El 20 de diciembre de 1989 Estados Unidos invadió Panamá. Noriega fue detenido y posteriormente condenado por tráfico de drogas, blanqueo de capitales y otros delitos. Pasó el resto de su vida en cárceles de Estados Unidos, Francia y Panamá, hasta su muerte en mayo de 2017.

Harari, quien huyó de Panamá hacia Israel justo antes de la invasión estadounidense, murió en 2014 a la edad de 87 años. Las personas que lo elogiaron recordaron sus heroicas hazañas en varias operaciones de seguridad en todo el mundo, entre ellas los actos de venganza contra los palestinos tras la masacre de atletas israelíes en los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972 y el rescate de rehenes en la operación de Entebbe de 1976. Sin embargo, los documentos desclasificados del Ministerio de Relaciones Exteriores no detallan los servicios que Harari brindó al general Noriega, aparte de su actuación durante las elecciones de 1984. Pero la petición de Estados Unidos, muy inusual, de sacar a un agente del Mossad de un país extranjero indica que esos servicios fueron de gran importancia. La naturaleza completa de la actividad de Harari en Panamá solo quedará clara cuando el Mossad y los censores militares de Israel permitan que se hagan públicos más detalles. Nadie se hace ilusiones de que esto suceda pronto.

Nota de Tlaxcala

*Lo que el autor de este artículo parece ignorar es que Hugo Spadafora (1940-1985) no fue un simple “médico local”. Este panameño de padres italianos graduado de médico en Bolonia (Italia), hizo sus estudios de posgrado en Egipto donde encontró los combatientes de Guinea-Bissau en lucha contra el colonialismo portugués, a los cuales se unió. De regreso a Panamá en 1967 continúa ejerciendo la medicina hasta que ocurre el golpe de Estado de 1968 que derroca Arnulfo Arias. En ese momento decide unirse como médico de las guerrillas urbanas que combatían a los militares golpistas, pero es apresado por varias semanas. Logra la libertad condicional por las presiones de su padre, quien conocía a Omar Torrijos Herrera.​ Mientras estuvo preso conversó con el mismo Torrijos sobre la revolución, de inquietudes sociales y finalmente dejaron de ser enemigos.​ A pesar de su crítica inicial con el régimen de Omar Torrijos, fue nombrado viceministro de Salud en 1976. El 15 de septiembre de 1978 renunció a su cargo de viceministro y se unió a los sandinistas en lucha contra la dictadura de Somoza en Nicaragua, creando la Brigada Internacional Victoriano Lorenzo y después la Brigada Internacional Bolivariana. De regreso a Panamá, el 13 de septiembre de 1985 fue asesinado por las Fuerzas de Defensa de Panamá, al mando del general Noriega. Su cuerpo decapitado, castrado y con las uñas arrancadas fue encontrado en Laurel de Corredores en los alrededores de Chiriquí. Su cabeza nunca fue hallada. Se puede leer la biografía novelada escrita por el escritor cubano asentado en Berlín Amir Valle: Hugo Spadafora – Bajo la piel del hombre (Panamá 2013).

Eitay Mack איתי מאק إيتاي ماك

Original: The Zionist James Bond? How a Mossad agent helped entrench Noriega’s brutal regime in Panama

Traducido por Sinfo Fernández

Editado por  Fausto Giudice Фаусто Джудиче فاوستو جيوديشي

Traducciones disponibles:  Français  Italiano 

Fuente: Tlaxcala, 11 de abril de 2021

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