La Historia y la formación cultural identitaria del profesional de la educación en América Latina y el Caribe

Introducción:

La educación hoy es una respuesta necesaria ante el inusitado desarrollo de la ciencia y la tecnología, el hombre como protagonista de los constantes cambios, rebasa las fronteras establecidas, abre nuevos campos de investigación, la propia dinámica de la producción del conocimiento abre pasos a tendencias multidisciplinarias, interdisciplinarias y transdisciplinarias en correspondencia con el comportamiento de la realidad.

Latinoamérica constituye el principal escenario de confrontación, resistencia y lucha de los pueblos frente al neoliberalismo y la crisis económica global que mantiene deprimidos los ritmos regionales de crecimiento económico, provocando un deterioro en los niveles de desempleo, pobreza, inseguridad, corrupción e insalubridad, entre otros males, que inciden en los escenarios políticos y sociales, coexisten además diferentes tendencias políticas caracterizadas por: los procesos de cambio más radicales, la rearticulación de las fuerzas reformistas representadas en los procesos moderados como alternativa a los procesos radicales y la restauración en el poder de fuerzas de derecha, en dependencia de su correlación de fuerzas y el apoyo de EUA.

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Martí, de Daussell Valdés.

Para lograr la unidad como objetivo impostergable del continente es necesario que nos conozcamos más, lograr un frente común desde la defensa de nuestras lenguas, historia, costumbres, tradiciones, acervo cultural, en fin…de nuestras identidades hasta nuestra existencia como naciones, una vía esencial la constituye el conocimiento de nuestra historia y cultura, la contribución y aportes de nuestros pueblos a las más diversas ramas del saber; de ese mosaico de ideas, sentimientos, colores y sabores, insuficientemente representado hoy en las páginas y redes sociales, significa rescatar la imagen esencial de lo que Martí denominó Nuestra América”

América Latina tiene ante sí el reto de construir una nueva sociedad, capaz de lograr: igualdad, libertad, bienestar, formación de nuevos valores, como la solidaridad, erradicación del individualismo, el racismo, la discriminación, la codicia y el egoísmo, que garantice los derechos humanos fundamentales, como la educación , la salud, el arte, la sana y suficiente alimentación del pueblo.

Para enfrentar la globalización cultural del mundo de hoy, se requiere de una autentica cultura de la resistencia y la liberación, que no es imposible desarrollar sin una educación autentica, formadora de profundos valores identitarios y heredera de lo mejor del pensamiento latinoamericano y universal, que hará posible la aspiración de formar un ser humano con una personalidad integral erigida sobre la base de la cultura e identidad nacional para asumir los retos del siglo XXI, ello, demanda una sistematicidad en el perfeccionamiento de la labor docente y necesita la formación cultural identitaria de un profesional de la educación capaz de cumplir su roll social.

¿Cómo asumir este reto desde el proceso de enseñanza-aprendizaje de las historias nacionales?

Sobre la base de la experiencia como formadora de profesores en la UCPEJV, el objetivo del presente trabajo está dirigido a demostrar cómo articular un sistema coherente desde el proceso de enseñanza aprendizaje de las historias nacionales que contribuya a la formación cultural identitaria del profesional de la educación.

Educar en el siglo XXI, significa atender a diversidad y masividad de los procesos educativos, por ello, es importante promover en la docencia modos y estilos de actuación que estimulen el proceso de enseñanza-aprendizaje de manera que contribuyan a la formación integral de las nuevas generaciones, continuadoras de la obra revolucionaria de nuestros pueblos y encargadas de preservarla.

“Todo hombre tiene derecho a que se le eduque y después en pago contribuir a la educación de los demás”[1]

Reflexionar en torno al proceso pedagógico y dentro de él, al proceso de enseñanza-aprendizaje de las historias nacionales, significa promover y reforzar el conocimiento de la Historia como fuente de conocimiento, cultura y valores, descubrir en ella, los procesos, hechos y personalidades que se destacan en las luchas por la verdadera independencia y la justicia social de nuestro continente en el contexto actual y contribuir a la preservación de nuestra cultura e identidad.

“… Lo pasado es la raíz de lo presente. Ha de saberse lo que fue, porque lo que fue está en lo que es”[2] .  

La cultura está indisolublemente ligada a la historia de cada nación, esta última es resultado de un largo proceso histórico, vinculado al desarrollo social de cada región, de ahí la estrecha relación: historia-cultura-sociedad.

Al respecto Fidel plantea en su discurso conmemorativo por los cien años de lucha del pueblo cubano el 10 de octubre de 1968:

“Quizás para muchos la nación o la patria ha sido algo así como un fenómeno natural, quizás para muchos la nación cubana y la conciencia de la nacionalidad existieron siempre, quizás muchos pocas veces se han detenido a pensar cómo fue que precisamente se gestó la nación cubana y como se gestó nuestra conciencia de pueblo”[3]

1.1   Formación cultural. Un reto para los educadores del siglo XXI.

Cuando nos referimos al profesional de la educación, debemos pensar en un educador portador de los elevados valores humanos que constituyen el fundamento de nuestra cultura e identidad nacional, con profesionalidad pedagógica, expresada en una formación cultural, el dominio de los contenidos de la enseñanza, las habilidades profesionales, los métodos científicos y las ciencias pedagógicas en general, unido a convicciones y cualidades que le permitan desarrollar su labor pedagógica, a la vez que su propio crecimiento personal y social.

La formación cultural identitaria entendida como: “Proceso de transmisión y asimilación de aportes esenciales de la cultura universal y patria, expresión de la creación humana, en tanto instrumento necesario para el desarrollo del accionar profesional y humano en condiciones histórico concretas determinadas”[4], se convierte en una premisa básica para que el profesor cumpla su encargo social en medio de las continuas transformaciones sociales que se acometen en nuestro continente.

Propiciar la formación de valores de la identidad en los futuros profesionales de la educación, implica la transmisión y asimilación de aquellos elementos, objetos y procesos que adquieren significación para las personas, grupos, comunidades y nación, en tanto los identifican en el orden económico, étnico, lingüístico, ético, estético, medioambiental, artístico,… y reafirman el sentido de individualidad o pertenencia a nuestra región, que poseen un carácter complejo, contradictorio y en el que intervienen diversos factores como son la familia, la escuela, la comunidad y la sociedad en general.

Es necesario hoy, prestar mayor atención al profundo nexo existente entre el conocimiento y el sentimiento, no basta con conocer los elementos que expresan lo autóctono, los hechos, personalidades y procesos destacados de nuestra historia y patrimonio cultural, hay que despertar la admiración, cultivar el sentimiento de amor y pertenencia.

Por la importancia de la labor que desempeña el profesor en la sociedad, es preciso un profesional integral, que posea una preparación cultural y científica que le permita preparar a las nuevas generaciones para la vida, por lo que la formación que reciba, debe estar en función de propiciar su crecimiento humano, la toma de conciencia de sí mismo como sujeto y su responsabilidad como ser social, para lo cual se requiere tener una visión holística de la realidad basada en una educación cultural e interdisciplinaria.

La necesidad de un enfoque científico en correspondencia con las aspiraciones y condiciones de la educación en nuestra región, unido a las insuficiencias del proceso de enseñanza-aprendizaje de la Historia que aún subsisten, motivaron la reflexión en torno a la contribución de la asignatura a la formación cultural-identitaria del profesional de la educación que se precisa hoy y los fundamentos teóricos necesarios para lograrlo.

Para que la Historia desde el punto de vista científico contribuyan a la formación cultural y de valores de la identidad del profesional de la educación en formación es necesario tener en cuenta la cultura y la identidad como punto de partida, además de otros elementos tales como:

  • Un enfoque científico que despliegue las potencialidades de la asignatura como fuente de conocimiento, cultura y valores, tomar la cultura como punto de partida en su indisoluble relación con la historia y la sociedad, lo que permitirá asumir el enfoque integrador de la ciencia histórica y a la vez descubrir el carácter interdisciplinar de la misma.
  • Tomar la sociedad como fuente de referencia y marco de acción, las características de los estudiantes, sus intereses, motivaciones y el aprendizaje desarrollador como importante premisa para su crecimiento humano y social, así como inscribir la asignatura dentro del modelo didáctico Humanista.

Estos elementos van a conformar un sistema que permite integrar los conocimientos históricos, facilita la comprensión del mismo desde una perspectiva integradora que contribuye a la formación de sentimientos, actitudes y valores, de manera que fortalezca su identidad. Es muy necesario además no perder de vista que en la selección de los contenidos debe estar presente la relación entre lo universal, regional y local como niveles identitarios y la dinámica entre ellos.

Estos fundamentos pueden ser concretados en la práctica a través de los elementos conceptuales, actitudinales y procedimentales que desde sus objetivos se plantean e incluyen la salida al componente laboral e investigativo, razón por la cual es imprescindible que la asignatura asuma un enfoque científico que favorezca el aprovechamiento de las potencialidades de la Historia como fuente de conocimiento, cultura y valores.

Hay que destacar que el proceso de enseñanza-aprendizaje de la Historia, está en un momento de especial relevancia, caracterizado por un amplio debate epistemológico y didáctico que es estimulado por las propias transformaciones sociales

La clase de Historia _como construcción social_, debe responder a las circunstancias y necesidades actuales, constituir un sistema a través del cual se tomen un conjunto de decisiones con respecto al período histórico que recoja, las tendencias fundamentales de su desarrollo, para que el estudiante se identifique con ella y contribuir a su crecimiento individual y social, premisa indispensable para su formación integral como profesional de la educación.

Tener sus fundamentos en las teorías sociales y como práctica debe corresponderse con el modelo didáctico humanista, nacer de la práctica educativa, concretar y enriquecerse en la misma. La propia naturaleza ideológica de la clase de Historia, debe hacer que esta se materialice como una forma de entender la sociedad como sistema de relaciones y su reproducción, basada en la concepción científico materialista de la Historia. Por estas razones en su discurso deben expresarse cuestiones económicas, filosóficas, políticas, artístico-literarias,…, sobre el conocimiento histórico en su interrelación dialéctica, de ahí la necesaria correspondencia entre los objetivos formulados y los contenidos seleccionados.

La propia concepción científica materialista de la Historia, expresa la relación historia-cultura-sociedad, hace que la clase de Historia se convierta en una de las vías fundamentales donde se concreta el vínculo entre la escuela y la sociedad a través de la relación contenido de la enseñanza e ideología. Este enfoque nos permite un acercamiento más real a la historia, a los hombres, sus costumbres, tradiciones, valores, revelando las verdaderas raíces de procesos y fenómenos históricos contribuyendo a la formación política, ideológica, cultural y al fortalecimiento de la identidad de nuestros estudiantes.

Reflexionar en torno a la cultura pone de manifiesto el carácter integral de la misma, significa interpretar su lógica y adecuarla a nuestro tiempo. Lo principal en la cultura, su esencia, es la producción del hombre como actividad del ser humano en la escala de sus relaciones sociales históricas y actuales. Asumir ésta, como la transformación del propio individuo, su formación real histórica como personalidad creadora, activa, condicionada por su propia actividad práctica, como proceso de conversión del hombre en sujeto del movimiento histórico, que no se debe reducir a aspectos aislados y particulares de su conducta y existencia en la sociedad, sino que abarca todas las formas y modos de esa existencia.

La cultura es una categoría social histórica general que se convierte entonces en uno de los criterios más importantes del desarrollo de la vida económica, política y espiritual de la sociedad que incluye al propio hombre, cumple una función teórica y metodológica, con importancia de principio, que permite penetrar en la esencia de los procesos históricos, descubre el carácter especial de la realidad, en relación con el mundo natural y verdadero.

Considerar la dialéctica materialista como método filosófico permite el conocimiento de los hechos, fenómenos y procesos históricos, a la vez que comprender las leyes que rigen su desarrollo, reflejar la sociedad como un organismo vivo en constante movimiento a partir de las relaciones económicas, políticas, ideológicas, medioambientales, éticas, estéticas, artísticas-literarias, entre otras, que se relacionan e interactúan en ella. Esto es precisamente lo que se pretende lograr al diseñar nuestras clases desde el punto de vista científico, reflejar la sociedad a partir de todas las relaciones que se desarrollan en ella, que se pueden develar a través de la cultura.

La ciencia histórica tiene como objeto la dinámica de las sociedades humanas, aquellos hechos vinculados a la vida cotidiana de los hombres que expresan la dinámica de la sociedad. Para su correcta interpretación, es necesario guiarse por el conocimiento teórico del modo de producción dominante en la época observada, entendido este, como la comprensión de la lógica del funcionamiento de la totalidad de relaciones sociales observadas en su interdependencia.

En José Martí encontramos nuevamente la clave para entender este planteamiento, pues nadie como él supo captar y plasmó en sus obras esa relación historia-cultura-sociedad, no perteneció a ninguna escuela historiográfica, ni encontramos en sus obras una teoría acabada en ese sentido, sino que apunta a la modernidad y es una expresión de su tiempo.

Para Martí como para Marx los hombres hacen la historia, pero requieren para hacerlo de conciencia y voluntad, lo que expresa congruencia en ese punto de vista. Martí buscó un modo de historiar la historia, señala como condición del historiador el conocimiento pleno del hombre; plantea que no es posible llegar al conocimiento de la humanidad sin el conocimiento del pasado y del presente, la concibe como historia de la cultura al fundamentar la necesidad de atender a todas las esferas de la sociedad.

Con estos presupuestos básicos hallados en las concepciones filosóficas e históricas contemporáneas y en nuestras propias raíces históricas, el proceso de enseñanza-aprendizaje de la Historia debe develar desde sus objetivos, el desarrollo histórico cultural de la sociedad, sus tendencias fundamentales en el plano económico, político, jurídico, científico, ideológico, lingüístico, ambiental, ético, estético y artístico, desde un enfoque integrador de la ciencia histórica.

1.2 El modelo didáctico humanista y el aprendizaje desarrollador fundamentos esenciales de la formación cultural identitaria.

Asumir la interdisciplinariedad es posible en el caso particular de la ciencia histórica, porque su objeto de estudio recoge las diversas formas de movimiento de la sociedad, ayuda a desentrañar las complicadas vías recorridas por la humanidad en su desarrollo, como reveladora del proceso histórico social de la humanidad en su carácter natural, progresivo, expresado concretamente en tiempo y espacio, pone de manifiesto toda la diversidad del mismo y al privilegiar un enfoque integrador de los diferentes elementos que componen la realidad histórica en sus relaciones plenas con los restantes fenómenos y elementos de la sociedad, propicia las relaciones con otras ciencias.

Desde el punto de vista didáctico, las relaciones interdisciplinarias son esenciales para la formación cultural identitaria del profesional; no son un hecho aislado e independiente de cada ciencia o asignatura que recibe el profesional, sino un proceso social, cultural, científico y humano que caracteriza su desempeño desde la lógica sistémica en la que todos sus componentes interactúan y condicionan los procesos de enseñanza-aprendizaje, por ello, permiten determinar estrategias de trabajo acorde a nuestras aspiraciones.

Si se tiene en cuenta la importancia de la Historia como fuente de conocimiento, cultura y valores, al asumir nuestras clases un enfoque cultural e interdisciplinario, nos permitirá desplegar todas sus potencialidades, tomar a la sociedad como fuente y marco de acción, atender a la necesidad de la integralidad, a la formación humanista y humanística del profesor, cualidades necesarias para el desempeño de su labor profesional que favorecen el cumplimiento de los objetivos de la educación.

La preparación cultural concebida en la asignatura desde su enfoque científico, a su vez asegura la preparación integral del profesional, al descubrir los intereses, sentimientos, actitudes y valores que la sociedad prioriza y al facilitar la comprensión del presente desde el pasado, ofrece una guía de acción para el futuro.

La estructura didáctica debe ser reveladora de la intención de aprovechar todas las potencialidades de la Historia desde el punto de vista cultural, político, ideológico, axiológico y social, en función de contribuir a la formación integral del docente en cuyas manos depositamos una misión de vital importancia social, formar las nuevas generaciones.

Para lograr una educación permanente, su autosuperación e independencia cognoscitiva, un pensamiento crítico y reflexivo sobre la base de una cultura general como premisas indispensables para su desarrollo integral, debemos apoyarnos desde el punto de vista psicológico en la educación desarrolladora y el aprendizaje desarrollador.

El conocimiento histórico debe ser procesado reflexiva y críticamente, es necesario desarrollar en los estudiantes las habilidades necesarias para enjuiciar, evaluar, contrastar, interpretar y comprender a través de un proceso dialogal de intercambio argumentativo y de experiencias significativas.

Teniendo en cuenta que un aprendizaje es productivo y verdaderamente desarrollador cuando supera las transmisiones pasivas, reproductivas, basadas en criterios de autoridad o de verdades impuestas, es necesario ejercitar el diálogo, la crítica abierta, el enfrentamiento a las contradicciones, el aprendizaje problematizador y creativo, que procese diversidad de fuentes del conocimiento histórico, establezca relaciones, distinga argumentaciones, haciendo al estudiante parte del proceso de la reconstrucción del conocimiento, de manera que incorpore estos a la praxis social.

Debe además estimularse el aprendizaje individual y socializado, pues cada individuo incorpora la cultura a partir de procesos de aprendizaje que le permiten el dominio de los objetos, fenómenos y procesos, así como los modos de actuar, pensar y sentir que incluye las formas de aprender en cada contexto histórico, pero para que este aprendizaje sea efectivo, el entorno social debe ser parte intrínseca del mismo. De este modo, el aprendizaje es un basamento indispensable para que se produzcan procesos de desarrollo en dependencia de los niveles alcanzados y preparen el camino para nuevos aprendizajes.

Nuestros estudiantes constituyen el centro y principal instrumento para aprender, por lo que es necesaria la colaboración, la interacción, el desarrollo del autoconocimiento, compromiso y responsabilidad de manera que eleven su capacidad para reflexionar, tomar decisiones, solucionar problemas y elevar su papel protagónico en correspondencia con los métodos que se privilegian en la asignatura.

Deben privilegiarse en función de sus objetivos y contenidos, métodos activos, donde predomine el trabajo independiente e investigativo del estudiante, que lo acerquen a la actividad de historiar, entrenándolo en el uso y procesamiento de diversas fuentes, con independencia de otros que puedan ser utilizados, el debate es un procedimiento ideal para provocar la intervención activa, la motivación de los alumnos y el control del aprendizaje.

A partir de los elementos expuestos hasta aquí se puede arribar a la conclusión que solo a través de un sistema de actividades coherentes, diseñado por el profesor y que el alumno despliegue, se concretan los métodos seleccionados en función del logro de los objetivos.

Conclusiones

Indudablemente que al desarrollar el proceso de enseñanza aprendizaje de las Historias nacionales desde un enfoque cultural e interdisciplinario, permitirá contribuir al crecimiento personal del docente en formación, fortalecer su identidad cultural, asumir de manera consciente toda manifestación o expresión de su ser material y espiritual creado durante su devenir histórico.

La selección del contenido desde el punto de vista científico, privilegia la integración de los diferentes elementos que componen la realidad histórica en sus relaciones plenas con los restantes fenómenos y procesos de la sociedad que ofrece la cultura, punto de partida y fundamento teórico esencial, posibilita el análisis de la realidad de manera holística y de esta forma devela el desarrollo de la sociedad objeto de estudio como un sistema de relaciones de todo tipo, facilitando la comprensión de los hechos, fenómenos y procesos históricos.

La interdisciplinariedad como principio estructurador, contribuye a la formación de un docente capaz de integrar conocimientos y realizar transferencias de contenido que le permitan solucionar los problemas en su desempeño profesional, en la medida que coloca al estudiante ante el reto de pensar en la complejidad, a partir de la diversidad y unidad de los procesos y fenómenos del pasado, para comprender los del presente y enfrentar el futuro.

La educación desarrolladora y el aprendizaje desarrollador como importante fundamento psicológico debe promover la apropiación objetiva, activa y creadora de una cultura general integral en el futuro docente, estimular su motivación por el autoestudio, la superación permanente y elevar su protagonismo en el aprendizaje en la medida que pasen de la reproducción, a la producción de significados.

En su concreción didáctica como modelo humanista deben privilegiarse los métodos activos, la utilización de diversidad de fuentes del conocimiento, que combinada con la aplicación de la metodología dialéctico materialista al análisis de los fenómenos y procesos históricos a partir del enfoque científico, humanista y humanístico asumido por la asignatura.

La presente propuesta, no debe ser considerada un esquema rígido, es a penas, una primera aproximación sobre la contribución de la Historia a la formación cultural identitaria del profesional de la educación, a partir de tener en cuenta las aspiraciones, exigencias y condiciones de la educación en la actualidad, constituye una guía para la acción en la Universidad Pedagógica, susceptible de ser transformada en la práctica educativa.

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Notas:

[1] Vitier Cintio. Cuadernos Martianos IV. Editorial Pueblo y Educación. La Habana, 2002. Pág. 103.

[2] Martí Pérez, José. Cartas de Martí, La Opinión Pública, Montevideo, 1889. Obras Completas Tomo 12, Editorial Ciencias Sociales. La Habana, 1975. Pág. 301.

[3] Discursos. Editora Política. La Habana. 1975

[4] Lissette Mendoza- La relación Humanidades- Cultura- Identidad- Valores: un enfoque necesario. ISPEJV. 2006.

Líliam Caridad Milián Rosales, para La Pluma, 4 de septiembre de 2018

Editado por María Piedad Ossaba