Cambiemos el mundo de base

En medio de esta pandemia del coronavirus el trapo rojo es símbolo de hambre, o también de ¡auxilio aquí no hay comida ni medios para subsistir¡, ¡solo tenemos la “prole” ¡. Cosa tan curiosa el trapo rojo es sinónimo de proletario.

COLAREBO | colarebocultura | Página 37¡En pie! ¡condenados de la tierra!
¡En pie! ¡esclavos del hambre!
La razón atruena en su cráter:
Es la erupción final.
¡Del pasado hagamos tabla rasa,
Muchedumbre esclava, ¡en pie! ¡en pie!
El mundo va a cambiar de base:
¡No somos nada, seámoslo todo!
(La internacional. Eugène Pottier 1886)

Muchos años atrás, en 1886 Eugène Pottier escribió un bello himno dedicado a la emancipación de los trabajadores, lo llamó “La Internacional”[1]. El himno fue cambiando de letra de país en país; la versión original  en francés dice “El mundo va a cambiar de base: No somos nada, seámoslo todo¡. Los cambios introducidos  a la versión en castellano trae un acento muy particular, la frase dice “cambiemos el mundo de base”; los dos sentidos son apropiados, pero en este último el poder de la  voluntad que propone es maravilloso, nada va a pasar si nosotros no lo creamos, es una invitación a los “proletarios” para ser potencia, ser un nosotros y cambiar el mundo.

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Pero ¿qué es eso de “proletarios”?  y ¿por qué cambiar el mundo? Vamos por partes.

Proletario viene de la voz latina “proletarius”, el término se originó en los tiempos de la república Romana, designaba aquel sector social que solo tenía la “prole”, no poseía nada más.  El término se usa de nuevo en Inglaterra durante el siglo XVI, cuando a la gente le preguntaban en los censos de población sobre sus pertenencias, decían, “solo tengo mi prole”, inmediatamente quedaban registrados como proletarios.

Actualmente y particularmente en Colombia cuando escuchas el término “proletario” crees que se refiere a un concepto izquierdista, o anacrónico, pero hay indicios que nos dicen que la inmensa mayoría  de la población del país solo tiene su prole. Uno de estos indicios es el trapo rojo[2] que aparece con reiterada presencia en los barrios de Medellín, Bogotá y tantas otras ciudades como un S.O.S. En medio de esta pandemia del coronavirus el trapo rojo es símbolo de hambre, o también de ¡auxilio aquí no hay comida ni medios para subsistir¡, ¡solo tenemos la “prole” ¡. Cosa tan curiosa el trapo rojo es sinónimo de proletario.

El hambre y su feroz presencia en Colombia son registradas por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Según sus estadísticas antes de la epidemia del coronavirus el número de personas sub nutridas, es decir que pasan hambre en el día al no lograr ingerir el número de calorías necesarias, se ubicaba en dos millones cuatrocientos mil (2.400.000) equivalente al 4,8% de la población[3]. Óigase bien, este era el número antes de la epidemia; el crecimiento de la situación de hambre actual con la parálisis de los procesos productivos o de rebusque, ha sido alertado por la organización mundial de la salud la cual califica el hambre como la segunda pandemia en curso, alerta que matará más personas que el coronavirus.

Vamos ahora a nuestra segunda inquietud, ¿por qué cambiar el mundo?. La respuesta es evidente, lo hemos de cambiar para eliminar la condición de pobreza que padecemos y lograr ser socialmente iguales, así seamos humanamente diferentes[4]. Debemos cambiarlo porque es un problema de sobrevivencia, el hambre que se extiende no la ha producido el coronavirus, éste solo vino a mostrar la desigualdad existente en nuestra sociedad. Un profesor francés ha afirmado que el confinamiento o encierro  por el coronavirus es un concepto burgués.[5] Quiere decir que hay sectores que están cómodamente en sus casas, estresados por el encierro pero plácidos por su abundancia, su vida es siempre riqueza, el hambre es una palabra que tal vez solo escuchen y vean en las series de Neflix.

No discutamos si es moralmente justa esta situación, tampoco hablemos sobre el origen de la riqueza, de porque la inmensa mayoría somos pobres y los pocos son ricos. Concentrémonos en el peligro que se nos ha venido encima: El hambre.

Junto a la amenaza  del coronavirus, Colombia y el mundo enfrentan una profunda crisis económica, la cual nos arrastrará a una abismal situación de pobreza nunca antes vista, los despidos de los puestos de trabajo se multiplicarán, ya en el mundo según datos de la OIT 4 de cada 5 personas que constituyen la fuerza laboral mundial (81 %) se han visto afectadas por cierres parciales o totales de sus trabajos. Para los trabajadores informales, asistiremos a una imposibilidad de sobrevivir desde el rebusque, nada volverá a ser como era.

La sociedad capitalista ya vivió una crisis profunda en el año 2009 cuando explotó la burbuja bancaria y cayeron los precios del petróleo. En ese momento en Colombia el porcentaje de personas con hambre  ascendió a 10.4 %, representando 4.965.000 personas. Pero ahora la crisis en curso será mucho peor, para hacernos una imagen de su impacto negativo debemos compararla con la crisis económica global ocurrida en 1.929. Se  vivieron momentos desesperantes, así lo narra paul Mattick, economista y obrero que vivió ese período en la ciudad de Chicago, Estados Unidos:

“A principios de la crisis del 29 existió un período de calma relativa. En general, se consideraba justa la previsión del presidente Hoover: la crisis sería breve y estaría seguida por un período de prosperidad. En los Estados Unidos, durante este período, no había ningún tipo de seguridad social, ni siquiera contra el paro (Desempleo); existían sólo algunas instituciones de caridad para los “pobres”, pero éstas se ocupaban sobre todo de viejos y niños y no podían asumir la carga de atender también a los parados. Por tanto, los parados se encontraban completamente perdidos, si antes no habían ahorrado, pues nadie estaba dispuesto a ayudarles.[6]

Pero todo fue de mal en peor, millones de personas se lanzaron a las calles hambrientas, ya no “pedían”, ahora EXIGÍAN. En el solo Chicago se llegaron a presentar manifestaciones con dos millones de participantes.  Entre 1929 y 1933 el presidente Herbert Clark Hoover se mantuvo apegado a la tesis del liberalismo económico según la cual la economía se autorregularía sola y entraría en equilibrio. Pero no ocurrió, por el contrario la inicial crisis se tornó en recesión al prolongarse por años.

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La repuesta de los llamados partidos de izquierda fue enviar respetuosas cartas a las autoridades pidiendo  ayuda para la gente, otras organizaciones dentro de ellas la de Mattick asumieron otra actitud:

“En Nueva York, por ejemplo, donde el PC y los socialistas eran bastante fuertes, las asambleas fijaban resoluciones para mandar a Washington a través de distintas delegaciones. Todo se analizaba en la forma acostumbrada de hacer política. Por el contrario, nosotros preferíamos la acción directa, preferíamos desviar las tuberías de gas, de modo que todos tuvieran gas gratis o iluminar las viviendas con luz eléctrica directamente de las farolas públicas.Con frecuencia nuestro grupo organizaba comidas. Cocinábamos en común en los comercios vacíos, después de haber cogido sin pagar todo lo comestible y luego lo distribuíamos entre los parados.[7]

Estas acciones directas y formas de autogestión popular se extendieron, a la par que aportaron a tejer vínculos que fortaleció la capacidad de movilización, la cual era contestada con fuego y asesinatos por parte de la policía; pero pronto eran tan masivas las marchas, tan de millones que la policía era incapaz de contenerlas. Surgió la idea, la potencia y la posibilidad de cambiar el mundo de base. Esto significaba que todas las formas de solidaridad, cooperación y autogestión aprendidas en esta crisis ahora serían desarrolladas como gobierno “proletario” de todo el país.

En 1933 llega a la presidencia de EEUU Franklin Delano Roosevelt, el cual lidera una nueva visión de la élite (Burguesía) sobre la crisis y las alternativas de superación. Roosvelt lanza y desarrolla el New Deal (Nuevo Pacto), el cual significaba un viraje completo en la política económica, ahora el Estado incrementará su gasto fiscal, conformará la asistencia al desempleado, creará empleos, desarrollará estructuras de garantía de los derechos sociales (Educación, salud, alimentación, etc), incrementarán salarios, entre otras medidas. Mientras Alemania avanza en la vía fascista para conjurar la crisis.

Para justificar el New Deal, Roosvelt afirmó: “puede ser que la demanda y la necesidad sin precedente y acción inmediata pueda exigir que nos apartemos de los procedimientos normales del equilibrio en los procedimientos públicos, entonces pediré al congreso el único instrumento para enfrentarnos a la crisis, amplias facultades para enfrentar la crisis, tan amplias, como si nos viésemos invadidos por un enemigo extranjero”. [8] Era la comprensión de las élites que podrían perderlo todo a manos de los que nunca tuvieron nada, en consecuencia esos discursos y prácticas de equilibrio o regla fiscal, de mantenerse, serían el paso al abismo y el ascenso de una revolución que lo cambiaría todo a favor de los desposeídos.

Durante este ciclo de crisis,  el economista Inglés Jhon Maynard Keynes, trabajaría en conceptualizar estas reacciones y nuevas estrategias del capitalismo, logrando sistematizar en 1936 sus ideas en el libro titulado “Teoría General de la Ocupación, el Interés y el dinero”, en él planteará una ruptura con el libertarismo económico  que afincado en su defensa del déficit estatal cero y una equivalencia fija de la moneda anclada al oro, no encontró  una respuesta adecuada a esta crisis que no terminó de comprender.

Keynes consideró que el centro de la solución aportada por el New Deal fue la elevación de la demanda efectiva (Consumo), es así como su modelo trabaja en  hallar los medios para que la demanda efectiva fuera suficiente para reducir el desempleo a niveles “tolerables”, apuntando así al “pleno empleo” y al amortiguamiento estatal de los efectos perturbadores de las contradicciones del capital.

Pero volvamos a Colombia y al contexto de la crisis actual. Una profunda ortodoxia liberal económica en el manejo fiscal se ha tornado hegemónica, pero seguir defendiendo esta visión de política económica en el marco de una crisis como la actual será catastrófica. Incluso actores como el centro derechista Claudia López obligó al progresista Gustavo Petro a firmar un compromiso para respetar la regla fiscal si llegaba a ser gobierno, éste firmó en piedra. El argumento de respeto a la regla fiscal es el  temor a la inflación, dado que para gastar más, el estado tiene que emitir más dinero o reducir las reservas internacionales; Esto ocurre en el contexto de ingresos fiscales iguales o decrecientes.

Pero las derechas y las izquierdas defensoras de esta opción en política económica  ocultan el desequilibrio de fondo, el cual es la verdadera causa del desborde inflacionario. Colombia se ha convertido en una economía de servicios, esta misma política económica que soporta la regla fiscal  ha ido desestructurando el tejido productivo industrial y agro alimentario en beneficio de sectores como el financiero y el extractivista. El aporte de más del 70% a la conformación del PIB viene del sector servicios, las actividades realmente productivas decrecen en su aporte. Todo esto ha propiciado el incremento de las importaciones en desmedro de la producción nacional.

En este cuadro económico productivo la inflación viene obligadamente si aumentamos el gasto fiscal, pero no solo por eso, también viene como producto del efecto transferencia, es decir, al aumentar el precio del dólar en relación al peso, una sociedad que depende hoy de manera tan elevada de las importaciones, verá que se transfiere porcentualmente la devaluación a los precios de los bienes de consumo.

Decimos lo anterior para afirmar en cualquier contexto, pero particularmente en el actual, la defensa de la regla fiscal desde los intereses de los excluídos, desde los proletarios, los nadies es una infamia moralmente despreciable. La solución al fantasma de la inflación o la hiperinflación es volver a construir una sociedad del trabajo y la producción. Desarrollar un extenso tejido industrial y agro productivo es la fórmula correcta. Máxime ahora que se han abierto las puertas del infierno y está amenazada por el hambre la vida de millones de personas en nuestro país.

La opción a seguir es un abandono radical del modo de desarrollo liberal que postró nuestra producción nacional. Cambiar el mundo de base no puede ser solicitar respetuosamente “ayudas” para los necesitados, implica desatar miles, millones de formas de ayuda mutua y solidaria en nuestras ciudades  para mitigar y conjurar el hambre, tejer autogestión. Pero a la par y de manera desbordada potenciar la movilización que ponga en escena el torrente proletario capaz de derrumbar el imperio burgués, o por lo menos volver a

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y hacer real desde la política económica la arquitectura constitucional de un estado social de derecho.

¿Cómo lograrlo?. “La respuesta mi amigo está flotando en el viento.”[9]

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Notas:

[1] Himno La Internacional – versión latinoamericana y caribeña: https://www.youtube.com/watch?v=1_xD13Xa-tI
[2] Por qué tantos colombianos han colgado trapos rojos en sus casas en medio de la cuarentena por la pandemia
: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-52349231
[3] FAOESTAT-Indicadores : http://www.fao.org/faostat/es/#data/FS
[4] Luxemburgo Rosa. “Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres.”
[5] “El confinamiento es un concepto burgués”: cómo el aislamiento afecta a las distintas clases sociales. BBC New.2020: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52216492
[6] Mattick Paul. Límites de la economía mixta. Primera edición en castellano: 1975, Ed. Era. México.
[7] Mattick Paul. Ibid
[8] Delano Roosevelt Franklin. Discurso público en Washington.1933
[9] Bob Dylan. Canción “La respuesta está en el viento”: https://www.youtube.com/watch?v=0viv6RksMNA

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Fuente: Colarebo, 2 de mayo de 2020