Día de la Resistencia Indígena: Francisco Fajardo, el genocida que da nombre a la principal vía de Caracas

¿Será Dios mío, que nosotros los descendientes de nuestros Hombres Libres, que sufrieron la perfidia de este monstruo de nuestra media sangre, tengamos que soportar que esta monumental arteria vial, lleve el nombre quien nos recuerda tanto luto, traición y maldad?!

Francisco Fajardo, un mestizo*

Dicen que “No hay peor cuña, que la del mismo palo” y esto lo podemos aplicar al comportamiento de este conquistador medio español, medio aborigen quien fue el fundador del poblado “El Collado” en 1560 y de Caraballeda en 1564 o el Nuevo Collado.

Genocidio Indígena

Cuando Francisco Fajardo, venía o regresaba a los lados del Litoral Central y desembarcaba en la población de Chuspa (Este del hoy estado La Guaira, Venezuela) en 1555 y lo acompañaban sus medios hermanos Alonso y Juan Carreño, lo hacía prevalido de su condición doble, de hijo de la cacica “Isabel”, esposa del teniente gobernador español Francisco Fajardo en la isla de Margarita y ayudado por sus conocimientos de la lengua Caribe.

Muchos historiadores cuentan que la cacica Isabel era hermana de Naiguatá y nieta del cacique Charaima, jefe en las Filas de Mariche.

Pasado el cabo Codera, el cuerno tormentoso que divide la costa central de Venezuela, con las aguas tranquilas de sus costas orientales, la chalupa en donde venía Fajardo, pudo avistar a lo lejos el poblado de Chuspa.

El patrón del bote, alertó a Fajardo:

-Ah! Don Francisco, que allí delante ya se dibuja el poblado de Chuspa, en donde vuestra merced quiere arribar

-Si hombre Julián, ya era hora, después de la vapuleada que nos ha dado la mar en Codera. Jolines! Que ya era hora!

Arrimado el bote a la playa, ya venían a recibirlo algunos pobladores, muchos de ellos con penachos ceremoniales que denotaban cierta jerarquía y mando.

Don Francisco, esperó erguido con su brillante peto metálico y una gran toledana al cinto.

Los recién llegados, quedaron impactados al escuchar a este extraño hombre blanco hablándoles en su propia lengua Caribe, asunto que después de la sorpresa los alagó mucho, pues era conocido que estos hombres pálidos hablaban una jerigonza extraña que nadie entendía.

De inmediato Don Francisco, pidió a la comitiva llevarlos al oeste en busca del cacique Naiguatá, señor de estas tierras caribes.

Naiguata el Señor de las gaviotas

Al bordear la garganta del gran cerro Guaraira Repano que lame el mar, entraron al poblado del señor de Naiguatá, a quien encontraron en su gran choza enclavada en Pueblo Viejo, parte alta del cerro y desde donde divisaba todo el mar de sus playas.

Su fama de sabio había crecido como la espuma y en los días de mar bravío en las escolleras de su costa, siempre era seguido por una bandada extraña de gaviotas, quienes al notar su presencia venían en perfecta formación a darle la bienvenida.

Los piaches contaban que Naiguatá era un poeta, un gran señor que hablaba con sus amigas del mar, espíritus benignos convertidos en gaviotas y quienes le susurraban los oráculos del futuro y sobre todo del irrefrenable río de los acontecimientos que iban a conducir a su pueblo a una titánica, sangrienta, pero inútil resistencia ante el blanco invasor.

Es por ello que al tener noticias de la llegada del mestizo Fajardo, Naiguatá pensó en una grieta en el tiempo que pudiera llevarlos a una salida del cruel destino que las gaviotas le graznaban desde el aire en aquellas tardes de rojo atardecer que aquietaban las aguas en la playa.

Naiguatá estuvo complacido de ver a Francisco, hijo de su hermana Isabel, pero por más que lo miraba, no le veía rasgos de su sangre, sino la de un hombre blanco cualquiera, como los que había visto y combatido parte de su vida. Esto lo ponía tenso y desconfiado, pero la ladina conversación de su supuesto sobrino, vino a disipar un poco el hielo de este primer encuentro.

Don Francisco, sabedor de la inteligencia y poder de este gran cacique, vino preparado con algunos regalos enviados por su madre desde la isla de la Margarita. Entre todos, una gran barrica de roble, en cuya entraña se maceraba un brandy español, comprado con oro a los numerosos contrabandistas holandeses que ya navegaban por las islas de oriente, una blanquísima hamaca tejida en el poblado de el “Norte”, mantas de hilo, un bello collar de perlas, pescado salado y embutidos en barrica, y un dulce hecho con papelón y semillas de lechoza, envuelto en hojas de plátano, llamado “Piñonate”.

Don Francisco, mirando al cacique y su corte de ancianos, piaches y principales guerreros, les explicó:

-Tío y gran señor, he aquí estos tejidos o mantas de hilo, preparadas por las manos de araña de nuestras mujeres Gauiqueries, esta gran hamaca blanca de algodón, para que descanse el más grande de los grandes caciques que vive en este hermoso territorio y esta barrica, que contiene un licor, mil veces más potente que cualquier chicha fermentada, probada por hombre alguno.

Un vuelo de rumores despertó la disertación en perfecto lenguaje Caribe.

-Eres bienvenido y tus regalos me alagan. Espero que tu estancia entre nosotros sea en paz y para beneficio de todos.

-Así será tío.

-Venga Alzuru, abramos la barrica y ¡brindemos por el señor de los señores!

El aludido brinco a la barrica, seguido por la mirada de los 20 acompañantes blancos de Don Francisco, sus dos hermanos y algunos canarios de orilla, toda gente tosca y de malos modales.

En la totuma del gran cacique le fue vaciada una porción del licor y Fajardo espero la probada y algún comentario.

-Es fuerte, este brebaje y se sube rápido a la cabeza!. Hay que tomarlo con calma y sabiduría.

Diciendo esto, le entregó el resto a Fajardo y acompañado de su mujer y otros allegados, se retiró a descansar en la nueva hamaca que le pareció maravillosa y propicia para dormir y soñar.

Francisco Fajardo y sus ansiosos acompañantes, entraron en calor rápidamente y la gran barrica fue distribuida entre los huéspedes y sus mujeres presentes.

Pronto los españoletos, empezaron a cantar y a meterle el ojo a algunas indias que los observaban con demasiado interés.

-¡Jolines! Don Alzuru, ¡que estoy viendo algunas hembras muy llamativas y de poca ropa!

-¡Si!, que me escalpen!, aquí las hembras no se tapan mucho y parecen que hasta le disputan el respeto a los varones o maridos. Joder!..

Viendo la situación, Don Francisco los amonestó temprano, para evitar una mala entrada en esta comunidad, que los había recibido tan cordialmente.

-Joder maeses! Tended cuidado con los ademanes, que ya veo algunos guerreros algo molestos por los gestos que hacéis a sus hembras. Con calma señores, que para todos hay!, pero tended paciencia y no os precipitéis con pendejadas!

Esto refrenó un poco, lo que el brandy ya había iniciado con fuerza y a regañadientes la fiesta se acabó de repente. Algunos invitados, se quejaron un poco, pero todos se fueron a dormir.

En la explanada, bajo los uveros los blancos armaron su palenque y colgaron los chinchorros. Un mar de estrellas lechosas se deslizaba por el cielo y una luna regordeta apareció sobre la gran montaña.

Fajardo de acomodó en su hamaca margariteña y al amparo de la cálida noche, inició un vaivén al compás de la suave brisa que venía del mar.

Ante el gran éxito de la primera incursión de Fajardo en los territorios de Caruao, al Oeste del hoy estado Vargas, la cacica Isabel decide acompañar a su hijo en el segundo viaje en 1557.

En esta segunda oportunidad, Fajardo funda el poblado de “Panecillo”, muy cerca de Chuspa y con la presencia de su madre, logra la completa aceptación de todos los jefes aborígenes de la comarca e incluso la aceptación del poderoso cacique Naiguatá.

Mala conducta y agravios

En el poblado de Panecillo, las cosas no iban bien pues los soldados de Fajardo iniciaron una serie de peleas por la distribución de la tierra y apoderamiento de las mujeres, asuntos delicados que violaban el buen vivir de los “Hombres Libres”.

La propiedad privada, era totalmente desconocida y la tierra se trabajaba para el beneficio de toda la comunidad.

Las doncellas aborígenes, eran mujeres libres que escogían sus parejas por los atributos de capacidad para luchar y producir en estos agrestes parajes, pero eran raramente obligadas por la fuerza, a menos que se tratara de uniones concertadas de princesas o herederas de los caciques, a quienes les interesaban las alianzas con otras tribus.

De allí, que las extrañas costumbres de los “nuevos huéspedes”, causaron traumas sociales irreparables y como consecuencia hubo una reacción armada en contra de los hombres de Fajardo y su madre.

La masacre de “Pancecillos”

Naiguatá y su lugar teniente Guaicamacuare oponen a la violencia y aconsejan a las tribus afectadas, “dejar salir a Fajardo y su gente, sin hacerles daño”.

Fajardo no entendió la seña y por el contrario tomó represalias contra algunos indios y los ahorcó.

Comisionan los Hombres Libres al cacique Paisana, mediante una gran asamblea popular en “Uverito” en el poblado de “Macuto” para que someta a Fajardo y lo expulse del territorio de Caruao y Chuspa. Para ello Paisana les envenena los pozos de agua potable situados en el poblado de Panecillo y sus alrededores.

Fajardo replica con una incursión punitiva de pelea y se dirige al Este en busca de Paisana, a quien sorprende de noche en su propio campamento cerca del caserío de Oripoto y le causa centenares de bajas con sus poderosos arcabuces, picas y largas espadas.

Capturado el cacique Paisana y desoyendo pedidos de cordura y clemencia de sus allegados, Fajardo decide ahorcarlo en presencia de una poblada de indios cautivos. Esto provocó una intensa repulsa y un odio profundo de los pobladores de la región.

Tras dos días de marcha Fajardo regresa a Panecillo y al bajar de una hondonada, divisa una gran humareda, producto del incendio y destrucción del caserío. Regados por doquier yacían los cadáveres de la guardia dejada para proteger a su madre, quien igualmente fue ejecutada en el sitio.

Fajardo había llegado lejos hacia el Oeste y ya casi pisaba tierras de Macuto, en un recodo de la montaña funda el poblado de Caraballeda y deja unos cuantos blancos, mestizos e indios sirvientes en el pueblo, cuya espalda descansaba en una estribación del cerro Guaraira Repano y por el frente le fue construida una gran empalizada protectora con dos torretas de vigilancia.

Esta primera fundación de Caraballeda, queda en la oscuridad de un gran misterio, pues súbitamente sus pobladores la abandonaron. No se reportaron causas naturales como deslaves o terremotos, pero un gran terror se apoderó de Caraballeda y en un santiamén sus dos calles quedaron desiertas y la gente partió hacia Naiguatá y otros hacia Macuto.

Fajardo ante la presión de las tribus del Litoral Central de Venezuela y por la llegada de Lope de Aguirre, llamado “El Tirano”, se embarca hacía La Margarita en 1558.

Luego trata de regresar a tierra firme y es apresado en Cumaná por el Justicia Mayor Alonso Cobos, quien lo ahorca.

Final trágico del mestizo traidor y exterminador de los Hombres Libres del Litoral Central de Venezuela.

Una autopista de Caracas, mal llamada “Francisco Fajardo” 

-Hoy me traslado a la metrópolis, capital de Venezuela y recorro una gran vía de vehículos, llamada autopista “Francisco Fajardo” y me pregunto ¿A cuenta de qué?

¿Será Dios mío, que nosotros los descendientes de nuestros Hombres Libres, que sufrieron la perfidia de este monstruo de nuestra media sangre, tengamos que soportar que esta monumental arteria vial, lleve el nombre quien nos recuerda tanto luto, traición y maldad?!

Nota de AiSUR: Desde el año 2011, el Profesor Reinaldo Bolívar, Director del Centro de Saberes Africanos, Americanos y Caribeños, viene solicitando publicamente se cambie el nombre a la citada/o (admite el femenino y masculino), autopista. Se ha propuesto el de Cacique Guaicaipuro, principal Jefe de la lucha contra los invasores y traidores que cometieron el genocidio contra la población originaria de Venezuela. Fajardo encarna tanto al invasor como al traidor. En Venezuela se han cambiado varias denominaciones para reinvidicar y revalorizar la identidad nacional, entre ellos la prinicipal montaña de Caracas, Guaraira Repano; autopistas como la de “Andresote” en Yaracuy, la Antonio José de Sucre, en Miranda, llevaban antes otros nombres; el Parque del Este, del Oeste, algnunos municipios, paseos, plazas, y más recientemente, el Estado La Guaira, estrenaron nomencalturas patrióticas Pero, de manera insólita la principal arteria vial de la Capital que va de Caricuao a La Urbina, luego de 22 años de Revolución Bolivariana, sigue con su vergonzoso apodo. Guacaipuro el gran jefe Venezolano, que defendió a Caracas y dio su vida por ella, apenas tiene homenajes, solo un municipio se llama como él, y no hay una escultura que simbolice su grandeza. Derería estar en esa autopista, que debe ser honrada con la gloria de su grado y título, escrito en cada distribuidor o entrada.

Francisco Natera Amundaraín

Fuente: *Tomado de la monografía Urimare, La Princesa Guerrera

Publicado por AiSUR

Premio Nacional de Periodismo Necesario Anibal Nazoa 2020

Editado por María Piedad Ossaba

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