El levantamiento de la cuarentena expondrá a un gobierno sin programa

Y henos aquí pues, en un mundo inimaginable desde el Siglo XX. Tan cierto como que la Historia sigue en disputa y la política está más viva que nunca, contradiciendo los funestos augurios de Francis Fukuyama.

“En medio del camino de la vida me encontré perdido en selva oscura”.
Dante Alighieri,
poeta florentino.
Primer Canto del Infierno,
“La Divina Comedia”.

Es un hecho. Las presiones empresariales y el funesto pronóstico sobre las consecuencias económicas de la cuarentena hacen que sea inminente su levantamiento cuasi total, paradojalmente en el período de contagio más temido por lxs sanitaristas. ¿Qué ocurrió? ¿En realidad el virus no era tan peligroso o las estadísticas de contagio ya son irrelevantes? Nos inclinamos a creer que la lógica del capital se va imponiendo por sobre el cuidado colectivo. Y como en Argentina esa última palabra también designa a un vehículo de transporte público que en otras latitudes de Nuestra América llaman guagua o bus, recurriremos a dicha figura para dar un ejemplo de la perspectiva que está prevaleciendo: El distanciamiento social pregonado por un periodismo “más papista que el Papa” acaba de sucumbir a la hora de comparecer puntualmente al trabajo viajando exclusivamente sentadx… incluso en asientos de dos (!) Consultada sobre dicho despropósito por un cronista en Constitución, una humilde empleada doméstica respondió categóricamente “no sé, yo igual tengo que ir a trabajar”. Eso sí, los asientos de adelante deben quedar vacíos. No vaya a ser que la “bestia de carga” que conduce se manque y deba reemplazarla el patrón, toda vez que hablamos de un trabajo full time. Del resto del pasaje, sabemos que eventualmente se ocupará el “ejército de recambio” que describieron los cásicos del marxismo.

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“La era está pariendo un corazón” (*)

Apelando a una expresión con que Don Arturo Jauretche describió otros clivajes de la Historia reciente, ante el momento que afrontamos repetiremos que “lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer”.

El COVID – 19 nos enfrenta a una crisis global de alcance civilizatorio. Y la cuarentena que han recomendado lxs sanitaristas y adoptado la mayoría de los gobiernos remite a la dimensión bíblica de otras pandemias, toda vez que cuarenta días y cuarenta noches duró el Diluvio Universal, cuando el Dios de los católicos se hartó de los desatinos humanos e hizo tronar el escarmiento, encomendando un arca al fiel Noé para preservar una pareja de ejemplares por cada especie (¿cuántas habrán desaparecido entre los 1.250 millones de animales muertos directa o indirectamente debido a los recientes incendios ocurridos en Australia?)

Entre las hipótesis que se han barajado durante los últimos meses conjeturando sobre el origen del virus, la más considerada ha sido la de una guerra bacteriológica impulsada por EEUU para frenar la expansión comercial del gigante asiático hacia occidente.

Pero otra aún más intranquilizadora es la que atribuye al avance de una deforestación que arrasa los hábitats de ciertas especies animales salvajes, la causa de su irrupción en el espacio urbano, así como la dañina mutación y contagio entre humanos de coronavirus que por lo general existen en su portador original sin producir efectos perjudiciales.

Ese punto de vista remite ineludiblemente a la noción de Antropoceno, la era geológica que transitamos, en que la depredadora acción humana imprime huellas irreversibles sobre el ecosistema.

Algunas de esas huellas son: El desmesurado incremento del calentamiento global; la paulatina pérdida de biodiversidad; la alteración del curso de las aguas; la explosión demográfica; y el modelo de consumo fundado en el esquema de obsolescencia precoz y programada, que limita la vida útil de los productos.

Entre las prospectivas más inquietantes respecto al porvenir post pandemia se avizora una consolidación de la Sociedad del Control, que ya se ha venido imponiendo mediante el endeudamiento externo y el lawfare, pero ahora fundamentalmente a expensas de una feroz vigilancia de la vida privada a partir de la Big Data.

Entre las más auspiciosas va cuajando una significativa revalorización del proteccionismo por sobre la globalización, y del Estado por encima del mercado. En un contexto de cambios tan inéditos como vertiginosos, acaso lo más desatinado sea apresurarse a aventurar el derrumbe del capitalismo, cuya resiliencia ya ha frustrado en numerosas ocasiones tales pronósticos.

El impacto económico negativo que la cuarentena global impondrá, fundamentalmente a los países periféricos, con un saldo de recesión y desocupación masiva, ha hecho que desde perspectivas neokeynesianas crezca el clamor en pro de un nuevo New Deal, lo que el pensamiento crítico prefiere reclamar como un Green New Deal que no sólo dé respuesta a la relación entre capital y trabajo, sino que también contemple los derechos de la naturaleza. Uno de sus promotores es el sociólogo estadounidense Jeremy Rifkin (https://theconversation.com/jeremy-rifkin-estamos-ante-la-amenaza-de-una-extincion-y-la-gente-ni-siquiera-lo-sabe-136986), que aporta una mirada alentadora al respecto, sosteniendo que “Los milenialls han salido de sus clases para expresar su inquietud. Millones y millones de ellos reclaman la declaración de una emergencia climática y piden un Green New Deal. Lo interesante es que esta no es como ninguna otra protesta en la historia, y ha habido muchas, pero esta es diferente: mueve esperanza, es la primera revuelta planetaria del ser humano en toda la historia en la que dos generaciones se han visto como especies, especies en peligro. Proponen eliminar todos los límites y fronteras, los prejuicios, todo aquello que nos separa; empiezan a verse como una especie en peligro e intentan preservar a las demás criaturas del planeta. Esta es probablemente la transformación más trascendente de la conciencia humana en la historia”.

“Yo veo al futuro repetir el pasado” (**)

El reciente acuerdo entre la UIA y la CGT – que prescribe un 25% de reducción salarial y la suspensión de paritarias por un año en un contexto de alarmante inflación – ha obtenido un primer y potente cuestionamiento durante el Día Internacional de lxs Trabajadorxs, a partir de la difusión del Manifiesto Nacional por la Soberanía, el Trabajo y la Producción (https://www.youtube.com/watch?v=rCA-bPMDMks), presentado a instancias del MNER en una fábrica recuperada (Envases Flexibles Mataderos Ltd.), y suscripto por numerosas organizaciones gremiales, sociales, cooperativas, de PyMES y políticas del campo nacional. El texto aporta una nutrida programática que apunta a lograr soluciones de emergencia en materia de Soberanía Alimentaria, Monetaria y Financiera, Fiscal, Productiva, Energética, Marítima, Piso de Ingresos Garantizado, y Acceso a la Vivienda Digna y Planificación Territorial.

Por otra parte, una suma de desatinos tales como el “Viernes Negro” que mostró interminables colas de jubilados y terminó costando la renuncia del ex titular de ANSES; el affaire de los sobreprecios en la compra de mercaderías, que ocasionó la separación de sus cargos a 15 funcionarixs intermedios de la cartera de desarrollo social; o la influencia sobre el presidente del asesor en asuntos regionales Marco Enríquez Ominami, que desautoriza en los hechos al canciller Solá, entre otros, vienen produciendo desencuentros al interior de un gabinete nacional loteado para derrotar a la ceocracia macrista y contentar a una variopinta cantidad de sectores del peronismo con distinto ADN y juego propio, entre ellos el que responde al inquieto Sergio Massa, y por otro lado a La Cámpora, cuyas aspiraciones de poder acaban de llevar a Andrés “Cuervo” Larroque a desembarcar en el Ministerio de Desarrollo de la Comunidad bonaerense. Lo cierto es que, una vez más, “lo pequeño se hace grande cuando lo grande no existe”.

Enfriada la iniciativa de aprobar un “Impuesto a la Riqueza”, y en ejecución la decisión de pagar la deuda externa “a libro cerrado”, resulta irresistible la tentación de preguntarse si esa unidad del peronismo que tanto pregonan queridxs compañerxs de lucha de ayer y de hoy alcanza para resolver la encrucijada que enfrenta la Patria en estas horas y reabrir la ancha avenida que debería conducirnos a la emancipación nacional.

¿Es legítimo – o apenas una consigna cada vez más rancia – sentenciar recurrentemente que Perón es el futuro?

Este cronista, cuya edad mayor ha llevado a valorar la grandeza de proceder de su propia madre por encima de los numerosos desencuentros domésticos vividos con ella, también ha conseguido dimensionar la estatura de estadista y estratega político sin par del General, muy a pesar de los cortocircuitos que aquel líder tuvo con la generación política de quien escribe estas líneas, lo cual nunca pasa por alto el nefasto legado de cierta gramática – sinarquía, imberbes, infiltrad@s – que sus autotitulados herederos continúan utilizando contra tod@ aquel/la que ose desafiar la calma chicha del movimiento.

Pero…¿es Perón SIEMPRE el futuro?

Resulta incontrastable que el movimiento que construyó en Argentina el Estado de Bienestar, dignificó a trabajadorxs y mujeres, y lxs cohesionó en torno a una identidad aún vigente constituye la referencia en la que las grandes mayorías se refugian para reemprender su larga marcha hacia la dignidad, cada vez que el apetito voraz del capitalismo diezma la Nación. Sobre eso discurrió abundantemente y con singular enjundia el montonero Rodolfo Jorge Walsh.

Sin embargo, aunque la larga visual del “Primer Trabajador” vislumbró las posibles consecuencias de la crisis civilizatoria que atravesamos, en su sentencia acerca de que “el año 2000 nos encontrará unidos o dominados” seguramente subyacía la expectativa de que prevalecería el primer factor de dicha disyuntiva. Y henos aquí pues, en un mundo inimaginable desde el Siglo XX. Tan cierto como que la Historia sigue en disputa y la política está más viva que nunca, contradiciendo los funestos augurios de Francis Fukuyama.

En todo caso la última expresión poderosa del nacionalismo popular, abrevando en el patrimonio experiencial de todas las tradiciones políticas que brindaron valiosas herramientas teóricas y organizativas al pueblo trabajador, deberá constituirse en el trampolín desde el que este se permita saltar hacia un estadío superior de la lucha, capaz de remontar la utopía de una transformación de fondo en nuestro país.

En pleno aislamiento obligatorio, acaso el dignísimo acto de desobediencia civil cometido por lxs obrerxs del quilmeño frigorífico Penta al movilizarse hacia Plaza de Mayo munidos de barbijos para protestar por sus despidos, así como la escalada de ollas populares que crece desde el conurbano profundo, expresen en gran medida las reservas morales de un pueblo que no se rinde, y acaso el embrión del que está preñado el futuro.-

Notas:

(*) Título de un tema del cantautor cubano Silvio Rodríguez

(**) Estrofa de “El tiempo no para”, tema compuesto por los artistas brasileños Arnaldo Brandao y Agenor Neto

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Jorge Falcone para La Pluma, 4 de mayo de 2020

Editado por María Piedad Ossaba

Publicado por  La Gomera de David, Blog de Jorge Falcone