Virus y profecías

Y el virus, más que las armas, puede ser el barredor de un mundo catastrófico y podría horadar las bases del actual sistema de inequidades. ¿Qué es el hombre hoy? ¿Acaso prevalecerá?

Así como apenas estamos analizando las consecuencias de la revolución francesa, de la Comuna de París y la Revolución de Octubre, puede ser que en no sé cuántos años la humanidad, en caso de prevalecer, sepa los cambios producidos por una pandemia, distintos tal vez a las conmociones provocadas por movimientos sociales. Por ahora, la extensión del coronavirus ha dado para el surgimiento de profetas (algunos de desastres, otros de buenas nuevas) y la especulación teórica, que no deja de tener su fascinación.

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Se canta ya que el capitalismo global está en crisis. Su agonía, lenta pero segura, está haciendo dar tumbos a magnates y otros mandamases. Uno de ellos, al tiempo que en su país la pandemia se expande, ordena la captura de un lejano mandatario sudamericano, con recompensas y todo, cual gendarme del orden mundial, ahora en cuarentena.

En medio de la peste generalizada, cuando ya las corporaciones del ramo calculan las ganancias de la venta de una proyectada vacuna, se advierte cómo el capitalismo puede cojear en estas jornadas de miedo y aprovechamiento para plusvalías, que, como en un villancico, “ya vendrán, ya vendrán”. Y entonces aparecen los “empresarios ansiosos por capitalizar el sufrimiento global”, como dijo Judith Butler. Y, en efecto, en medio de la vorágine pandémica, no faltan los que ansían obtener réditos a granel, qué importa cuántos se infecten y mueran en esta hora de tinieblas.

Trump, en trámites de reelección, ya hizo más que morisquetas e intentó comprar, con promesa de pago en efectivo, los derechos exclusivos de los Estados Unidos sobre una vacuna de la compañía alemana CureVac, financiada por el gobierno alemán. Con cara de falso humanitarismo, los emporios de la química farmacéutica andan tras la contra que les permita atiborrar sus arcas. Quien la obtenga, pondrá condiciones. La ciencia y la producción de fármacos son parte de la geopolítica.

El virus, que no afecta computadores ni otras máquinas sino a sus usuarios, ha proporcionado a los pensadores contemporáneos elementos de análisis y de vaticinio. Surgen nuevas preguntas frente a los sistemas, a la politización de la medicina, a las bases de datos, a la vigilancia y control. El encerramiento puede, de un lado, alejar a los más vulnerables de las luchas sociales y de los reclamos; o, de otro, hacerlos pensar en cómo han habitado un mundo de desigualdades y calamidades mil.

Slavoj Žižek, que cree que advendrá un nuevo comunismo en el planeta, plantea que de esta batahola universal saldrán Estados-nación al servicio de los más débiles (bueno, hay que pensar en que algún día no haya débiles ni fuertes, sino una utópica arcadia, lo que puede ser más tema de literatura que de política) y se vendrá abajo la “tiranía del mercado”. En contraste, el coreano-alemán Byung-Chul Han plantea que “tras la pandemia, el capitalismo continuará con más pujanza. La revolución viral no llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución”.

Por ahora lo que se nota es que, en un mundo dominado por superpotencias y bloques de poder, ni la carrera armamentista, ni los misiles y bombarderos, ni el irrespeto de los imperialistas a las soberanías, pueden nada contra un virus que ha puesto en jaque desde la llamada “civilización” hasta los “salvajes” del subdesarrollo. El coronavirus ha alertado sobre la debilidad del hombre frente a las pestes modernas y las catástrofes ambientales, de las que él mismo ha sido su promotor.

En todo caso, ahora que un nuevo fantasma recorre el mundo (y no es propiamente el del comunismo), se evidencian los desmanes del neoliberalismo, gran productor de miserias para las mayorías y de utilidades para unos cuantos. Es notoria, por estas geografías de desamparo, la injerencia negativa del modelo en el marchitamiento de la salud pública. Desventura que también ha puesto en jaque los servicios sanitarios en países desarrollados. Así lo ve el lingüista y politólogo Chomsky: “El asalto neoliberal ha dejado a los hospitales sin preparación”.

No parece que un virus, que está desestabilizando al mundo, pudiera de un momento a otro cambiar a la humanidad ni que vaya a instigar el cultivo de la solidaridad, cuando, por ahora, lo que predomina es el miedo y el confinamiento. Da, eso sí, para interrogantes sobre el futuro, acerca del destino del hombre y sus circunstancias.

Y en este punto, recuerdo a William Faulkner, en su discurso de recepción del Nobel en 1950, cuando anunciaba épocas de susto. “Nuestra tragedia hoy es un miedo físico general y universal, sostenido por tanto tiempo que incluso podemos sopesarlo. Ya no hay más problemas del espíritu. Sólo existe la pregunta: ¿Cuándo me barrerán?”.

Y el virus, más que las armas, puede ser el barredor de un mundo catastrófico y podría horadar las bases del actual sistema de inequidades. ¿Qué es el hombre hoy? ¿Acaso prevalecerá?

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-Cuando todo esto termine, ¿qué debería cambiar?
-Todo

Chris Riddell, The Guardian

Reinaldo Spitaletta para La Pluma, 3 de abril de 2020

Editado por Fausto Giudice Фаусто Джудиче فاوستو جيوديشي

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