Moniquera

Un día apareciste por mi casa y te llamaban « Moniquera », los vientos por Santa Mónica N°2 eran tibios. Viajabas en un carruaje de truenos que se llamaba carcajada. Eras la última de Las Meninas que pintó Velásquez y de tu vida saltaban trotadoras las ganas y suspiros. Tenías los años que aparentabas y una estatura de cuatro palmos ; al desborde de tus ganas se anudaban abiertos soles.

Te adopté, me adoptaste, nos adoptamos y cómplices acompinchados viajamos en cien vidas. Tu casa de herrero y cucharón de palo era puente engalanado de sal y azúcar. Tu médico Rodrigo de presencia tácita y la María Berrio del Parque y Castañuela. Te ayudé a engrandecer y tú me pagaste con alegrías y sonrisas. Eras niña y mujercita, amistad y púrpura, el color tranparente de las nubes en el tiempo del verano. Me hablabas de tus sueños y acuciosa me relatabas tus embrollos, te empujé a crecer y lo lograste, fuiste aventajada alumna con sólo despuntar la aurora. Guardamos verdades y también mentiras en un cofre bordado de secretos, nos reíamos del mundo y también del otro.

Cuando estabas triste bañabas tus largos cabellos en una charca de esperanzas. La edad nunca fue obstáculo y la distancia tampoco. Eras la pequeña de la camada de « las Cucas », en todos los sentidos . La música, el baile, el fútbol y las amistades eran el maná dulce y fresco que te alimentaba.

Mil años después de ayer te recuerdo y te quiero, con el sabor del ron y el porro te comparo. Hoy después de mí y de tí, el camino se viste de amor prolongado. La distancia es nada y tu nueva vida con poema Alejandrino, con tus hijos y ahora los marrulleros nietos.

No me olvidé de tí en este 5 de octubre y tampoco mañana cuando llegue la próxima primavera.

Saludos Moniquera y continúa bebiéndote el mundo a carcajadas.

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