Crisis 2020: ¡Los ludditas* tenían razón!

Lo que calificamos de “arremetida”  tomó vuelo generalizado a partir de la 2GM, cuando USA pasó a ser dueño absoluto de la industria planetaria.

El progreso es el opio de los pueblos.
Pero Marx tenía razón… así que:
La religión del progreso es también el opio de los pueblos

En el 2020 parecen confluir elementos y factores, acontecimientos, que califican una verdadera crisis sistémica. Es a tal punto potente y diversa que se nos hace difícil abordarla y calificar sus múltiples facetas.

Hay aspectos que califican como una crisis de alcance planetario, aunque a la vez sea visualizable en dimensiones nacionales.

La contaminación generalizada

Está dejando su huella planetaria cada vez más insoslayable –en sus más variadas y ominosas manifestaciones; alimentaria, electromagnética, nuclear, climática, química y particularmente plástica…

Hay fuertes indicios para asociar la declarada pandemia oficial y planetaria con la irrupción de virus y vectores que podrían proceder de una naturaleza conmovida en sus cimientos, no por alguna vendetta celeste sino sencillamente, porque la conquista de nuevos territorios de la naturaleza permanentemente colonizados por la especie humana pone a esta última en presencia de nuevos vectores patógenos hasta ahora circunscritos a la vida silvestre (y allí, generalmente en equilibrio).

Pero más allá o más acá de la presencia generalizada del Covid 19, vemos la contaminación alimentaria por doquier: la pesca está absolutamente “tomada” por las partículas microplásticas, alojadas en los diversos órganos de los peces, incluida, con certeza, su carne.

Los animales que fueran el reservorio alimentario de los pueblos cazadores, facilitada la obtención de tales carnes mediante la domesticación, con el desarrollo agroindustrial, necio y omnipotente, ha terminado generando montañas de carne más enferma que sana, más tóxica que saludable.

La ruralidad a la norteamericana, insuflada de modernización tecnológica ha terminado por contaminar todos los cultivos, todos los frutos que el hombre ha ido organizando sobre la faz de la tierra para su cada vez mejor sustento, ahora su cada vez más espada de Damocles sobre su salud.

Hacer vida con venenos suena dialéctico, pero es en rigor patógeno.

Por esto último –por hacer cada vez más invivibles regiones y moradas del planeta− la cantidad de los llamados refugiados ambientales crece incontenible. Si a esto agregamos la voracidad de la agroindustria, expulsando a “los pobres del campo” para “mejor” atenderlos en tugurios suburbanos con comida chatarra, se crea otra suerte de refugiados por despojo que seguramente constituye una de las causas del pavoroso viaje “de la periferia al centro” que tantos africanos, asiáticos, centroamericanos, emprenden para ver de conseguir mejor suerte arriesgando lo poquísimo que tienen, apostando con sus propias vidas y las de los hijos; en el agua, en los depósitos  de países receptores, separándose padres de hijos…

Esa arremetida de la agroindustria, del diseño norteamericano de ruralidad, de los alimentos, y de la vida cotidiana, todo ello basado en la tecnologización radical, absolutista, en la plastificación de nuestra cotidianidad, en la transnacionalización y aumento de escala, so pretexto de racionalizar recursos (en realidad, malgastarlos en medio de la mayor indiferencia por el destino de la biodiversidad planetaria, incluida nuestra especie (aunque de modo mucho más agresivo hacia el resto de las especies animales y vegetales, sometidas a políticas de exterminio más directas), está forjando, lo que estos tecnooptimistas  madeinUSA califican como una ‘salvación del planeta mediante plásticos y agrotóxicos’. [1]

Lo que calificamos de “arremetida”  tomó vuelo generalizado a partir de la 2GM, cuando EE.UU. pasó a ser dueño absoluto de la industria planetaria. Ese unicato se perdió pronto (y de muy diversa manera), pero la arremetida prosiguió.

Ese núcleo dinamizador (madeinUSA)  está empezando a perder la batalla cultural, ideológica. Basta ver el reciente panorama electoral de EE.UU. para percibirlo. Algo huele a podrido y no es precisamente en Dinamarca… Somos muchos los que vamos viendo que el propagandeado American Way of Life  es un American Way of Death.

Que vamos al abismo, que la idea del progreso como una locomotora con velocidad progresivamente acelerada no nos lleva a ninguna parte… mejor dicho, que nos lleva al abismo. Porque el modelo olvidó los frenos. La idea de hacer ascensores panorámicos geniales, de enorme altura pero sin controlar nunca el estado de los tensores que lo izan y lo bajan, sería insensata. Y bien, en nuestro caso, siguiendo con el símil, se trata de un ascensor que sólo asciende…

Pensadores lúcidos nos lo han dicho reiteradamente; baste nombrar la exultante Una pesadilla de aire acondicionado, de Henry Miller, que ya en 1945, precisamente la fecha del ascenso ideológico de EE.UU., cuando ese ascenso se convierte en “cosmológico”…

Pero así y todo la agroindustria, el modelo globalizador, arrasador de las particularidades, aun habiendo entrado en un cono de sombra –la que despiden los aviones del World Trade Center, los cuerpos de Sadam Husein, Osama Bin Laden y Muhammar Gadafi, los miles, centenares de miles de sacrificados, los centenares o miles de niños palestinos engrillados, enjaulados, tratados como basura…− sigue empeñado en defender sus inmensos privilegios

Siguen al ataque. La hybris tecnológica no cede. Veamos una aplicación de ingeniería genética.

Trigo transgénico

Uruguay y Argentina acaban de tener el enorme privilegio de iniciar la producción de trigo transgénico, al parecer por primera vez en el mundo entero.

Cuando la ofensiva de la ingeniería genética aplicada a alimentos se desencadenó en la década de los ’90, a fines de esa década, organizaciones campesinas, de la India, EE.UU., Francia, Brasil, entre otras, reaccionaron con mucha fuerza y obtuvieron dos promesas de los emporios “biotecnológicos”: no desarrollar semillas suicidas (que eran de interés empresario para forzar nuevas compras y evitar la ancestral costumbre campesina de guardar semillas, y no avanzar con aplicaciones transgénicas al trigo y al arroz; los dos cereales de mayor uso en el planeta.

Tal resistencia y el compromiso resultante data de los años 2000, 2001.

Casi un cuarto de siglo después, acaba de ser borrado con el anuncio laboratoril de trigo y arroz transgénicos para el 2020.

A Uruguay y Argentina les cabe el ”honor” de semejante ruptura de compromisos. Los consorcios agroindustriales vieron oportuno el momento de borrar lo que habían firmado ante la resistencia social. Y no se equivocan tanto: la resistencia actual es menor. 

Calentamiento global

La “decisión” para adoptar trigo transgénico es muy ilustrativa: “[…] el evento HB4PAT [trigo transgénico] tiene tolerancia a la sequía”.[2] Pero ni el GNB ni el MGAP nos explican de dónde proviene la sequía. 

La sequía proviene del calentamiento global, veranos cada vez más ardientes, por ejemplo. Y ese calentamiento proviene del modelo agroindustrial, de enorme dilapidación energética; es decir, nuestros gobernantes atrapados en el círculo vicioso de la contaminación, sólo saben ahondarla…

La “fundamentación” en Argentina corre por los mismos andariveles. No se puede considerar que sean muy creativos…

Desarrollado por un grupo de biólogos/as moleculares e investigadores/as argentinos/as, liderados/as por la investigadora Raquel Chan, directora del Instituto de Agrobiotecología del Litoral (IAL) y perteneciente al Conicet, permite obtener semillas más tolerantes a la sequía”, festejó el Ministerio de Ciencia, a cargo de Roberto Salvarezza.[3]

La lógica aplicada a estos ejemplos y debidamente generalizada, nos permite comprobar que los tecnooptismistas son cultores, voluntarios o no, del calentamiento global. Lo aceptan gustosamente, porque consideran haber encontrado la solución. Un penoso ejemplo de miopía conceptual en el tratamiento de dificultades.

La crisis tendida al galope por todos los mares y continentes del planeta, que han estado sufriendo los procesos de colonización, industrialización y globalización sin freno alguno, que, por ejemplo, está reduciendo el casquete polar ártico año a año (el continente antártico también, pero como es considerablemente mayor se nota menos); el trastorno climático parece arreciar en forma de incendios, huracanes, inundaciones cada vez más frecuentes. Dicha  intensidad y frecuencia mayores no son sino expresión del mismo calentamiento; se trata de una intensificación de los ciclos; con más energía solar, por ejemplo (que entra más “libremente” por el debilitamiento de la capa de ozono), más se calienta el agua de los mares; y ya está verificado que con temperaturas por encima de 25o el riesgo de tromba, huracán o tsunami se presenta.

La crisis multifactorial tiene mil facetas más y se cuela por los más remotos senderos de la actividad humana. El colapso soviético reveló a medio mundo, la debilidad de la “alternativa socialista”, vencida por el a w o l. Pero ese combate no certifica la calidad ni la bondad del sistema emblematizado por EE.UU.

Tampoco lo hacen las “revoluciones de colores”; una jugarreta para doblegar y asimilar a los viejos aliados del “campo socialista”, ni la política de shock con la que EE.UU., la UE y el EdI han ido machacando y haciendo trizas sociedades árabes o islámicas en laborioso proceso de construcción social (el caso más descarado y de más bajo nivel ético fue el saqueo del régimen libio, titular de una singular fortuna en oro y de proyectos endógenos de desarrollo, confrontados con el gorjeo infame de Hillary Clinton).

Biodiversidad menguante: sexta extinción masiva

Cada vez hay más investigadores biólogos de macro- y microfauna y flora; de tierra, agua o aire, que señalan la desaparición  galopante, no ya de ejemplares, sino de especies.

Esta mengua de riqueza biológica no es ni remotamente compensada por el florecimiento de especies domesticadas, de fauna o flora. La complejidad genética y biótica del planeta se está perdiendo.

Otra manera de decir que nuestro planeta está enfermo. En tanto paleontólogos y biólogos han rastreado varias extinciones masivas de especies, sobre todo vinculadas con trastornos climáticos y desplazamientos territoriales  tectónicos– el relato de la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años es una de las tantas−, ésta, sexta extinción generalizada, tiene un atributo peculiar; estar provocada por la especie humana, y por lo mismo al margen de toda regulación “natural”.

Un fenómeno altamente vinculado con éste del empobrecimiento biótico del planeta es el aumento poblacional de la humanidad fuera de toda consideración ambiental; la humanidad se ha expandido perdiendo la calidad de vida, de muchos de sus integrantes, o sea estamos recargando nuestra nave celeste, no mejorando sino empeorando las condiciones de vida de la mayoría de la humanidad, claro que no la de sus inmensas minorías, inmensamente privilegiadas (entre quienes se encuentran, nos encontramos, los que leen, leemos informes como éste…).

Contaminación electromagnética

Hay un movimiento generalizado impulsado por grandes empresas para tender una red electromagnética  −5G−  incomparablemente mayor que la tendida hasta ahora, por más que existen pluralidad de informes desaconsejando semejante irradiación.

Con la promesa de que tendremos heladeras “inteligentes”, ventanas “inteligentes”, autos “inteligentes”, que podremos bajar una película en medio segundo y no, como hasta ahora, en medio minuto,  “ninguna persona, ningún animal, ningún pájaro, ningún insecto y ninguna planta en la Tierra podrán evitar la exposición, las 24 horas del día, los 365 días del año, a niveles de radiación de RF que son decenas a cientos de veces mayores de lo que existe hoy en día, sin ninguna posibilidad de escapar a ninguna parte del planeta.” [4]

Pese a las negativas de años de la OMS de asociar gliomas y celulares, finalmente no tuvo más remedio que aceptar esa temible asociación, por cuanto quedó irrefutablemente probado que los cánceres de cerebro se forman del mismo lado del que se habla con el celular. Apenas un ejemplo de la proliferación electromagnética.

Estas radiaciones, las “suaves”, se sabe alteran el  vuelo de insectos, nuestro sueño; médicos recomiendan que los niños no pongan sus netbox en el regazo porque sus ondas llegarán a los órganos sexuales inmaduros… no hace falta imaginar que sobrevendrá con esa madurez…

Lo más grave es que la implantación del 5 G (así como las aplicaciones anteriores) no han contado jamás con informes médicos y sanitarios aceptables para evaluar los efectos de la contaminación electromagnética, en qué puede resultar la exposición cada vez más intensa y permanente a dicha irradiación. Más bien, como bien explica Jorge Riechmann:[5]  “las empresas de telecomunicaciones y las GAFAM [Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft] están aplicando en este caso la estrategia de las empresas del tabaco, generalizada luego con éxito –desde el amianto al glifosato. Lo cual promociona un tipo de ciencia cuestionable (¿qué niveles de evidencia exigimos cuando están en juego bienes y valores básicos para la sociedad?) y desactiva el principio de precaución.”

Contaminación nuclear

Japón acaba de informar que no puede retener más los millones de litros de agua irradiada que ha estado reteniendo, bajándole su carga nuclear, desde el tsunami que arrasara Fukushima,  en 2011. Entonces, el agua contaminada se extendió prácticamente por todo el Pacífico y en California al otro lado de ese océano, se reportó la presencia de una radiactividad muy superior a la normal. Ahora, con los medios de incomunicación mucho más asordinados, estamos ante un hecho con cierto paralelismo.

De todos modos, lo grave no es la gravedad de los problemas sino la coraza mental que les permite a quienes provocan las crisis sentirse que son los que las solucionan.

Nota de Tlaxcala

*Ludditas:  El ludismo o luddismo fue un movimiento encabezado por artesanos ingleses en el siglo XIX, que protestaron entre los años 1811 y 1816 contra las nuevas máquinas que destruían el empleo. Los telares industriales y la máquina de hilar industrial introducidos durante la Revolución Industrial amenazaban con reemplazar a los artesanos con trabajadoras menos calificadas y que cobraban salarios más bajos, dejándolos sin trabajo. Una teoría es que el movimiento recibió su nombre a partir de Ned Ludd, un joven que supuestamente rompió dos telares en 1779, y cuyo nombre pasó a ser emblemático para los destructores de máquinas.1 El nombre evolucionó en el imaginario general ludita Rey Ludd, una figura que, como Robin Hood, era famoso por vivir en el bosque de Sherwood.4 El historiador Eric Hobsbawm ha considerado a este movimiento de destrucción de máquinas como una forma de “negociación colectiva por disturbio”, lo que sería en esta formulación una táctica utilizada en Gran Bretaña desde la Restauración, ya que la diseminación de fábricas a través del país hizo que las manifestaciones a gran escala fueran poco prácticas (wikipedia)

Notas del autor

[1]  La frase pertenece a Dennis Avery, recientemente fallecido; consejero de Lyndon Johnson y jerarca del USDA (Ministerio de Agricultura de EE.UU.) de la “era Clinton”.

[2]  Gabinete Nacional de Bioseguridad, del MGAP, Uruguay, 3 set. 2020.

[3]   Darío Aranda, “Agrotóxicos: una convocatoria con 24 años de retraso”, alainet, 13/11/2020.

[4]  Llamado a autoridades nacionales e internacionales con firmantes de 203 países, 13 mar. 2020.

[5]  https://www.15-15-15.org/webzine/2020/09/07/decrecer-desdigitalizar-quince-tesis/

Luis Ernesto Sabini Fernández

Ilustraciones: pinturas de la artista canadiense Heidi Taillefer

Fuente: Tlaxcala, 27 de noviembre de 2020

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