Trump, el ‘influencer’ de la derecha latinoamericana

Durante la última campaña electoral presidencial en Estados Unidos (EE. UU.), corrió la alarma sobre las potenciales similitudes de Donald Trump con los denominados (despectivamente) ‘populismos de izquierda’ de América Latina[1]. Varios análisis (de alcance más bien superficial, pero con repercusión mediática) hicieron referencia a que Trump podría verse tentado a reproducir ciertas pautas de los ‘semidictadores’ de la región, como Hugo Chávez, Rafael Correa o Evo Morales[2]. Un Trump inclinado hacia políticas que renegaban del libre mercado, con una retórica antiestablishment, contestataria, frente al accionar de los organismos internacionales y un discurso de campaña centrado en los perjuicios que había ocasionado la globalización a la clase trabajadora estadounidense.

Trump, el ‘influencer’ de la derecha latinoamericana

Se reprodujo así una suerte de ‘terror’ a que Trump se transformara en un ‘caudillo populista’. Si bien, posteriormente, el auge de líderes ultraderechistas en Europa y el Brexit en Reino Unido se relacionaron con la irrupción de Trump, catalogando todos estos fenómenos como ‘populismo de derechas’, en aquel momento electoral un Trump como ‘caudillo populista’ similar a la izquierda latinoamericana era el peor escenario posible.

De hecho, a lo largo de la campaña y, en particular, a partir de su llegada al Gobierno se fue abriendo paso otra realidad, muy distinta a la esperada por aquellos analistas: parece que es Trump quien ejerce una influencia sobre varios líderes latinoamericanos y no precisamente de la ‘izquierda populista’. Desde el presidente de Guatemala, Jimmy Morales[3], pasando por Mauricio Macri en Argentina y Sebastián Piñera en Chile, hasta el controversial candidato Jair Bolsonaro en Brasil, no dudan en mostrar cierta o total simpatía (dependiendo del caso) frente al presidente republicano.

Trump: de la campaña al Gobierno

Durante su campaña, Trump explotó su condición de outsider de la política, apelando a su trayectoria en el mundo del espectáculo y el ámbito empresarial. Fue el candidato mejor posicionado en las elecciones no sólo por su alianza con la cadena Fox, sino por la eficaz utilización de las redes sociales, especialmente Twitter.[4] Planteó un discurso irreverente, políticamente incorrecto y, por momentos, cercano a la homofobia, la misoginia y el antisemitismo –organizado de forma propagandística por uno de sus principales asesores de campaña, Steve Bannon-[5]. Varias de estas características y provocaciones se matizaron con su llegada al Gobierno, al chocar su vehemencia con la dificultad de imponer su voluntad en la toma de decisión, y dando cuenta de que muchas de sus declaraciones ni siquiera buscarían traducirse en hechos o decisiones concretas. Ante los obstáculos para ‘cumplir sus promesas’ (léase: la dinámica de la burocracia, la existencia de normativas, las tensiones con el Congreso y el Poder Judicial, los tiras y aflojes con el sector privado e incluso cierto boicot interno a su Presidencia)[6] se inclinó por quedarse en su lugar de confort: ser una celebrity, pero de la política. Gobierna por Twitter, cual influencer, y procura hacer de cada evento un show capaz de proporcionarle rating –por el mero hecho de la puesta en escena-. Los múltiples cambios realizados en su Gabinete fueron anunciados por Twitter y con declaraciones polémicas (quitando así importancia al hecho en sí y poniendo la atención en el modo, la forma de hacerlo), dejando en segundo plano los que habían sido hasta entonces mecanismos tradicionales de la comunicación política, como las ruedas de prensa y comunicados oficiales.

En momentos de crisis internacional, como la tensión con Corea del Norte a inicios de 2018, se inclinó por realizar una visita que transformó en show mediático mundial, en la que el acuerdo firmado no incluyó el supuesto ultimátum advertido por Trump o nuevos compromisos, pero logró que todas las cámaras estuvieran allí[7]. El reciente cambio del TLCAN a un acuerdo con una ‘nueva sigla’ (USMCA), no alcanza a ocultar las escasas diferencias respecto del tratado original,[8] pero tal vez es suficiente para aparentar que cumplió con su promesa de acabar con el TLCAN (a semanas de las elecciones legislativas). Trump parece haber entendido perfectamente la relación entre la política y el espectáculo en estos tiempos de redes sociales en los que se necesitan constantes breaking news para atraer la atención, mantener la tensión y garantizar los likes y retuits que, supuestamente, miden la opinión pública mundial.

A pesar de sus dificultades para imponer su voluntad frente al Deep State, Trump ha sido bastante exitoso en cuanto a ‘poner orden’ –consigna que atravesó también su campaña– como camino necesario para un retorno a la América Grande, como un medio para alcanzar el America First. Del lado económico, esto se tradujo en la implementación de aranceles a determinados productos y presión para la repatriación de transnacionales de EE. UU. (de dudoso impacto positivo para la ‘nacionalización’ de la economía estadounidense)[9]. En el plano político, el ‘orden’ se reflejó en una diplomacia de mano dura (con un mayor presupuesto para Defensa y un desdén por la diplomacia y el soft power) que, entre otras cuestiones, se tradujo en la militarización de la seguridad a nivel nacional y la criminalización de los migrantes[10].

Los líderes de derecha latinoamericanos y Trump

Mauricio Macri, presidente argentino, replica en alguna medida el estilo Trump. Su trayectoria en el mundo empresarial y su esfuerzo, durante la campaña y en el Gobierno por distanciarse de la política tradicional, lo llevaron rápidamente a centrarse en una estética ‘relajada’ que aparenta un distanciamiento con los hechos, como si no fuesen fruto de las decisiones de su Gobierno. Se ha unido tempranamente a la espectacularización de la política, desde su viaje a España para encontrarse con la familia real, hasta su baile en Nueva York en ocasión de la recepción del premio de Ciudadano Global brindado por el Atlantic Council.[11]

En la campaña para la Presidencia, las redes sociales tuvieron un rol importante, sumándose a la prensa hegemónica como pilar clave de su candidatura y posterior Gobierno. Macri también llegó para ‘poner orden’ pero, en su caso, fue para acabar con la corrupción, concebida como el eje de la ‘pesada herencia’ y todos los errores del Gobierno anterior[12]. Esta apuesta por el orden se tradujo, también, en un endurecimiento de la línea migratoria, en un aumento de presupuesto y protagonismo para las fuerzas de seguridad que fueron habilitadas para intervenir en conflictos de orden interno (léase: es legal que las fuerzas de seguridad repriman)[13]. Pero el orden, a diferencia de Trump, también implica abrir el mercado, implementar medidas neoliberales y despegarse de cualquier tendencia que conduzca a la intervención del Estado en la economía. Esta postura, claramente distante de la retórica proteccionista de Trump, no ha constituido, sin embargo, un factor de enemistad entre los gobiernos.

Lo mismo sucede con el presidente Sebastián Piñera, de Chile. Aunque es el que procuró distanciarse más de Trump, no sólo comparte con él el perfil empresarial, de millonario[14] y antipolítico, sino que en su última reunión con el mandatario estadounidense mostró una enorme sonrisa y evitó polemizar sobre la foto entre ambos donde la bandera de Chile aparece como una ‘porción’ de la bandera de EE. UU.[15]. Todo un símbolo de la diplomacia Trump (que busca estetizar cada momento, o más bien, que cada momento sea identificado más con una imagen o frase que con una decisión) y del derrotero de Chile desde el golpe de Estado a Salvador Allende en 1973.

Sin duda, la influencia o relación más polémica y preocupante a la vez, es la de Trump con Bolsonaro. Algunos analistas no demoraron en identificar al excapitán como el ‘Trump brasileño’. En parte, esta analogía intentaba explicar el modo en que un exmilitar con carrera política logró posicionarse como un outsider. Tiene en común con el mandatario estadounidense su preferencia por un discurso políticamente incorrecto y permanentemente provocador, aunque se diferencia en su carácter ultraconservador, superando, incluso, a Trump. Esto se debe a la adscripción evangélica de Bolsonaro, quien tiene una visión estrecha sobre los derechos civiles al regirse por rígidos principios anacrónicos y mesiánicos, mientras que Trump pertenece a la ultraderecha liberal que utiliza los principios de manera funcional a sus intereses.[16] No obstante, comparten la experiencia de las redes sociales como herramienta principal de campaña política. Para exacerbar las tensiones o despertar mayores alertas, Steve Bannon, el exasesor de Trump, ha estado ayudando en la campaña de Bolsonaro en temas de redes sociales.[17] Además, hay vínculos probados con la ultraderecha vinculada a la comunidad latina de Miami que acompaña a Trump, liderada por el senador Marco Rubio (que tiene su correlato en un vínculo con empresarios brasileños).[18]

Desde el exterior, algunos medios hegemónicos apoyaron a Bolsonaro,[19] pero luego de los resultados de la primera vuelta, parece existir cierto consenso en la prensa donde prima la ‘preocupación’ por el posible triunfo de un candidato de ultraderecha, defensor de las dictaduras militares y la tortura, la mano dura, los valores tradicionales de la familia y la religiosidad –preocupación que intenta deslindarse del rol que jugó esta misma prensa en la legitimación del vaciamiento de la política brasileña de la mano de la ‘guerra contra la corrupción’ propiciada por el Lava Jato-.[20] Bolsonaro es una exacerbación del modelo Trump en todo sentido, menos en lo relativo a las políticas económicas que son abiertamente neoliberales.

El peor escenario

Todos estos líderes comparten un discurso que reniega de la política y los políticos ‘tradicionales’, refugiándose en cierta imagen de outsiders aunque, en la mayoría de los casos, su presencia en la esfera política formal fuera de larga data. Se valieron de sus trayectorias en el ámbito empresarial o en el mundo del espectáculo para otorgar realidad a la ilusión antipolítica, un lugar común en democracias de ‘baja intensidad’ en la región.

En todos los casos hay una alarmante ausencia de lineamientos orientados hacia la justicia social. Proliferan, en cambio, políticas de ajuste, achicamiento del Estado en su rol socioeconómico, políticas de ‘austeridad’ destinadas a atraer inversiones y el visto bueno de instituciones financieras internacionales. Incluso en el caso estadounidense, aunque Trump reniegue del neoliberalismo, por tratarse de un republicano en el Gobierno, las medidas son de reducción de impuestos a los ricos y encogimiento de cualquier tipo de prestación por parte del Estado (reflejado en el intento de eliminación del Obamacare)[21]. Recorte del presupuesto estatal y mayores privilegios para el sector privado, que recuerdan al modo en que penetró el neoliberalismo en EE. UU. con las reaganomics.[22]

Se creía que no había nada peor que un Trump que se dejara influenciar por el ‘populismo de izquierda’ (progresismo) latinoamericano, con su ‘corrupción endémica’ derivada de los planes de intervención en la economía para la redistribución de recursos y riqueza. Nada podía ser peor que el discurso politizado e ideologizado, la estética ‘setentera’ y la apelación a una identidad latinoamericana (bastante alejada de la estética millenial).

Pero la realidad muestra que sí existe algo peor, que surgió de la inversión del proceso: Trump, como influencer de la antipolítica, allanó el terreno (en dichos y hechos) para que un líder como Bolsonaro, mucho más conservador, de derecha y políticamente incorrecto que el presidente republicano, haya conseguido presentarse con éxito en unas elecciones ‘democráticas’. Un fenómeno que, vistos otros liderazgos europeos, donde la ultraderecha está ganando posiciones, incluso en el Gobierno (caso de Matteo Salvini en Italia), trasciende lo hemisférico y tiene carácter global.

En ese sentido, el Trump influencer sería sólo el síntoma de un malestar mucho más profundo que nos llevaría a preguntarnos sobre la posible obsolescencia del orden mundial emanado de la Segunda Guerra Mundial, y su evolución posterior hacia una avasallante hegemonía estadounidense, de delicados equilibrios al interior de los Estados para mantener una paz social que nunca ha sido tal, mucho menos en América Latina. Trump, Bolsonaro o Macri tienen en común ser, cada cual a su manera, los representantes de un establishment desesperado por sofocar la subversión a su dominio. Puede que cambien los medios y las formas, pero el discurso es tan viejo como el eterno retorno de una ultraderecha que nunca desapareció, tan sólo se travistió.

Notas

[1] https://www.washingtonpost.com/news/monkey-cage/wp/2016/10/17/people-are-comparing-donald-trump-to-hugo-chavez-thats-mostly-wrong/?utm_term=.19cd224ac4c7

[2] http://foreignpolicy.com/2016/03/16/beware-the-outsider-trump-latin-america/

[3][3] https://www.opendemocracy.net/democraciaabierta/brian-saady/l-deres-latinoamericanos-estilo-trump

[4] Ralph Schroeder (2018). “Digital media and the rise of right-wing populism” en Theory after the Internet, UCL Press, p. 63.

[5] http://www.celag.org/fuego-furia-trump-lo-dice-libro-lo-no-dice/

[6] https://www.nytimes.com/es/2018/09/05/resistencia-gobierno-trump/

[7]https://www.nbcnews.com/politics/white-house/trump-kim-nuclear-summit-agreement-contains-no-new-promises-n882256

[8] https://www.celag.org/las-claves-del-nuevo-tlcan/

[9] http://www.celag.org/expansion-ee-uu-america-latina-proteccionismo-trump/

[10] http://www.celag.org/trump-y-la-migracion-como-amenaza-a-la-seguridad-internacional/

[11] https://www.clarin.com/politica/mauricio-macri-sorprendio-nueva-york-puso-bailar-escenario-anfitriona_0_7_HkC7o2K.html

[12] http://www.celag.org/lawfare-la-via-legal-al-neoliberalismo/

[13] http://www.celag.org/argentina-ajuste-militarizacion-alineamiento-ee-uu/

[14] https://foreignpolicyi.org/the-influence-that-trump-brought-upon-latin-americas-right/

[15]  https://www.latercera.com/reportajes/noticia/la-trastienda-la-bilateral-pinera-trump/335267/#

[16] David Cay Johnston (2016). Cómo se hizo Donald Trump. Ed. Capitán Swing, Madrid.

[17] https://www.hispantv.com/noticias/brasil/385120/steve-bannon-bolsonaro-campana-presidencial-trump

[18] https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=222605&SEO=destapan-en-brasil-nexos-de-bolsonaro-y-senador-marco-rubio-ee.uu.

[19] https://www.eldiario.es/rastreador/Street-Journal-Bolsonaro-mejor-Brasil_6_823527660.html

[20] http://www.celag.org/lawfare-o-la-guerra-judicial-en-argentina-y-brasil/

[21] https://www.washingtonpost.com/news/made-by-history/wp/2018/04/24/donald-trump-is-inspiring-world-leaders-just-not-the-ones-youd-think/?noredirect=on&utm_term=.dec72e252f3b

[22] https://www.counterpunch.org/2018/04/13/trumponomics-is-21st-century-reaganomics-and-thats-bad-for-working-america/

Silvina Romano

Fuente: CELAG