Las metáforas teológicas de Marx, de Enrique Dussel: reseña

Dussel completó así con éxito la difícil tarea de liberar a Marx del fetiche que el comunismo soviético había hecho de él.

« Las metáforas teológicas de Marx», del filósofo y teólogo latinoamericano Enrique Dussel, nos sitúa, desde el título, ante una contradicción: ¿no estamos acaso acostumbrados a considerar el pensamiento de Marx como absolutamente ateo y por tanto enemigo de la religión? Este conflicto también ha generado rivalidades históricas con un aura casi mítica, como la de los partidos comunistas y cristianos, posteriormente imortalizada en la literatura por los personajes de Don Camilo y Peppone, símbolos de dos mundos irreconciliables.

Con este libro, publicado en España en 1993 y traducido solamente ahora en  Italia, Dussel nos muestra que esta dicotomía no es finalmente inevitable. Este volumen es el cuarto de un gran proyecto de lectura y comentario de las obras económicas de Marx, cuyo rigor, como escribe Antonino Infranca en el prefacio del volumen, se acerca mucho al de los comentarios de Tomás de Aquino sobre las obras de Aristóteles.

Dussel identifica en la obra de Marx un uso sistemático de las metáforas teológicas: el teórico del comunismo se revela como un profundo conocedor del Nuevo y Antiguo Testamento; utiliza constantemente imágenes tomadas de las Escrituras para  describir las dinámicas que gobiernan la economía capitalista y  destacar sus consecuencias « morales ».

Esto no debe sorprendernos, dado que los estudios de teología jugaron un papel importante en la formación del joven Marx: en su juventud, fue luterano de tendencia pietista y se preparaba, antes de abandonar la Universidad de Bonn, para convertirse en profesor asociado del teólogo Bruno Bauer. Según Dussel, estas referencias bíblicas no son fortuitas, pero nos permiten reconstruir una especie de teología implícita marxista que, inesperadamente, se encuentra en armonía con el cristianismo de los orígenes: descubrimos así como el sacerdote y el comunista no están tan alejados.

Lo que reúne capitalismo y religión es el fetichismo, al que Dussel dedica la primera parte del libro; es un concepto que atraviesa toda la obra de Marx, desde su disertación  de bachillerato (Consideraciones de un joven sobre la elección de un oficio, 1835) hasta la tercera redacción  del  Capital, donde el tema alcanza su formulación más completa. En los tres primeros capítulos, Dussel analiza en detalle este recorrido teórico, que considera una verdadera « crítica religiosa »  de la economía política [1].

El fetichismo se define como el mecanismo ideológico en el cual « los productos del cerebro humano aparecen como figuras independientes, dotadas de vida propia» [2], y que sustenta tanto la religión como a la economía. En la primera, es la divinidad la que se fetichiza: creada por el hombre, termina gobernando su existencia en todos sus componentes; en el capitalismo, es el dinero el que, desde un simple medio de intercambio, se convierte en el fin último de todo, en un ídolo al que se sacrifica todo, exactamente como en el caso del Moloch bíblico que Marx cita en innumerables ocasiones en sus escritos. Esta fetichización del dinero encarcela al individuo, cuya existencia se reduce a ser una cosa, lo que es consecuencia de un carácter «social » del trabajo, es decir, de un sistema que sólo se dirige al interés «privado », sin tener en cuenta el bien de la comunidad.

Marx necesita usar metáforas teológicas para describir el capitalismo porque éste no es más que una religión, cuyo culto es el comercio y la divinidad es el capital (como Mammón en el Nuevo Testamento), un dios que se plantea a sí mismo  y que pretende auto crearse de la nada. Este culto encuentra su ascetas  en los propios capitalistas, que continúan su « búsqueda del tesoro eterno» [3] con rigor y con un espíritu de renuncia disciplinado, como el puritanismo inglés y el protestantismo holandés.

El fetichismo representa lo opuesto de la ciencia entendida como el estudio de las relaciones sociales y económicas, es una abstracción vacía en la que se absolutiza lo relativo, dado que, en ella, el capital, que es el fruto de relaciones sociales y económicas específicas, se presenta como destacado de todo, es decir, sagrado (en el sentido etimológico de « separado»). El fetichismo se refiere al capitalismo como sistema: por eso, en su tercer capítulo, Dussel analiza los fetichismos de la mercancía, el dinero, el trabajo, los medios de producción, el producto y la circulación, es decir, todos los elementos que componen la gran máquina capitalista.

Una vez establecido este marco teórico, llegamos al meollo de la cuestión en la segunda parte del libro: Dussel examina en detalle las metáforas teológicas de Marx que permiten el extraño matrimonio entre la economía y la religión. La metáfora no tiene el valor de la evidencia científica, es un instrumento que ayuda a conectar elementos aparentemente diferentes: nos permite ver la realidad de manera más rica, mostrando los vínculos entre mundos que parecían heterogéneos. Por lo tanto, es posible traducir con Marx la organización económica moderna en un lenguaje teológico: el capital (entendido como acumulación original) no es otra cosa que el «pecado original» de nuestro tiempo, es decir, lo que justifica la dominación de los capitalistas sobre los proletarios, presentando como natural lo que es en realidad una situación socioeconómica. El dinero es un anticristo, un fetiche con el rostro trinitario del beneficio, de la renta y  el salario, una deidad demoníaca a la que se sacrifica no el «pan de vida» evangélico, sino el pan manchado por la sangre de los trabajadores: en efecto, el capitalista se enriquece explotando al proletario, para quien el trabajo ya no es una obra « viva» en la que puede expresar su energía vital, sino un «castigo»  carente de sentido.

¿Cómo salir de esta religión inmoral? Marx propone tomar la vida del ídolo-dinero mostrando su inconsistencia: se trata de un « ateísmo del fetiche» que Dussel compara con el de profetas como Elías, Isaías, Moisés, que destruían los ídolos para condenar el injusto sistema dominante. Este es el camino que, según Dussel, debe seguir el católico de izquierda al que va dirigido el libro. Si el capitalista es el Anticristo, debemos concluir que el católico no puede ser a la vez cristiano y capitalista, adorar a Cristo y al dinero: «No podéis servir a Dios y a Mammón » [4], advirtió Jesús. El cristiano debe tomar conciencia de esta contradicción para oponerse al capital y alejarse del dios dinero, debe recuperar la coherencia consigo mismo reafirmando la autenticidad de la única Trinidad posible. Es el resto del proyecto de la Teología de la Liberación, de la que Dussel es uno de los teóricos: partir del mensaje de Cristo para liberar aquellos que son los últimos, en un espíritu coherente con las intenciones de Marx.

Dussel comenzó a trabajar en las «Metáforas teológicas de Marx » poco antes de la caída del Muro de Berlín, y considera que después de este acontecimiento,  Marx debería ser considerado con más atención aún, debido a la consolidación del capitalismo como sistema dominante que se encuentra sujeto a la crítica. De hecho, el filósofo explicita  en el último capítulo programático del libro (titulado De la «económica» a la «pragmática») que el comunismo no es la jaula teórica de un proyecto político a realizar integralmente, sino un ideal que da una dirección  a la que debemos aspirar para una sociedad más justa, una herramienta de crítica indispensable. Dussel completó así con éxito la difícil tarea de liberar a Marx del fetiche que el comunismo soviético había hecho de él.

Llegados a este punto, cabe preguntarse por qué este libro solo está publicado ahora en Italia, y sobre todo si se puede considerar útil una obra que proviene de un país latinoamericano [Argentina] en el cual la religión católica tiene un peso más importante que en la Italia de hoy. El libro de Dussel asocia efectivamente dos elementos (el cristianismo y el comunismo) que ya no parecen formar parte de nuestra vida, y nos coloca en los albores de un camino donde, en Occidente, no nos hemos comprometido: después de 1989, en efecto, fuimos testigos de un declive de la incidencia y la pertinencia del marxismo sobre la vida política, con la dominación del liberalismo y la hegemonía de una globalización de mercados cuyas extremas consecuencias políticas, tal vez ahora estamos experimentando. Es precisamente por estas convulsiones actuales, que esta vía hasta ahora descuidada podría ser una inspiración algo diferente, así como la oportunidad de abandonar nuestro querido eurocentrismo, buscando fuera del Viejo Continente los fundamentos teóricos de una alternativa política que hasta ahora ni siquiera parecía concebible; y no es casualidad que una cierta izquierda nostálgica dirija sus ojos precisamente hacia el Papa argentino Francisco como un modelo inesperado y guardián del espíritu de una izquierda ya perdida.

Notas

[1] E. Dussel : « Le metafore teologiche di Marx », p. 170

[2] ibid. p.127

[3] ibid. p.111

[4] Mateo, 6, 24

Enrique Dussel
Le metafore teologiche di Marx
Prefazione di Antonino Infranca

Inschibboleth Edizioni
Roma 2018
pp. 400
€ 28,00

►Descargar la versión original en español

Giacomo de Rinaldis

Original: Le metafore teologiche di Marx, di Enrique Dussel: recensione

Traducciones disponibles: Français

Traducido por María Piedad Ossaba para La Pluma y Tlaxcala, 18 de marzo de 2019